Muchas veces hemos enfrentado un efecto frecuentemente vivido, cuando sentimos desmotivación para poder continuar posponiendo las tareas importantes que debemos realizar, así como asuntos pendientes por diversos motivos. Puede ser que no nos agraden o requieren de nuestro esfuerzo o dedicación. A eso se le denomina procrastinación. Consiste en un postergamiento voluntario, que si no es manejado de forma acertada puede traducirse en consecuencias negativas y limitantes, para quienes se dejen atrapar por ese callejón sin salida.
Sin embargo, es cierto además que al caer en esa situación resultado de una conducta consciente, pero que nos afecta, pues sabemos que estamos fallando y evadiendo nuestra responsabilidad, nos urge la necesidad de tomar medidas al respecto. Es relevante aclarar que se trata de una condición emocional ocasionada por estados de ánimo negativos, tedio, ansiedad, frustración, resentimiento, manifestados al enfrentar ciertos desafíos. Estas circunstancias nos llevan a dejarnos dominar por esas emociones, en vez de realizar dichas tareas.
Definitivamente, es vital cambiar nuestra actitud y adoptar la decisión de efectuar eso que estamos evadiendo sin retrasarlo más, en especial si se trata de algo que en realidad deseamos cristalizar, una meta, un emprendimiento o cualquier otro propósito que nos hayamos planteado. Así, ayudamos a llenarnos de optimismo, del espíritu que exige, pues esta disposición es fundamental para avanzar y lograr el éxito.
Este comportamiento se relaciona con el bajo nivel de identificación que tenemos con esas tareas, que nos resultan aburridas, poco placenteras o con limitantes internas, como las dudas, baja autoestima, poca seguridad en nosotros mismos, que nos hacen cuestionar nuestras capacidades. De esta manera, cada vez que retomamos la idea con el fin de ejecutarla se incrementa la ansiedad, el estrés, el sentimiento de culpa y demás emociones negativas presentes en nosotros.
No olvidemos entonces que podemos hacer un esfuerzo por combatir la procrastinación, ya que postergar asuntos pendientes y obligaciones que puedan ser determinantes en nuestro desarrollo o crecimiento, bien sea personal o profesional, puede resultar frustrante y nos impide encontrar oportunidades que podemos aprovechar. Sin duda, este es el gran enemigo de los que desean ser exitosos.
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