Cuánta razón tenían los asesores de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992 en Estados Unidos, cuando pusieron de moda el mantra “es la economía, estúpido”, pero se quedaron cortos, puesto que, si después de 51 años de inestabilidad económica –desde cuando se repudiaron los acuerdos de Bretton Woods en 1971– le aplicamos la primera derivada “metafóricamente” a ese acertado mantra electoral –emulando a la física, con la función matemática que describe la posición en el espacio de un cuerpo o partícula respecto al tiempo– podemos obtener una nueva expresión que afirme “es el dinero, estúpido” y si volvemos a derivar esta oración en “forma metafórica”, obtenemos como resultado otra afirmación que nos indica “es la especulación, estúpido”, que es el tema de este artículo, cuando la economía a nivel global está colapsada y se dirige a una recesión, por efectos de la burbuja de liquidez, la inflación y la devaluación de las divisas fiduciarias, que están arruinando a la mayoría de los ciudadanos y a las naciones del planeta, con el riesgo inherente de desencadenar una guerra mundial de tipo nuclear, para tratar de reiniciar un sistema económico colapsado, por malas praxis en los paradigmas: monetarios, financieros y cambiarios.
Para empezar, debemos entender que según el filósofo griego Aristóteles, una de las tres funciones del dinero es ser unidad de mantenimiento de valor, siendo que en tiempos modernos podemos considerar que, el Valor del dinero es la relación entre el producto interno bruto y la liquidez monetaria, de tal manera que a menor PIB y a mayor liquidez, el valor del dinero es menor y cuando esta situación ocurre, aparece la inflación –pérdida del poder de compra del dinero–, siendo que la situación ideal para mantener el valor del dinero constante y por ende sin inflación, es que cada una de las variables PIB y liquidez, aumenten o disminuyan en la misma proporción, para que haya un equilibrio en los mercados, donde la oferta agregada sea igual a la demanda agregada y la relación entre estas dos funciones macroeconómicas sea igual a 1.
Existen dos tipos de mercado, el mercado de contado o spot y el mercado de derivados o futuros, siendo que en el mercado de contado se intercambian bienes y servicios reales, mientras que en el mercado de futuros se intercambian activos ficticios, que no se corresponden con la existencia de ningún bien o servicio real, de tal forma que ahí los especuladores pueden vender y comprar activos financieros que no existen ni existirán jamás, que solo usan las fluctuaciones de los precios de los activos subyacentes en los mercados de contado, para obtener beneficios sin trabajar ni producir nada, abriendo y cerrando contratos de futuros antes de su vencimiento, pero sin que haya nada real que se intercambie, excepto dinero, en un juego de suma cero, donde lo que ganan algunos lo pierden otros, como en una especie de garito o casino, lo que a su vez hace que los bancos comerciales creen mucho dinero ficticio adicional a la base monetaria y en cantidades astronómicas, para prestarlo a través de la banca de inversión a los especuladores, que apuestan grandes montos de dinero que no tienen, para comprar o vender activos que no existen, mediante un mecanismo llamado apalancamiento, en proporciones de 1 a 10 o hasta 1 a 100, siendo que con ese juego financiero la liquidez se expande de manera exponencial sin que haya contrapartida del PIB y por esa razón el valor del dinero tiende a cero inexorablemente, produciendo inflación y las devaluaciones continuas de todas las monedas.
Para entender estos conceptos que no son ciertamente triviales, utilizaré dos ejemplos relacionados con materias primas tan importantes como son: el trigo, el petróleo, el gas y el oro o con las divisas como es el euro: si un especulador cree que el precio del petróleo subirá –también aplica para trigo, gas u oro– decide abrir un contrato a futuro para comprar una cantidad inexistente de barriles de petróleo de cierta calidad a un precio y fecha de vencimiento específicos, entregando como garantía una centésima parte del costo total –mediante apalancamiento– de tal manera que, al transcurrir los días, como ocurren diariamente variaciones en los precios, cuando este especulador decide que el precio está lo suficientemente alto, hace un contrato futuro de venta sin esperar el vencimiento de su compra –cierra su posición– y obtiene una ganancia considerable por esta operación. En contrapartida, si el precio del crudo baja, también puede obtener pérdidas que lo lleven a la quiebra, pero como su “cartera de inversión” esta diversificada, pues consta de diferentes tipos de activos ficticios, de tal forma que si pierde en algunos contratos de futuros lo compensa con la ganancia en otros y así logra mantenerse y progresar, viviendo de la especulación con futuros de activos inexistentes.
