Desde enero del año 2024 el régimen de Nicolás Maduro, sabedor del enorme repudio popular que acumulaba, puso en escena las varias conspiraciones secretísimas develadas para sacarlo del poder y atentar contra su vida. Ese mismo mes, el 23 de enero, nada menos, reapareció la furia bolivariana. Nada, sin embargo, impidió su derrota electoral, lo que lo obligó a cometer el fraude descomunal del 28J y a desatar la represión indiscriminada. El país estaba lleno de conspiradores.
¿La operación que puso en libertad a los cinco, o quizás cuatro, rehenes de la sede diplomática argentina es una conspiración? ¿Se le escapó a los espabilados servicios de inteligencia del régimen? Conspirar, define la RAE, es unirse contra un superior o soberano, la concurrencia de varios factores para un mismo fin. Pudiera encajar, ¿no? En términos técnicos Marco Rubio la refirió como una extracción, un rescate. Si así fuera precisa lo que en la calle se llama andar conspirandito. El fiscal debería estar librando la orden de captura del secretario de Estado de Estados Unidos porque hay suficientes “elementos de convicción”. Un trago de medicina propia suele ser más difícil de digerir.
El teniente Diosdado Cabello, atareado en su rol de conductor de su programa televisivo de público cautivo, ¿o será rehén?, jefe de la furia y la seguridad, ni siquiera se despeinó al confirmar un montón de horas después lo que quemaba las redes sociales: los refugiados en la embajada estaban libres y en Estados Unidos, junto con la madre de María Corina Machado, Corina Parisca de Machado. Todo fue una negociación, dijo el del mazo. Él mismo, confesó, puso la escalera y la cuerda para la fuga. No se sabe si fue durante el programa, o antes o después, cuando mandó a allanar la residencia de Magalli Meda, lo que pudo hacer durante los 400 días y pico de cerco a la sede diplomática argentina. El cuento va a tener que ser un poco mejor para cuando regrese Maduro de Rusia.
La Cancillería brasileña, encargada de la custodia de la Embajada de Argentina cuando los diplomáticos de ese país fueron expulsados del país, se cansó de solicitar los salvoconductos para los refugiados sin éxito alguno, y eso que el Brasil de Lula ha sido por trechos bastante cercano a los jerarcas bolivarianos. Cabello, penoso y sin el mazo en ristre, decía que los cinco de la embajada podían salir por la puerta sin ningún problema. ¿Él dispuso la escalera y la cuerda para hacer más épica la operación?
Escapes increíbles y clandestinaje hay suficientes en la azarosa historia política venezolana. Rómulo Betancourt se camuflaba de mil maneras para crear Acción Democrática cuando aún mandaban militares del gomecismo y lo perseguían; Pompeyo Márquez burló invicto a la Seguridad Nacional de Marcos Pérez Jiménez y Pedro Estrada, y Teodoro Petkoff se fugó dos veces en las barbas de sus vigilantes. De que vuelan, vuelan, aunque falten elementos para contar la historia completa. El del mazo está señalado. Por ahora.
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