I
Según una publicación en el portal de Unicef, actualizada el pasado 26 de diciembre de 2023, Yemen continúa siendo una de las más grandes crisis humanitarias del mundo con 21,6 millones de pobres de los cuales 11,1 millones (51,4%) son niños y con una población desplazada de más de 4,5 millones.
De acuerdo con la Unicef, después de ocho años de conflicto interno, los sistemas socioeconómicos nacionales de Yemen continúan al borde del colapso total. La crisis ha dejado a las familias vulnerables a los brotes de enfermedades transmisibles. Millones de niños carecen de acceso a agua potable, servicios de saneamiento e higiene, y el país sigue experimentando brotes periódicos de cólera, sarampión, difteria y otras enfermedades prevenibles mediante vacunación.
II
El movimiento hutí, conocido oficialmente como Ansar Allah (Partidarios de Dios), surgió a finales de los años 1980 entre los chiitas zaydíes en el norte de Yemen. Su actividad política se intensificó después de 2003, oponiéndose al presidente Ali Abdullah Saleh. El mayor general Abd al-Rahman Rabbuh al-Mansur al-Hadi asumió la presidencia el 23 de diciembre de 2011, tras la dimisión de Saleh (Primavera Árabe). Sin embargo, a al-Hadi en 2014 le dieron un golpe que desembocó en la guerra civil: los separatistas del sur y las fuerzas leales al gobierno de al-Hadi, con sede en Adén, entraron en conflicto armado con los hutíes y fuerzas leales al expresidente Saleh. Al-Qaeda de la península arábiga y el Daesh (ISIS) también tuvieron alguna participaron en el conflicto.
Desde 2015, el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, coalición de países árabes liderados por Arabia Saudita, ha materializado operaciones militares contra la milicia hutí. Dicha coalición está conformada por Baréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. La alianza táctica entre Saleh y los hutíes se rompió en 2017, cuando Saleh cambió de opinión y apoyó a dicha coalición, siendo asesinado por la milicia hutí por “traidor”. En 2022, el presidente al-Hadi transfirió sus poderes a un Consejo de Liderazgo Presidencial en busca de una solución política. De modo que en el conflicto de Yemen está involucrada toda la península arábiga con la siguiente característica: por un lado, la coalición y el gobierno presidido por Rashad al-Alimi y por el otro, los rebeldes hutíes liderados por Abdul-Malik al-Houthi.
En la actualidad, los hutíes controlan un tercio de Yemen, una extensión que da al Mar Rojo, donde se concentra el 80% de la población. En respuesta a la ofensiva israelí en Gaza por el ataque terrorista de Hamas en suelo de Israel, el pasado 7 de octubre de 2023, los hutíes anunciaron que atacarían (como en efecto lo hicieron) a barcos en el mar Rojo con destino a puertos israelíes.
Ya en 2003, la propaganda de los hutíes tenía el siguiente eslogan: «Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos, victoria al Islam». Por supuesto, lema inspirado parcialmente en aquel del Irán revolucionario, que reza «Muerte a Estados Unidos y muerte a Israel». En política y entre otras cosas, un eslogan consiste en la declaración de un objetivo. Del eslogan de los hutíes uno infiere dos cosas: una es que, para esta gente, Dios es cualquier cosa menos amor, misericordia y consuelo. La otra es que se trata de un eslogan genocida pues su objetivo final es el exterminio de dos naciones.
Los hutíes tampoco tienen remota idea de lo que es la prosperidad y el progreso: han fracasado en el ámbito social, político y económico en las zonas ocupadas. Luego de ocho largos años, y más allá de su fanatismo, el único logro que pueden exhibir los hutíes es un gran desastre humanitario.
En consecuencia, más allá de ganar visibilidad y apoyo internacional para su causa, mi conjetura es que los ataques a los barcos en el Mar Rojo sirven a una operación de evasión o evitamiento de la culpa (R. Kent Weaver, “The politics of blame avoidance”, Journal of Public Policy, Volume 6, Issue 4, October 1986, pp. 371 – 398). Y es que parece ser, según el bueno de Weaver, que los políticos son iguales en cualquier parte del globo terráqueo, sin importar su raza, ideología o religión.