Por otra parte, si el especulador cree que la tasa de cambio del euro bajará, decide hacer un contrato para vender un monto inexistente de euros a una tasa de cambio y fecha de vencimiento específicos, entregando como garantía una centésima parte del costo total, de tal manera que, al transcurrir los días, como ocurren diariamente variaciones en los tipos de cambio, cuando este especulador decide que la tasa de cambio está lo suficientemente baja compra futuros de Euros sin esperar el vencimiento y obtiene una ganancia considerable por esta operación, donde su beneficio obtenido es el precio total de la venta menos el precio total de la compra.
Como el dinero obtenido por estos mecanismos fraudulentos es abundante y fácil de ganar, parte del capital se dirige a la compra de activos reales, sin que importe el precio, presionando la demanda y esto conduce a la inflación de esos activos físicos, con lo cual los especuladores se hacen los amos del mundo y, por tanto, pueden colocar a los gobernantes que les garanticen la continuidad de sus negocios a perpetuidad, aunque no sirvan ni resuelvan nada.
La especulación se basa en las fluctuaciones o volatilidad de los precios que representan riesgos y por esa razón, debido a que la generación del caos genera incertidumbre y temor, no conviene a los efectos especulativos, mantener a la economía en estabilidad, ni a las naciones en paz y así es como aparecen: apologistas de las guerras e invasiones, enemigos de la paz, seudo líderes que odian la diplomacia para poner fin a los conflictos, terroristas camuflados y por último, enemigos de sistemas monetarios honestos como era el antiguo patrón oro, que no permitía expansiones de liquidez de la nada, ni variaciones permanentes de precios –del tipo montañas rusas– lo que mantenía bajas inflaciones, incentivos al ahorro, la inversión y la producción, con monedas que conservaban su valor con el paso del tiempo.
La racionalidad del mercado, que debería sustentarse por las leyes de Oferta y Demanda no funcionan en la economía zombi actual, con los precios de los activos subyacentes, porque la oferta es manipulada, ofreciendo cantidades inexistentes y astronómicas de productos, como por citar uno, es el oro futuro o en papel, que no existe ni existirá jamás (oro del moro) y por otra parte, los bancos centrales y comerciales se encargan de producir dinero ficticio, sin valor y en cantidades astronómicas, siendo también que se genera con ello una demanda ficticia y entonces, con curvas de oferta y demanda irreales, lo que quedan son precios volátiles y fantasmales o zombis, que se usan por los especuladores o supuestos inversores, para comprar muy barato y vender bien caro, apalancados por los créditos bancarios, siendo que quienes: trabajan, estudian, investigan, ahorran, invierten y producen en la economía real de forma honesta, son considerados como estúpidos, por quienes obtienen grandes beneficios sin trabajar ni producir nada, viviendo como parásitos o vampiros económicos a costa de los demás y sin que les importe lo que ocurra con los ciudadanos, las naciones del mundo o incluso con la vida en la tierra.
Para tener una ligera idea de lo que representan los mercados de futuros, para el año 2020 el monto de los contratos de derivados en la Unión Europea era 52,2 veces su PIB, pero esto ocurre en los diversos mercados del mundo y “de esos polvos vienen estos lodos”, pero por otra parte, cuando las economías de los países colapsan, la historia nos enseña que hay riesgos de que se recurra al belicismo, para crear una causa de fuerza mayor y no honrar las deudas astronómicas y los compromisos adquiridos de manera irresponsable, cuando algunos pocos creyeron que podrían vivir eternamente especulando, pues la mayoría de los bancos de inversión a nivel global están actualmente atiborrados de activos financieros basados en productos derivados o contratos de futuros.