Hace apenas unas semanas, en esta misma columna, nos preguntábamos si Venezuela saldría de la OEA por propia decisión o si su gobierno sería botado de la organización. Hoy la pregunta está casi respondida pudiéndose afirmar que hay un poco de cada extremo.
Es cierto que la OEA durante mucho tiempo sirvió a los intereses hegemónicos norteamericanos en la región, por lo cual algunos la calificaron como el “Ministerio de Colonias” de Estados Unidos. A esa etapa siguió la de la paralización casi total con motivo del amanecer populista/izquierdista registrado en el continente. Hoy día parece que la organización –de la mano de su secretario general– asume un papel activo en defensa de la democracia continental en cuyo rescate han comprometido esfuerzo y peso político un número suficientemente importante de Estados como para ya estar dando un vuelco al estatus que hasta hace poco prevalecía. Tal evolución no es ni más ni menos que el reflejo del cambio de humor político que desde hace unos tres años se viene registrando en el continente con la elección democrática de varios gobiernos no afectos al libreto del “socialismo del siglo XXI” que tuvo su apogeo durante la vida de Chávez y la profundidad del dadivoso bolsillo venezolano permitido por el auge de los precios petroleros. Esta transformación resulta del hecho de que se trata de una organización que reúne gobiernos. Siempre fue así.
Es en este marco donde la conducción desesperada –y consecuentemente improvisadora y cuasi-demencial– de la política exterior venezolana exhibe sus mayores bochornos y contradicciones habiendo llegado a un punto en el cual la presencia de la representación de nuestro país despierta lástima y burla generalizada en los pasillos de la OEA y otros foros mientras al mismo tiempo algunos tarifados (Petrocaribe) y compañeros de trasnochada ruta (ALBA) mantienen alguna solidaridad cada vez menos vociferante. Parecería que solo Nicaragua y Bolivia nos acompañan hasta el cementerio. Habrá que ver si alguno se arroja al hueco cuando llegue la hora de las chiquitas. Ratas y otros bichos ya están abandonando el barco como medida de precaución sanitaria. Solo falta mirar quién vota cómo.
El 3 de abril la pobrecita Delcy y su escudero Moncada recibieron tremendo palo en la recordada sesión de Consejo Permanente en la que pese a todo el saboteo “bolivariano & Co.” se llevaron tremendo regaño.
Esta semana que termina el palo volvió a sacudir sin piedad las espaldas del pobre Moncada, a quien esta vez se percibió como novillo que sabe que va para el matadero. Ya no se portó como el matón de barrio haciendo “bullying” sino que se limitó a criticar lo que él y todos sabíamos que era un “fait accompli”: la propuesta de una reunión de cancilleres para abordar en forma definitoria el tema de la crisis venezolana. La respuesta fue la amenaza de iniciar el procedimiento de retiro de la OEA, más o menos parodiando aquello de que “de mejores logares me han botado” (¿Mercosur…?).
Lo que define el rumbo elegido como demencial es el hecho de que el gobierno venezolano que califica como nula, írrita, injerencista, colonial, etc., la posibilidad de una reunión de cancilleres dentro del marco de la OEA, casi que el mismo día convocó a una reunión de cancilleres de la Celac que ni más ni menos tiene los mismos miembros de la OEA, salvo que Estados Unidos y Canadá no son miembros y Cuba sí lo es. Los restantes treinta son los mismos que reunidos bajo el marco de la Secretaría General conducida por Almagro (que no tiene voto) sesionan en forma irregular según el duo Delcy/Moncada. Cómo será de loca la propuesta que hasta el propio país que preside la Celac en este período (El Salvador) se abstuvo, y eso que su actual gobierno no es precisamente aliado de Washington. En definitiva: la Cancillería venezolana cree o supone que los mismos ministros que se reunirían en Washington mañana decidirán lo contrario a lo que votarían en El Salvador dos días después. Es cierto que la política depara insólitos compañeros de lecho, pero ¡“ni tan calvo ni con dos pelucas”! Y, por si fuera poco, esta misma semana el ministro Jesús Faría ¡¿acaba de cerrar un importante entendimiento económico con el Banco Interamericano de Desarrollo?!
Es evidente que de lo que se trata aquí es de pegar un último manotazo de desespero para desviar la atención hacia un enemigo externo lo cual es un muy socorrido recurso político (no exclusivo de gobiernos autoritarios). Ocurre sin embargo que esta semana la cesta familiar promedio superó el millón de bolívares, lo cual pone al pueblo en la necesidad de ocuparse de lo básico y no del análisis de los conceptos de soberanía, autodeterminación, tutelaje imperial, injerencia y demás nociones que fueron centrales en el derecho internacional de hace bastantes décadas y que la terca realidad se ha encargado de modelar y actualizar en este siglo XXI donde lo que predomina es la globalización y no el discurso de pasados héroes cargados de merecidos laureles pero ya superados por la indetenible evolución de las ideas y las realidades de hoy.
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