¿Se ha preguntado usted alguna vez, amigo lector, cuál es el origen del nombre del mes de enero? ¿El inicio de cada año siempre se celebró el primer día de este mes?
Al intentar dar respuestas a estas preguntas tengo que consultar las fuentes de las distintas mitologías, libros añejos con un valor inigualable que no duermen en mis bibliotecas.
Comencemos por la primera de ellas, y ello nos obliga a remontarnos a la historia del dios Jano, quien fue el rey más antiguo del Lacio, natural de Tesalia.
Al llegar a las márgenes del río Tíber, los residentes de esos espacios naturales habitaban sin creencias en ningún dios y sin normativas legales de ninguna índole. Jano se trazó como uno de sus objetivos mitigar la acritud de sus tradiciones y de esta manera logró darle forma a una suerte de “ciudadanía”, al ofrecerles normas y permitiéndoles vivir los encantos de la inocencia, e inculcándoles el amor por la justicia y la honestidad.
Jano nació mortal, pero su historia está vinculada con Saturno, que, de acuerdo con la mitología griega, era descendiente de Urano (cielo) y Gea (tierra). En sus luchas por ser el rey de los Titanes, y cuando Zeus consiguió la victoria sobre estos, Saturno fue expulsado del Monte Olimpo y decidió ocultar su derrota en el Lacio. Allí mostró su arrojo y valentía, lo que le valió que Jano lo vinculara a su imperio.
Saturno, por otro lado, le brindó una sagacidad tan excepcional que podía discernir el pasado, el presente y el futuro. Jano ha sido representado con la imagen de un joven que posee dos caras, y, en algunas versiones, con cuatro. En su mano derecha exhibe una llave, puesto que fue él quien creó las puertas y en la mano izquierda un báculo para señalar el control que tenía sobre rutas y senderos. En cualquier ritual religioso, era el primero en ser llamado y se le tributaban sacrificios en los altares para rememorar los doce meses del año.
Le fue erigido un templo en su honor, el famoso Templo de Jano, construcción ubicada de manera estratégica en el núcleo del Foro Romano, un sitio simbólico que representaba el núcleo de la vida política, comercial y religiosa de la Roma Antiqua. Este templo sobresalía no solo por su simbología religiosa, sino también por su papel ceremonial, dado que sus puertas se mantenían abiertas durante períodos de conflicto y cerradas durante las épocas de paz.
Dadas todas las características señaladas de Jano, se le designó para que diera inicio al nuevo año. El mes de enero debe su nombre a Jano, y en español se tradujo del latín Ianuarius a Janeiro y Janero, dando lugar así a nuestro vocablo español «enero».
Para responder la segunda de las preguntas, referida al inicio del año, es necesario también recordar antiguas tradiciones.
No siempre se conmemoró la Nochevieja el 31 de diciembre. Para las civilizaciones que habitaban en Mesopotamia durante el año dos mil antes de Cristo, el nuevo año iniciaba en marzo, incluso en abril con la nueva cosecha.
El comienzo de la primavera propiciaba las celebraciones conocidas como «Akitu», que se prolongaban durante días, con el objetivo de revitalizarse espiritualmente. Además, se pedía por cosechas abundantes, fecundidad y prosperidad mediante celebraciones, que facilitaban todo tipo de excesos, independientemente de la situación social.
Durante la época del Imperio Romano, familiares y amigos se reunían con comidas llenas de rituales, dátiles, pasas, pasteles e higos, con el objetivo de darle la bienvenida al nuevo año de la manera más dulce que se pudiera.
Sin embargo, los festejos acabaron siendo una extensión de las festividades romanas paganas saturnales, llevadas a cabo en honor a Saturno, que tenían lugar entre el 17 y el 23 de diciembre. Simbolizando libertinaje, se festejaban al concluir las cosechas. Los esclavos no trabajaban, celebraban junto a sus jefes en incontables festejos, en un clima de gran permisividad. Era un período de gran descontrol y, al llegar el cristianismo, se propuso poner en orden las situaciones. Fue el papa Julio I quien estableció la Navidad el 25 de diciembre, como una estrategia para eliminar el desborde del paganismo. Además, establecieron tres días de ayuno al inicio del año. Las festividades saturnales permanecieron hasta el siglo sexto.
Debo recordar que antes de que fuese asesinado, Julio César realizó su reforma más persistente: eliminó el calendario romano, asesorado por el astrónomo Sosígenes de Alejandría. El calendario lunar fue sustituido por el solar de 365 días y 1/4, y el calendario renovado, establecido a partir de enero de 45 a. C, conservó su validez hasta 1582, año en el que fue perfeccionado por el papa Gregorio XIII. De manera que es otro suceso que modifica las fechas que hoy celebramos.
Los siglos transcurrieron y así observamos otra costumbre, que nace en 1909, cuando los cultivadores de uva de Alicante no tenían idea de qué hacer con el sobrante de la cosecha. Se le ocurrió a alguien comercializarla como las uvas de la suerte y fue en ese punto cuando se difundió la tradición de consumir doce uvas con cada una de las campanadas, donde cada una representaba un mes del nuevo año.
Las tradiciones difieren de latitud a latitud; en ciertos países se ingieren lentejas para atraer la prosperidad y también existe un sentido del color de la ropa interior, si se viste con algo de color rojo, se busca atraer el amor. El beso a las 12:00 también provocaría el mismo efecto. Si es de color amarillo, se persigue obtener ganancias. Y si es verde, se anticipa una salud óptima.
Muchas personas se aventuran a correr con maletas, con el objetivo de disfrutar de un año repleto de viajes. Algunos tratan de tirar agua desde la ventana hacia la calle, simbolizando que desechan las malas ondas del año que se acaba. Además, rompen platos o buscan tener dinero en sus bolsillos llenos a la medianoche.
A pocos días de la finalización del año 2024, es importante señalar que en Venezuela este año se caracterizó por un conjunto de sucesos de índole social, económica y política, cuya importancia marcó de manera indeleble esta época.
Cada venezolano tiene la firme convicción de que el 2025 traerá una nueva etapa que nos brindará la oportunidad de sanar las fracturas producidas en nuestros núcleos familiares por un éxodo que ha alcanzado cantidades descomunales, y así mismo propicie una fase de reconstrucción y un reencuentro en nuestro país.
A todos ustedes, un fraternal abrazo de Año Nuevo 2025.
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