El pasado 14 de enero el régimen de Nicolás Maduro ordenó una reducción drástica en la representación diplomática de Países Bajos, Francia e Italia en Venezuela. La medida que obliga a estos países a limitar su personal a solo tres personas por embajada fue anunciada junto con restricciones a la movilidad de los diplomáticos, quienes necesitarán autorización previa para desplazarse más de 40 kilómetros desde el centro de Caracas.
Esta decisión ha sido justificada por Maduro como una respuesta a lo que considera “conducta hostil” y apoyo a “grupos extremistas” por parte de estos países europeos. Sin embargo, más allá de la retórica oficial, esta acción podría traer consecuencias negativas tanto para el régimen como para sus contrapartes internacionales.
Desde su perspectiva, el régimen busca reforzar su gastado discurso de defensa de la soberanía nacional frente a lo que califica como injerencia extranjera. Al limitar la presencia diplomática de tres importantes países europeos, Maduro adopta otra medida de fuerza y de control absoluto sobre el territorio.
La acción implica riesgos significativos. La posibilidad de mayor aislamiento diplomático y económico, especialmente si estos países europeos deciden responder con medidas recíprocas o, peor aún, si logran coordinar una respuesta conjunta que incluya sanciones adicionales.
Países Bajos, Francia e Italia también enfrentan un dilema. Aceptar las condiciones impuestas por el régimen sería visto como una muestra de debilidad, pero escalar la tensión mediante la reducción de la representación diplomática venezolana en sus países podría dificultar aún más el ya complejo escenario diplomático.
Una opción más inteligente podría ser la coordinación de una presión internacional conjunta, sumando a otros países y organismos multilaterales, en ese sentido ya se pronunció la Unión Europea ayer, con el objetivo de presionar al régimen sin afectar directamente a la población venezolana. Esto permitiría mantener una posición firme sin caer en provocaciones.
La decisión de Maduro en este caso es un calco de las posiciones adoptadas por la diplomacia cubana durante seis décadas, al responder con dureza a aquellos países o líderes políticos que actúen apegados a sus coordenadas políticas y difieran en momentos clave del comportamiento de la dictadura castrista, y en este caso de la venezolana. Lo contrario a ese comportamiento sí sería visto como una suerte de ablandamiento porque se sale del manual que los ha mantenido en el poder por tanto tiempo.
El costo de estas acciones podría ser demasiado alto si la comunidad internacional decide tomar medidas más drásticas. Un mayor aislamiento podría agravar la crisis económica y humanitaria del país.
Maduro ha tomado otra decisión arriesgada, pero el desenlace de esta situación aún está por definirse. Europa tiene en sus manos la posibilidad de liderar una respuesta que promueva una solución política sostenible, conveniente para el país, más allá de los cálculos oficiales,
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