OPINIÓN

¿Educación Ambiental en Venezuela sin educación ni ambiente?

por Ambiente: situación y retos Ambiente: situación y retos

La selección del artículo de hoy es especial por valer de reconocimiento a un luchador incansable por los derechos humanos. Su autor es referente nacional en las luchas conmemoradas en estas fechas: contra la discriminación (1° de marzo), por el respeto a la vida silvestre (3 de marzo), reivindicaciones indigenistas como la representada por el cacique yukpa Sabino Romero (asesinado el 3-3-2013), esfuerzos internacionales por la eficiencia energética y, sin duda, también las batallas por los derechos de las mujeres (8 de marzo).

¿Educación Ambiental en Venezuela sin educación ni ambiente? (Una mirada desde el optimismo desenfrenado)

Por Dr. Alejandro Álvarez, Clima 21

Esperaba publicar este artículo el pasado 26 de enero, fecha que mucha gente identifica como el “Día Internacional de la Educación Ambiental”. Aunque esta efeméride parece haber nacido de una fuente desconocida de Internet y no tiene ninguna base cierta, cada año se vuelve más popular y vale la pena entonces festejar al menos la persistencia de mucha gente en la necesidad de dedicarle al menos un día a la Educación Ambiental. A pesar de esas intenciones, los tiempos se me complicaron, cosas de vivir en Venezuela.

Arrancada de caballo…

Desde los años setenta del pasado siglo se estableció la necesidad de incorporar la educación ambiental (EA) como una necesidad urgente para frenar el acelerado deterioro del ambiente.

Venezuela fue pionera en ese campo. La primera Ley Orgánica del Ambiente en 1976 se incluyó a la EA como elemento constituyente de la «conservación, defensa y mejoramiento del ambiente».

A partir de allí se desarrollaron programas educativo-ambientales dirigidos a estudiantes de educación primaria, prescolar y universitaria. En paralelo, se generó un importante abanico de programas educativos extraescolares en todo el país realizados por una gran diversidad de organizaciones e instituciones.

A finales del siglo XX el país realizó un paso más, al incorporar a la educación ambiental como un derecho constitucional.

El nuevo gobierno elegido en 1998 promovió cambios en los enfoques pedagógicos aplicados a la EA desde perspectivas que en distintos momentos fueron bautizados como: “comunitarias”, “de desarrollo endógeno” y finalmente “ecosocialistas”. Muchas de estas ideas resultaron cosméticas y no tuvieron ningún impacto a lo interno.

Del país de las oportunidades al de la crisis humanitaria (o la parada de burro)

Resumir los cambios ocurridos en Venezuela en los últimos años es muy difícil, sobre todo cuando se quiere hablar de las causas del hundimiento de un tema específico como lo es la EA en el país.

Habría que explicar cómo en las últimas dos décadas a pesar de los descomunales recursos económicos que ingresaron al país durante el ciclo de alza de los precios del petróleo, el país fue cayendo en una espiral de inestabilidad política, conflictos, violencia, desigualdad social, así como una pobreza cada vez más generalizada alimentada por una feroz hiperinflación.

Esos factores generaron una grave crisis humanitaria, la cual por su naturaleza ha sido calificada como emergencia humanitaria compleja.

Esta situación afectó entre muchos otros temas a la educación y al ambiente en el país.

La educación en ruina

Como consecuencia del contexto planteado la educación venezolana está sumergida en una grave crisis.

A manera de ejemplo, en el año 2019 la Unicef afirmó que en Venezuela más de 1 millón de niños y niñas estaban fuera del sistema escolar. Asimismo, indicó que cada vez es más difícil que los niños puedan asistir regularmente a la escuela debido a las fallas en los servicios públicos, así como la falta de comida y transporte. En este contexto algunas organizaciones estiman que la deserción escolar en Venezuela ronda el 78%.

A estas situaciones se agrega la deserción de docentes por los muy bajos sueldos y las dificultades para transportarse hasta los centros educativos.

Por otra parte, el gobierno ha desarrollado una política de estrangulamiento económico y hostigamiento contra las universidades públicas.

La pandemia de COVID-19 agravó todas estas situaciones. El gobierno nacional estableció lineamientos para la realización de actividades a distancia. Las mismas no tomaron en cuenta las graves deficiencias en los servicios eléctricos y de conectividad, así como la imposibilidad para la mayoría de los docentes y estudiantes de tener acceso a equipos y conexión telefónica con la cual realizar actividades educativas en esta modalidad.

Por estas razones la pandemia está profundizando las inequidades y el rezago educativo en la mayoría de los estudiantes de Venezuela.

Para nada es sorprendente que en este proceso de destrucción se fueran perdiendo los avances logrados en materia de educación ambiental.

País sin salud ambiental y un gobierno ecocida

En simultáneo, el deterioro ambiental del país es cada vez mayor y sin precedentes en su historia .

Si se jerarquizan los problemas existentes usando indicadores de intensidad y extensión, aparecen dos situaciones alarmantes: la grave crisis de acceso al agua y por otra una serie de políticas dirigidas al saqueo y despojo de los recursos naturales de los territorios.

En el tema del agua, un estudio reciente afirma que 99% de la población tiene problemas para abastecerse de agua. En esta situación amplias regiones tanto al norte del país, como en otras zonas, incluso en la propia área metropolitana de Caracas, sufre de cortes del suministro de agua que puede ir entre varias semanas, hasta varios meses continuos.

Una segunda situación ambiental nace de la imposición y expansión de un esquema de minería de depredación y saqueo que está afectando una superficie cercana a 40% del territorio nacional. La misma está causando el deterioro de todas las cuencas hidrográficas y generando una deforestación cada vez más acelerada. Adicionalmente, esta actividad está produciendo una grave contaminación por mercurio a la vez que está impulsando un crecimiento sin precedentes en la tasa de infección de malaria

Adicionalmente, la explotación minera en su mayor parte está siendo controlada por bandas delincuenciales y grupos irregulares que imponen su dominio territorial a través de la violencia armada, la extorsión y la corrupción, produciendo graves violaciones a derechos humanos y poniendo en peligro la paz de la nación.

En este contexto, la EA como política de Estado fue desapareciendo de las políticas públicas cada vez más hasta que su muerte no fue lamentada por nadie.

¿Y entonces qué hacemos con la educación ambiental?

Con un panorama como el expresado el pesimismo estaría muy justificado. Pero también es cierto que la misión de la educación es siempre una apuesta a futuro basada en la creencia que a través de la educación es posible cambiar para mejorar.

Ese optimismo no parte de desconocer de manera irresponsable la situación actual. Por lo contrario, nace de comprender que seguir el actual camino de destrucción nos llevaría a situaciones aún más graves. Por ello, a partir de esa dolorosa conciencia  es necesario comenzar a trabajar en los cambios necesarios.

Comencemos repensando la educación ambiental de Venezuela. Ya no es válido creer que es suficiente con dar clases de ecología o incluir algunas actividades banales en los programas de estudio. Necesitamos una educación que le dé a toda la población herramientas que les haga posible participar la construcción de un país sustentable.

Habrá que hacer ensayos y construir modelos replicables de buena educación ambiental. Para ello habrá que convencer a los organismos internacionales y los cooperantes de que es necesario invertir en educación ambiental para la reconstrucción nacional.

Nada de eso es fácil en las actuales circunstancias. Por ello habrá que recurrir al terco y más desenfrenado optimismo.

Eduquemos, eduquémonos, construyamos espacios, razones y momentos para la educación ambiental.