III
Tal como afirmé en líneas anteriores, la zona ocupada por los hutíes abarca el 80% de la población de Yemen. Aquí suministro no una, sino siete perspectivas, todas ubicables en la internet, con las cuales sustento la conjetura formulada en el último párrafo de la sección anterior: el crecimiento económico, la inflación, la producción de petróleo, la tasa de cambio, el Índice de Desarrollo Humano, el Índice de Miseria de Steve Hanke y el Índice de Estado Frágil.
Según el portal de FocusEconomics para el año 2022, la población de Yemen era de 33,3 millones de personas, su crecimiento económico en términos reales fue de 2%, su inflación anual puntual fue de 29,1% y su tasa de cambio oficial era de 250 rial yemení por dólar. Ahora bien, en diversas ciudades de Yemen como Adén (la capital provisional, ubicada en la costa del Golfo de Adén también llamado Golfo de Somalia) se tiene noticia que, en tiempos recientes y desde 2020, la tasa de cambio en el mercado ha llegado a estar entre 900 y 1.700 rial yemení por dólar. Por cierto, tan brutal depreciación del rial yemení apunta a que la inflación es mayor que el 29,1% mencionado.
En cuanto a su producción de petróleo y según el Instituto de Energía británico, la producción en 1986, era de apenas 10.000 barriles por día (b/d) y alcanzó un máximo de 457.000 b/d en 2002, tras lo cual comenzó a desplomarse y para 2022 se ubicó en 81.000 b/d. Por este lado, Yemen tiene menores ingresos.
El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es un indicador, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que se utiliza para clasificar a los países en niveles de desarrollo humano. Un país obtiene un IDH más alto cuando la esperanza de vida es mayor, el nivel de educación es mayor y el ingreso nacional bruto INB (a paridad de poder adquisitivo) per cápita es mayor.
Para la medición 2020-2021, Yemen ocupó la posición 183 de 191 países, con un IDH por género de 0,263 para mujeres y 0,529 para hombres y una calificación total de 0,455 (bajo). De paso, en la propia publicación se le califica como país subdesarrollado. A modo de contraste: Arabia Saudita ocupó el lugar 35 con un IDH de 0,875 (alto) y por género es de 0,826 para mujeres y 0,901 para hombres. Por su parte Israel, ocupó el lugar 22 con un IDH de 0,919 (alto) y por género es de 0,915 para mujeres y 0,922 para hombres.
Por el lado del Índice de Miseria de Hanke, de 157 países y en 2022, Yemen fue el séptimo país más miserable del mundo, con una puntuación de 116,2. El índice de miseria modificado de Hanke es la suma de las tasas de interés, la inflación y la tasa de desempleo, menos el cambio porcentual de un año a otro en el crecimiento del PIB per cápita. En la publicación, Hanke afirma que la variable de mayor aporte al Índice de Miseria de Yemen es la inflación.
Finalmente y desde la perspectiva del Índice de Estado Frágil para 2022 y de 179 países clasificados, Yemen ocupó el primer lugar como país más frágil del mundo con una puntuación de 111,7. La clasificación se basa en la suma de las puntuaciones de 12 indicadores. Cada indicador se califica en una escala de 0 a 10, siendo 0 la intensidad más baja (más estable) y 10 la intensidad más alta (menos estable), creando una escala que abarca del 0 al 120. El índice y su concepto tienen como objetivo evaluar la vulnerabilidad de los estados al conflicto o al colapso.
En consecuencia, como puede inferirse de la información suministrada por la Unicef y los apenas siete indicadores mencionados (aclaro que todavía hay cualquier cantidad más de indicadores que apuntan en la misma dirección), Yemen era ya un país totalmente colapsado para 2022, un país incapaz de proporcionar seguridad y servicios públicos básicos a gran parte de su población.
Entonces, en medio de la trágica situación de su pueblo, la milicia hutí está armada hasta los dientes con drones y misiles de sofisticada tecnología suministrados por Irán y el conflicto con una segunda coalición, liderada por Estados Unidos y Reino Unido (Operación Guardián Próspero), les brinda una magnifica excusa para ocultar su fracaso en todo orden, excusa que, de paso, le sirve también a Irán, que además de desestabilizar -aunque prácticamente ninguna diplomacia lo cuestiona por esto- prueba su armamento en tiempo real.
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