Apóyanos

Aproximación a Himnos a la noche (V)

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

El canto VI de los Himnos, de Novalis, es el único que tiene título: «Nostalgia de la muerte». En él, su autor, si bien habla más propiamente del morir físico, no deja de contraponerlo a la luz de la razón ilustrada: «Dejemos los imperios de la luz». En algún punto, Novalis dispensa un duro reparo contra el Siglo de las Luces: «El día, con su Sol, nos calentó, / una larga aflicción nos marchitó», y luego se gira sobre sí en dirección a lo trascendental: «Dejó ya de atraernos lo lejano, / queremos ir a la casa del Padre», unos versos que se emparentan con aquellos similares del canto I, justo después de hablar de la «luz»: «Pero me vuelvo hacia el valle, / a la sacra, indecible, misteriosa Noche».

Este es el canto en el que Novalis trabaja con mayor contraste las antinomias vida/muerte y mundo/eternidad. Luego de hablar de quienes peregrinan por el «mundo temporal» acosados por las «sombras de la noche», en una clara alusión a la fugacidad de la vida, se pregunta «¿qué es lo que nos retiene aún aquí?», verso que funge, como en el poema El Muro, de Fernando Paz Castillo, de lindero entre lo terrenal y lo celestial.

Aparece, entonces, uno de los versos más hermosos y profundos de los Himnos: «Ya no tenemos nada que buscar / harto está el corazón, vacío el mundo». La comprensión de estos versos no es posible sino de cara a los fragmentos publicados a finales del s. XVIII en la revista Athenaeum, en los que entra en relación con otra de sus sentencias: «Morir es una actitud genuinamente filosófica». El hombre que ha vivido para poetizar el mundo, ocupándose del «ensanchamiento de su existencia hacia lo infinito», puede acercarse a su muerte en actitud reflexiva.

Pero ¿cuál es dicha actitud para Hardenberg? En los fragmentos nos lo dirá: «No solo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa». Por consiguiente, quien se acerca a la muerte pensándola, sintiéndola y contemplándola experimentará el vacío del mundo y la plenitud del ensanchamiento «hacia lo infinito».

Ahora bien, este hartazgo del corazón no es solo satisfacción espiritual o regocijo pasional: en Hardenberg hay una relación entre el pensar/sentir y lo absoluto: «El pensador sabe hacer, de cada cosa, el todo. El filósofo se vuelve poeta. El poeta representa solo el grado más sublime del pensador o de aquel que, en vez de pensar, siente». Es el poeta el vínculo entre la razón y el todo por medio del sentir. En otras palabras, diríamos que el pathos —en la figura del poeta— es el intermediario entre el logos y el todo, y la muerte sería, para Novalis, el momento de mayor compactación sígnica, diríamos, poética.

Al término del canto VI, la voz poética desciende a encontrarse con la amada y con Jesús, cuando «el crepúsculo florece» y el sueño eterno —mencionados en el segundo y tercer canto— es la puerta al «seno del Padre». De ese modo, Hardenberg cierra los Himnos como una propuesta que comprende dos dimensiones.

Devolviendo nuestro análisis al centro del idealismo mágico y atreviéndonos a especular sobre los alcances de lo que Hardenberg se planteaba desarrollar —y que la muerte temprana le impidió—, podríamos sospechar que el sentido del quehacer poético de Novalis era actuar el misterio en el mundo (no solo contemplarlo) de tal manera que, una vez poetizado este —«espiritualizado», en términos novalisianos—, aquel sería divinizado nuevamente, esto es, restituido al seno de Dios. Como hemos dicho, sin embargo, es solo un ejercicio especulativo.

Sería válido, no obstante, preguntarse por la vigencia de los planteamientos de Novalis. Podríamos trazar una línea imaginaria que une —entre otros, seguramente— a Novalis, Hugo von Hofmannsthal y María Zambrano, un arco de va desde el idealismo mágico novalisiano hasta el sueño creador zambraniano, y que todavía puede ser traído a nuestros días en una moderna ontología del lenguaje poético. Quizás todavía quede pendiente el reparo novalisiano: «A nadie se le ocurre buscar fuerzas nuevas, nunca mentadas, ni escudriñar sus intrincamientos. Quién sabe qué clase de uniones y generaciones maravillosas están por llegar aún en nuestro interior».

@Jeronimo_Alayon

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional