Por Antonio De Lisio, profesor titular de la UCV
El 28 de enero pasado se realizó el foro virtual “Buenas prácticas de sustentabilidad en Venezuela”, que bajo el auspicio académico de la Dirección de Sustentabilidad de la UCAB permitió presentar y discutir una muestra representativa de todas las acciones y proyectos que la sociedad civil organizada, las universidades, las alcaldías y las empresas desarrollan exitosamente, con incidencia local, a pesar de la involución social, económica, política del país en estas primeras décadas del siglo XXI.
En el evento se inscribieron alrededor de un centenar de personas, que se conectaron desde diversos puntos de nuestra geografía, venciendo en muchos casos las adversidades de la nefasta combinación del Internet más precario y el servicio de electricidad que más fallas diarias presenta en el ámbito latinoamericano. También, se registraron participantes del exterior, que hacen parte de ese contingente de venezolanos que conforman la diáspora, del creciente flujo emigratorio que este año debe superar el éxodo de los sirios. Pero mientras estos salen de un país fracturado por una guerra civil, los venezolanos huyen del colapso, del fracaso de un proyecto político que ha incumplido con las promesas de justicia social y prosperidad que ofreció cuando llegó al poder hace veinte años.
El encuentro discurrió sobre casos concretos y replicables de habitar, producir, consumir, movilizarse, en fin, de vivir de manera sustentable, con participación y corresponsabilidad ciudadana en la implementación y apropiación social de los procesos de Innovación y Desarrollo (I&D), dirigidos a lograr progreso y bienestar humano con y no contra la naturaleza. Las experiencias presentadas atendieron diversos asuntos: uso del agua de lluvia para el consumo humano, los techos y en general la arquitectura verde, el reciclaje de los desechos urbanos, la cestería indígena, las posadas ecoturísticas, la valoración de servicios ecosistémicos en parques nacionales, la defensa los derechos ambientales y la implementación de la Agenda 2030. Tomados en su conjunto, muestran que en Venezuela tenemos con qué iniciar el camino de la sustentabilidad que el mundo se busca con gran afán. Se trata de las alternativas, que nos indican cómo dejar atrás el anacrónico modelo rentista petrolero, totalmente inviable ante la necesidad civilizatoria de mitigar el calentamiento global. Igualmente, el foro permitió plantear que la minería del oro, que propicia el empobrecimiento de las comunidades y la devastación ecológica, agrava el colapso económico del país. Pero más que en las denuncias, se enfatizó propositivamente en mostrar y compartir las soluciones que tenemos a la mano para lograr el hábitat sostenible, la economía circular, la gobernanza ambiental, que propician el manteamiento de las funciones ecológicas fundamentales para la biosfera y por lo tanto para la especie humana.
El evento logró un “baño” de optimismo. Los asistentes ratificamos que no estamos condenados al círculo vicioso de: destrucción de la naturaleza-empobrecimiento humano-incremento los pasivos sociales y ecológicos. Pero para salir de esta catastrófica oclusión es imprescindible esforzarnos en lograr el cambio profundo, no basado en el “quítate tú pa’ ponerme yo”, sino en la activación de las fuerzas políticas y sociales convencidas en la necesidad que tiene el país de entrar finalmente al siglo XXI, que o es futuro ambiental y sustentable o es estancamiento, cuando no retroceso, implícitos en el empeño de seguir en “peor de lo mismo”.