Dr. Antonio De Lisio (Profesor Titular, UCV)
El extenso derrame petrolero que afecta las costas de los estados Carabobo y Falcón, es una prueba más de la necesidad de dejar atrás el modelo rentista extractivista, que aunque declinante no deja de ser una amenaza letal para la naturaleza y la sociedad. Quienes se han empeñado anacrónicamente en sostenerlo, nos condenan a continuar anclados a una visión de desarrollo se requiere superar cuanto antes. La nueva afectación del Parque Nacional Morrocoy, hay que agregarla a la larga lista de los cuantiosos pasivos socio-ambientales extractivistas acumulados a lo largo de un siglo de explotación petrolera. Este listado se amplia de manera protuberante con los impactos ambientales, en muchos casos irreversibles, ocasionados por la minería en áreas de gran fragilidad geológica y ecológica de los Estados Amazonas y Bolívar. Aquí la depredación, especialmente aurífera, está acabando con el patrimonio natural intergeneracional de territorios predominantemente boscosos, megabiodiversos, surcados por caudalosos ríos y asiento milenario de pueblos originarios. La voracidad minera, también está causando graves transgresiones socio-ambientales en el Parque Nacional Sierra de Perijá y otras Áreas Naturales Protegidas en Los Andes, Cordillera de la Costa, Llanos y Delta. Se ha conformado toda una geografía de la laceración ecológica, paisajista y social.
La distopia minero-petrolera que estamos viviendo es la expresión más abrupta del ejercicio del poder contranatura ejercido contraviniendo las obligaciones constitucionales del Estado de ordenar sustentablemente el territorio nacional y garantizar un ambiente sano, seguro y ecológicamente equilibrado para todos los venezolanos. La desatención de estos mandatos soberanos está en la base de la Emergencia Humanitaria Compleja de un país que hoy es el más empobrecido de las Américas, a pesar de la disponibilidad -entre otros soportes naturales básicos de bienestar humano- de tierras con capacidad agrícola y pecuaria, áreas para la pesca marina y continental, agua para el consumo humano, energías renovables, en cantidades envidiables a nivel planetario. En el mundo nadie se explica que con estas fortalezas, la mayoría de los venezolanos registren graves déficit de consumo de proteínas de calidad Igualmente causa asombro la gran cantidad de hogares que pasan semanas sin suministro de agua potable por tubería, poniendo hoy en riesgo las prácticas preventivas recomendadas contra COVID-19. De manera similar, son injustificables los apagones permanentes, que han convertido en una quimera la alternativa de la educación virtual para disminuir los contagios de la pandemia y ponen a riesgo mortal la hospitalización de los casos graves.
Frente a este desastre que vivimos, claro que urge un cambio en la conducción del país, pero no sólo se trata de nuevos rostros; se necesita también, en el marco de la Constitución y los compromisos internacionales contraídos por la República, avanzar hacia el país, sustentable, apalancados en las oportunidades que la naturaleza venezolana aún hoy nos ofrece, pesar de la continuada y alevosa destrucción a la que ha estado sometida, Los investigadores, estudiosos, especialistas, planificadores y activistas del campo ecológico y ambiental, hemos venido haciendo esfuerzos desde las Universidades y ONG para la fundamentación y divulgación de propuestas de desarrollo duradero alternativo para el cambio político venezolano. Le hemos insistido a quienes intentan liderar este proceso que frente la encrucijada histórica de transformación del insustentable modelo productivo extractivista rentista, no tiene cabida un juego de tronos “gatopardianos” para continuar con peor de los mismo. Hemos dejado en claro que sin sustentabilidad ambiental sencillamente el país no tiene futuro. Queremos creer que finalmente hemos avanzando en nuestro empeño.
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