Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.
Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria
A propósito del Día Internacional del Agua
Por Neida de Newman y Pablo Kaplún
Ser miembro del Equipo Técnico Asesor del programa más maravilloso que ha tenido el Diseño Curricular Venezolano ha sido un privilegio, ser protagonista de esta comisión otro. Ese programa era los Centros de Ciencia Tecnología y Educación Ambiental (CCTEA). Lo conformaba una directiva a nivel nacional que monitoreaba el trabajo en todos los estados dirigido especialmente a niños jóvenes y comunidad organizada, con docentes verdaderamente comprometidos y entregados, pudimos entender que el mejor laboratorio para la investigación es el aula abierta, el trabajo de campo, el patio, el sendero, la plaza, el jardín.
Este honor le correspondió a un destacado docente curioso, simpático, correcto, incansable. “Bienvenidos todos, ¿cómo están?…”, entonado como melodiosa canción, era la forma de recibirnos Benito, para luego soltar una anécdota y luego otra, cada una cargada de mensajes y moralejas muy originales para los muchachos, nadie parpadeaba, todos atónitos con una gran sonrisa escuchaban a este locutor contar sus vivencias las de sus colegas, y así transcurría el tiempo entre actos cívicos, culturales, entrega de detalles, refrigerios, nuevos amigos y la disertación de los proyectos de investigación.
Benito Moreno, nativo de La Mucuy Baja, en las cercanías del pueblo de Tabay (Mérida) el hombre de ética, pudo amar sin fronteras este trabajo, mezclarse con el acontecer educativo, en tantos años de ir y venir suficientes para que hasta hoy pueda ser una leyenda viva, como así lo demuestra el ser tan querido y apreciado. Tan entusiasta es Benito que, luego de haber sido docente en Táchira, San Carlos de Cojedes y otros rincones del país y recorrer incluso el contexto internacional con una estadía en Francia, regresó al estado Mérida por cosas más vinculadas a aceptar el destino que por proponérselo. Casado con otra gran maestra merideña se queda y se vuelve a enamorar, pero esta vez del rol de docente-directivo, para llegar a cofundar el Liceo Armando González Puccini en calidad de subdirector, al tiempo que se acercaba a cada aula para encantar a los muchachos con la medicina natural, la vegetación, la montaña, la neblina, la majestuosidad de los picos andinos, nuestra ULA y tanto más en qué ocupar a los adolescentes. De jubilado, no cesó de seguir con esa capacidad de seguir educando con contagiosa alegría en escuelitas, liceos y maestros directores comenzaron a reconocerlo como fuente de permanente inspiración. Así aumentó su vínculo con los CCTEA y fue invitado a participar como persona especial en sus encuentros y convenciones.
Así seguiría Benito viajando por todo el país, modestamente, con una pequeña maleta y una mochila; se involucraba con el bullicio y era el mejor promotor de las reglas de los encuentros y convenciones: con la rigidez de un horario mañanero muy militar Benito, al sonar la diana ya estaba en el patio central esperando al grupo estudiantil, se confundía con ellos como un muchacho más. Así llegó a apadrinar decenas de encuentros pues era el primer elegido para que los encuentros llevaran su nombre, o servir de epónimo de cientos de CCTEA de las escuelas más apartadas. Siempre se ganó el respeto, la admiración; su carisma su buen sentido del humor, hizo ganar la simpatía de esa nutrida juventud que se enorgullecía de representar una institución, un estado y a un gran país. También su envidiable memoria, capaz de aprenderse poemas de solo leerlos como lo es el epígrafe de esta nota, fragmento de un poema del argentino Hamlet Lima Quintana. Benito, además, al recitarlos si se equivocaba enmendaba el error con un chiste, y aquello parecía parte del mismo texto original, solo que vivenciado.
Este 21 de marzo nuestro gran Benito cumplió 96 años y hablar con él es como revivir cada día de esos tan espectaculares, esos días en los que el olor a café recién colado nos reunía para contar quién había dado serenata, cual sería la temática o qué cosas bonitas conoceríamos. Una gran lucidez lo acompaña, una salud buena en medio de esos 96 años, los que siempre espera vivir con los cuidados que de mozo tuvo conciencia; nunca fumó ni consumió licor, dormía muy temprano para recargar las energías del siguiente día. Benito siempre pendiente de su familia, al llegar a cualquier lugar de una vez llamaba a “su esposita” -así la llamaba por cierto a la ya fallecida Dulce- y, muy orgulloso, narraba las vivencias y logros de sus hijos.
Hoy Benito Moreno el gran científico-ambientalista vive en Mérida, pregunta por todos sus amigos, por esos chamos con quienes tuvo muchísima conexión y que hoy, gracias a los Centros de Ciencia Tecnología y Educación Ambiental, andan regados por el mundo curtidos de bondad, respeto, solidaridad, conocimientos esos en que fueron educados para la vida y que tuvieron el honor de conocer a un gran maestro a un gran personaje. Sabemos que al homenajear a Benito y a los Centros de Ciencia, movemos por ejemplo, fibras en las ONG Tierra Viva y PROVITA, las que estos días han estado bien activas en la Acción Climática, las causas de la Amazonía y el pueblo Warao. Si los centros de ciencia no araron en el desierto, tampoco lo hacen estas nuevas formas de buscar hacerse escuchar, así todo parezca en contra y utilizan más la persuasión que la confrontación.
Feliz cumpleaños, querido Benito, en nombre de todo ese gentilicio académico, estudiantil que compartió escenarios tan bonitos, transparentes como el agua que, al publicarse esta nota, se exige internacionalmente que se atienda como prioridad fundamental, y que siga contigo la magia de la búsqueda del aprender haciendo, de las prácticas vivenciales y que demuestran al mundo que la investigación, el amor por la naturaleza, el reciclaje, la historia, la moral y las luces son las primeras necesidades de un ciudadano del mundo.
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