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¿Cuánta seguridad?

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Seguridad y libertad. Hace siglos que el pensamiento filosófico y político reflexiona y actúa conforme a la disección de esta dicotomía, que constituye la base de nuestra convivencia social. Los ciudadanos son conscientes de que la seguridad absoluta no es posible (A. Camacho, 2009). Podría añadirse que tampoco la libertad absoluta. Las reglas democráticas adoptadas por los pueblos sirven para garantizar y acotar derechos y libertades.

En América Latina esta dicotomía parece resolverse cíclicamente en sentidos diversos. En los últimos años, siguiendo caminos ya trillados a lo largo de la historia en otros continentes, en los que los ejemplos han supuesto periodos oscuros para las libertades democráticas, aparecen inquietantes ejemplos. La combinación entre inseguridad ciudadana y hartazgo del sistema político, asiduamente trufado de corrupción, en lo que no es ajena la poderosa mano del narcotráfico, genera movimientos políticos y resultados electorales cuya premisa esencial y casi única es la seguridad. Los ejemplos de Bukele, Noboa, Bolsonaro y Milei, cada uno con sus especiales características, lo atestiguan.

La deriva de la seguridad absoluta, que olvida su imposibilidad, ha tenido un espectacular desenlace en el episodio de asalto a la legación diplomática mexicana por parte de las fuerzas de seguridad de la República de Ecuador. No interesa ahora establecer o recordar las transgresiones evidentes al Convenio de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, pero si recordar la «justificación» del gobierno ecuatoriano, que señala la razón de la seguridad y en especial la persecución a un delincuente, que había obtenido asilo político por parte del gobierno de los Estados Unidos mexicanos. La sospecha de conspiración política parece obvia, aunque también la justificación de lucha contra la corrupción y la delincuencia.

El nuevo presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha querido dar una imagen de firmeza en la lucha por la seguridad y contra el delito y ha ordenado detener a Glas, a quien califica de delincuente y no de preso político. Glas fue vicepresidente de Ecuador entre 2013 y 2017 con Rafael Correa, condenado a su vez por corrupción a ocho años de prisión.

Muchos ciudadanos piensan que primero ha de ser mi seguridad, luego los derechos humanos. Esta falsa oposición esconde la limitación de la libertad del individuo, aunque temporalmente sea salvado de situaciones límite.

La política de seguridad tiene que ver con varios aspectos, todos ellos esenciales para el bienestar ciudadano. En las sociedades democráticas, la seguridad no puede ser entendida en términos de oposición o de limitación de la libertad, ambas son indisociables (Velázquez, 2009).

Enumeremos algunos de estos aspectos. Fuerzas de seguridad suficientes en número, según los habitantes del país y no demasiado subdividida en corporaciones distintas. Probablemente sea positivo contar con más de una policía, atendiendo a la tradición histórica de cada uno de los países. Muchas organizaciones policiales conviviendo pueden constituir un problema de enfrentamiento y de ocultación de datos por lo que es provechoso igualmente contar con bases de datos comunes.

Los policías deben estar bien pagados: si no lo están, como ocurre con mucha frecuencia en los países latinoamericanos, la puerta de la corrupción se agranda y el servicio a los ciudadanos desaparece. En algunos países es conocido cómo el control policial es sinónimo de mordida o propina para los gastos policiales.

Un régimen disciplinario estricto y eficaz es también un requisito importante, tanto para proteger a los ciudadanos de un comportamiento policial especialmente ineficaz o corrupto, como para exterminar prácticas de corrupción o de comportamiento brutal o inadecuado.

De la seguridad en el interior de los países es posible trasladarse a la seguridad mundial. Motivo de preocupación desde hace tiempo por la existencia de dos guerras en el mundo, que no cesan de incrementar su gravedad. El conflicto ucraniano empuja a los países europeos a multiplicar sus gastos en defensa y fortalecer la capacidad armamentística de la OTAN. La posición en favor de la negociación de Habermas parece aún minoritaria. En el caso de la guerra de Gaza, tras la intervención de Irán, espectacularmente neutralizada por Israel con la ayuda de Estados Unidos, Inglaterra, Jordania, Turquía… vivimos en una situación en la que las noticias no son de mejoría sino de incremento de la tensión, cuando ya parece casi normal que cada día haya varias decenas o centenas de muertos en la Franja.

Solo fortaleciendo los organismos internacionales, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial, podremos poner coto a transgresiones al derecho internacional, como el episodio de la Embajada de México en Quito o los conflictos de Oriente Medio y Ucrania. No parece que la humanidad deba entrar en un nuevo periodo bélico a gran escala en el que todos saldremos perjudicados. Todo ello cuando Occidente está perdiendo con rapidez poder económico y político (Zapatero,2024). Más bien sería necesario aunar esfuerzos para combatir derivaciones no deseadas de la utilización de la inteligencia artificial o colaborar en la lucha de otras pandemias que puedan azotar a la humanidad.

@velazquezfj1

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