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May 12, 2025


El hombre más peligroso del mundo

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La competencia en estos momentos es especialmente intensa. Si se trata de elegir a la persona del mundo que ejerce más poder y lo utiliza de la forma más dañina posible, ¿quién sale vencedor? Me viene a la mente Vladímir Putin, líder de Rusia durante los últimos 25 años, que se ha dedicado ininterrumpidamente a eliminar a los georgianos, a los chechenos y ahora a los ucranianos. Y no olvidemos las nefastas intervenciones militares de Rusia en África y Oriente Próximo, que han victimizado a innumerables sirios igual que lo están haciendo hoy los pueblos del Sahel. Nada parece poder detener a Putin en su estrategia de muerte: un delirio narcisista que no beneficia ni al pueblo ruso ni a la Rusia eterna, que en verdad es la única amenaza de Putin. Siguiendo sus pasos hay una serie de dictadores menores pero igualmente sanguinarios, como el jefe del gobierno etíope y los señores de la guerra de Sudán, Libia y el Congo. No olvidemos incluir en la competición a Daniel Ortega y su esposa: Ortega, dictador de Nicaragua, antes comunista y celebrado por la izquierda. Se objetará que se trata de actores de poca monta cuyas actividades criminales se limitan a su propio Estado, o incluso a sus vecinos inmediatos. Decididamente, Putin sigue en cabeza. A menos que Donald Trump, a quien no le gusta quedarse atrás en ninguna carrera, persista en destruir el orden económico mundial. Esto no mata en masa pero empobrece en masa y a corto plazo si persiste en su delirio aduanero.

Por mi parte, tengo otro candidato menos obvio, pero igualmente desastroso: el secretario de Salud de Estados Unidos, Robert Kennedy Jr. Era famoso por sus campañas antivacunación y sus desvaríos sobre el origen vacunal del autismo. Era de esperar que, una vez fuera secretario de Sanidad, se comportara de forma más responsable y –según el eslogan de su campaña electoral– se comprometiera a restaurar la salud de los estadounidenses. Es cierto que los americanos en Estados Unidos no gozan de la mejor salud, con una esperanza de vida relativamente baja en el mundo desarrollado, plagados de diabetes, drogas y obesidad. Desgraciadamente, una vez Kennedy estuvo al mando, lejos de enmendar las cosas, volvió a las andadas. En este mismo momento, una epidemia de sarampión está haciendo estragos entre los niños de Texas. Algunos están muriendo. No hay cura para esta enfermedad; sólo puede prevenirse mediante la vacunación masiva. Pero Kennedy, haciendo uso y abuso de su autoridad política, en lugar de fomentar la vacunación, propagó el mito de que el consumo masivo de vitamina A evitaría la propagación del sarampión. Ningún médico del mundo comparte esta locura. El mismo Kennedy repite que el sarampión puede curarse consumiendo aceite de hígado de bacalao o, como mínimo, antibióticos. En realidad, ambos son perfectamente inútiles; cualquier médico podría atestiguarlo. Pero Kennedy sube la escalera del delirio anticientífico cada día más alto. Acaba de decidir investigar los orígenes de lo que él llama una «epidemia de autismo» en los Estados Unidos. Según él, es una consecuencia de la vacunación. Hace tiempo que sabemos que el autismo es un trastorno de origen genético que no tiene absolutamente nada que ver con la vacunación, y que no podemos hablar de epidemia porque una epidemia se transmite, mientras que el autismo no. Las posiciones de Kennedy son tan absurdas que uno podría imaginar que pasarían desapercibidas o serían recibidas con burla. Desafortunadamente, son tomadas en serio por un sector de la población que, desde el Covid, ha desarrollado una verdadera ideología antivacunas.

El discurso de Kennedy dio una nueva legitimidad a esta ola conspirativa. Este revés científico no sólo afecta a Estados Unidos, sino que desgraciadamente podría tener graves repercusiones en todo el mundo, con el riesgo de una epidemia comparable a la del Covid-19. De hecho, una violenta epidemia de gripe aviar se está desarrollando actualmente en el oeste de Estados Unidos. La consecuencia inmediata es el sacrificio de millones de aves de corral y la desaparición de los huevos del mercado. En Pascua, cuando los huevos se habían vuelto raros y caros, los americanos los sustituían por patatas pintadas esparcidas por sus jardines. ¿Anécdota? Sí y no, porque parece que el virus de la gripe aviar ha pasado de los animales a los humanos. Los primeros casos son motivo de seria preocupación: una preocupación tanto más justificada cuanto que las grandes epidemias, como la llamada «gripe española» en 1918, y la reciente covid-19, surgieron todas muy probablemente del paso de un virus de los animales a los humanos. El ministro Kennedy no tiene opinión sobre este tema. No puede tener una, porque no cree que los microbios sean la causa real de las enfermedades. Se ha aferrado a una visión precientífica según la cual nuestras enfermedades son el resultado de desequilibrios en nuestra relación con nuestros cuerpos y la naturaleza. Estas posturas absurdas y demencialmente peligrosas prohíben la investigación y la prevención y, como hemos dicho, corren el riesgo de desencadenar epidemias mundiales. Además de esta propaganda oscurantista, el gobierno estadounidense ha cortado la financiación de la investigación médica. Ahora bien, en todo el mundo, es un hecho –por lamentable que sea, pero es un hecho– que casi todos los centros de investigación, en particular para las enfermedades más peligrosas que nos llegan de África, están financiados por Estados Unidos.

Desde Trump y Kennedy, sobre todo en África, se ha suspendido esta investigación y tratamiento, dando prioridad al sida y la tuberculosis. La tuberculosis se está desarrollando en nuevas formas resistentes a los antibióticos convencionales. Al igual que el sida, no se limita al continente africano, sino que se propaga como consecuencia de los viajes, el turismo y las migraciones. Resulta que en Europa y Estados Unidos, al menos el diez por ciento de los emigrantes, por lo que se puede medir, tienen tuberculosis. Si no se vacunan, podrían propagar la enfermedad a la población general.

En el mejor de los casos, Kennedy dejará de ser ministro dentro de dieciocho meses, tras las próximas elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos. Pero en dieciocho meses, el daño acumulado ya habrá sido considerable: mecánicamente, a través de la interrupción de la investigación y los tratamientos que hemos mencionado, e ideológicamente, a través de la propagación del oscurantismo científico. Estos dieciocho meses de daños tardarán varios años en repararse, con la esperanza de que las potencias entren en razón en Estados Unidos y en el resto del mundo. Para volver a nuestro siniestro concurso y nombrar al hombre más peligroso del mundo, en conjunto, Kennedy me parece el más dañino hoy en día. Empatado con Putin.

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