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Desnudos prorrumpimos para de esa forma desaparecer

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El hombre viene al mundo y ninguna cosa posee o le pertenece. Rápido, busca [fijar]  forjar  [se]. No por vindicación accidental o colectiva (nivelación) debería merecer las cosas. Respecto a delegar la propiedad al Estado después de su abolición, torpemente ensayada por los marxistas, me parece absurdo. En relación a la propiedad bajo control estatal, la experiencia comunista fracasó [por ser una vertiente degenerada del mutualismo, quizá motorizada por la envidia que el soberbio Marx sintió hacia Proudhon].

¿Qué es el Estado sino [lógicamente] una entidad que, sin los ciudadanos o nacionales, no tendría existencia jurídica? La tesis de la abolición real de la propiedad, según ideó Pierre Joseph, implicaría renunciar a la responsabilidad individual: asunto artificioso, inconcebible y contrario a la libertad por su condicionamiento. La disolución real de la propiedad, para cederla al Estado, implica su transferencia a quien gobierna y representándolo de facto o por decisión de minorías de ciudadanos. Yo le habría dicho al pensador mutualista que es posible abolir la institucionalidad de gobierno, que aventajados ejercen con el propósito fundamental de apropiarse de las riquezas públicas [sin que desaparezca el Estado] . Similar a sus meditaciones sobre la Ley, el autor de Filosofía de la miseria (1846) imprime cierto tono confuso a sus percepciones de la propiedad. Analice el lector lo siguiente:

«[…] De la distinción de la posesión y de la propiedad, nacen dos especies de derechos: el jus in re, derecho en la cosa, por el cual puedo reclamar la propiedad que me pertenece a cualquiera en cuyo poder la encuentre; y el jus ad rem, derecho a la cosa, por el cual solicito que se me declare propietario […] Esta distinción de jus in re y deljus ad rem es fundamento de la conocida división del posesorio y del petitorio, verdaderas categorías de la jurisprudencia, pues la comprenden totalmente en su inmensa jurisdicción. Al escribir estas páginas contra la propiedad, insto en favor de toda la sociedad una acción petitoria, pruebo que los que hoy nada poseen son propietarios en igualdad de condiciones con los que todo lo poseen. Pero, en vez de pedir que la propiedad sea repartida entre todos, solicito que, como medida de orden público, sea abolida para todos […]» (01)

Hábilmente, Proudhon alude dos importantes «categorías del derecho»: el «jus in re» y el «jus ad rem». Pretende demostrar que, ulterior a la formalización de un petitorio y al serle automáticamente negado [por su osada naturaleza], la propiedad se vuelve robo: el propietario ladrón y el Estado, mediante el gobierno, cómplice del atentado criminal contra los desposeídos, sin discriminar más o menos miserables.

Cuando adviertas que estás insólita e inexplicablemente aquí, procura prepararte para tu partida del Universo persuadido que nada distinto a la ilusión de existencia y propiedad rigieron tu vida. Admiro la inteligencia que exhibió Pierre Joseph Proudhon, algunas entre sus inflexiones de modo al disertar. Fue -sin dudas- alguien dotado de excepcional lucidez para igual torcer la naturaleza del Ser Humano. En el curso de un siglo en el cual todavía los hombres se creían descendientes de los dioses, y cuyos pensadores intentaban sin éxito salvarse de un falaz purgatorio hostigando infieles, escépticos y [científicos] visionarios, la tesis de la «libertad», «igualdad» y «fraternidad» que propugnaron los intelectuales de la Revolución Francesa devino en bestia de probeta: que, en el naciente Siglo XXI, resucita.

Sostengo que los ciudadanos del Mundo debemos persuadirnos y convencer a nuestros parientes o allegados que podemos vivir sin la fracasada Institucionalidad de Gobierno. Los recursos de las naciones pueden ser, de forma perfecta, administrados por expertos a los cuales se les estaría prohibido convertir las finanzas públicas en inmensas y secretas partidas presupuestarias que inescrupulosos funcionarios manejen a su antojo. Firmaríamos contratos revocables a quienes demuestren ser los más aptos y probos para manejar nuestras riquezas, mujeres y hombres excepcionales, sin pretensiones mesiánicas ni de liderazgo político. Podríamos vivir sin gobiernos, con administradores federales y propietarios en tránsito.

NOTA

(01) PROUDHON, Pierre Joseph: ¿Qué es la Propiedad? Ediciones Orby. Barcelona, España, 1985.

@jurescritor

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