El 22 de octubre de 2023, mientras en Venezuela se votaba en la elección primaria de la oposición democrática, Nicolás Maduro asistía en Palenque, ciudad mexicana en el estado de Chiapas, célebre por una zona arqueológica considerada de las más importantes de la cultura maya, a una cumbre sobre migración identificada con el prometedor título de “Por una vecindad fraterna y con bienestar”.
La invitación correspondió al entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que aceptaron también los mandatarios de Colombia, Gustavo Petro; de Cuba, Miguel Díaz-Canel; de Honduras, Xiomara Castro; y el primer ministro de Haití, Ariel Henry. La foto de rigor los atrapó sonrientes, con los caballeros usando todos guayaberas blancas. No muy lejos de allí las caravanas de migrantes proseguían su ruta hacia el norte, después de dejar atrás el Darién. Un flujo sin precedentes, según constató la Organización Internacional de Migraciones (OIM)
Hubo, por supuesto, una Declaración de Palenque, a la que se sumaron otras cuatro naciones que enviaron representantes, en la que se prometió un plan de acción para impulsar el empleo digno, la autosuficiencia alimentaria, la protección del medio ambiente, la seguridad energética, el comercio, la inversión y el combate al crimen organizado (sí, todo eso lo firmó Maduro) y, por supuesto también, se rechazaron las “medidas coercitivas” que afectan a poblaciones enteras y se le pidió a los países de destino (uno solo, que es además el de las “medidas coercitivas”) “la ampliación de las vías regulares, ordenadas y seguras de migración con especial énfasis en la movilidad laboral y promover la reintegración y el retorno de los trabajadores temporales”. El país de destino no fue convocado a la cita. La inclusión vaya por delante en la “vecindad fraterna”.
Resultaría interesante conocer cuánto se avanzó en el plan de acción de la Declaración de Palenque, es decir, lo que correspondía hacer por este lado para frenar el flujo migratorio. En el caso venezolano, que es el de nuestro primer interés, seguimos tan en el limbo como en 2023, con el agravamiento del irrespeto a los derechos humanos y a la soberanía popular. ¿Será esa también una causa de la migración?
Así lo piensa, al menos, Amnistía Internacional, que produjo una carta abierta a los mandatarios de la cumbre recordándole la protección de las personas en movilidad (antes de llegar a destino), “especialmente de aquellas obligadas a salir de sus países debido al deterioro de la situación de los derechos humanos”. AI también planteaba a la Cumbre de Palenque incluir la solicitud de suspender las deportaciones “en particular” de personas venezolanas y haitianas. Un retorno forzado a casa, se sabe, no es para nada aconsejable bajo el yugo de Nicolás Maduro.
Las deportaciones son ahora el plato fuerte de la administración de Donald Trump II en sus primeros nueve días de mandato, que como Don Corleone hace ofertas que no pueden ser rechazadas. O corres o te encaramas, para decirlo en argot local. Más de 600.000 venezolanos están en peligro de ser deportados en los próximos meses de confirmarse la decisión de revocar la extensión de lo que se conoce como Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) autorizada por en su momento por Joe Biden. Los TPS se concibieron para la protección de migrantes que salen de países como Venezuela, inestables, inseguros, peligrosos.
Palenque era letra muerta cuando se firmó -ni a Maduro ni a Díaz-Canel, dos de los convidados, les interesa la suerte de los exiliados- y no servirá ni para detener el flujo de migrantes (buscarán, quizás, otro destino por ahora) ni para contener la avalancha de Trump con su “Quédate en México”, tan despreciable y de consecuencias aún imprevisibles.
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