El aroma de incienso y los golpes de un tambor chamánico llevan a un grupo de policías colombianos a un estado de profunda relajación. Guiados por un mentor en talleres de yoga, meditación y mindfulness para enseñarlos a manejar sus emociones y reacciones en momentos de estrés.
Yoga, terapia para la mente
Son cuatro horas de calma y reflexión para 30 integrantes del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía colombiana. Vestidos con ropa deportiva y tendidos sobre colchonetas distan de la imagen ruda que exhiben en las calles para adentrarse en un programa pedagógico en Medellín. El programa busca reducir los niveles de violencia y educar para la paz.
«Ellos tienen unas situaciones muy particulares que emocionalmente pueden ser fuertes y pesadas; estos encuentros buscan proporcionar unas herramientas para que puedan de forma consciente saber cómo reaccionar en ese instante y cómo abordar esa emoción que llega», explicó a Efe Felipe Zapata, mentor en meditación.
Esta terapia para la mente, desarrollada en un ambiente de total armonía, contrasta con los días convulsionados que ha vivido el país por las violentas manifestaciones contra la brutalidad policial que comenzaron por la muerte de Javier Ordóñez, un hombre de 46 años de edad que fue reducido con exceso de fuerza y el uso prolongado de una pistola eléctrica Táser por dos agentes durante su arresto en Bogotá.
Escape en época de conflicto
La patrullera Zulay Romero es la única mujer del grupo y aventaja a sus compañeros en el segmento de yoga. Para ella, estos talleres le permiten salir de la monotonía y hallar un poco de tranquilidad.
«En esta época que ha sido de bastantes conflictos y disturbios nos sirve para cambiar la rutina», expresó Romero, integrante del Esmad. Esta escuadra es considerada la fuerza más temida para disolver manifestaciones en Colombia.
Romero, de 32 años de edad, comparte la actividad junto a su pareja, quien también hace parte de este cuerpo creado en 1999 para apoyar a la Policía cuando situaciones de orden público desbordan sus capacidades.
«Él me acompaña diariamente, vivimos muchas emociones juntos en los procedimientos y manejamos el mismo estrés, pero a la vez nos relajamos en este tipo de actividades», contó.
Romero evita opinar sobre los últimos episodios de violencia policial. Manifestó que desde muy pequeña le gustó la policía, pero desarrolló un interés particular por este escuadrón para probar que las mujeres estamos en la misma capacidad que los hombres.
Al igual que su compañera, quien destaca las charlas y la meditación por ayudarla a entrar en un nivel de consciencia diferente al que se está acostumbrado, el patrullero Andrés Felipe Correa ve en este ejercicio la posibilidad de liberarse de días complejos.
«Es una vocación; en mi familia siempre ha habido policías», comentó el joven nacido en el municipio Lloró, en el departamento de Chocó, y quien dada la coyuntura actual, valora el programa que están haciendo en Medellín.
«Nos distraemos y salimos de la rutina, del estrés del trabajo, de los insultos de la gente en la calle ya que esta sociedad es muy ingrata con los servidores públicos», manifestó Correa.
El patrullero señaló que en la escuela de formación policial con frecuencia les hablan de la mentalidad y las emociones, así que en este taller no camina por un terreno desconocido.
«El taller nos hace reflexionar sobre el comportamiento y entender sobre consciente y subconsciente, y ver hasta dónde puede llegar la mente y ver qué podemos hacer con los pensamientos», dijo el uniformado.
Ni buenos ni malos, solo humanos
Zapata, en su rol como maestro, indicó que el propósito con los 300 policías que espera recibir durante los talleres es llevarlos a entender que todos tenemos la posibilidad de cambiar los estados emocionales lo que, según su conocimiento, termina por «controlar nuestros actos y reacciones».
«Ellos tienen formación en muchas cosas, pero en un momento de crisis y dificultad, cuando entran en un estado de supervivencia, las reacciones son diferentes», agregó.
Como mentor de ingeniería de lo invisible, una mezcla de la ciencia moderna con el saber ancestral, precisa que estos primeros encuentros sirven para que sus alumnos perciban por qué es útil y práctico canalizar las emociones, y más en días fuertes con enfrentamientos entre manifestantes y policías.
«Hay que reconocer que lo que está pasando es el reflejo de todos nosotros», dice Zapata, y lamenta que se esté formando una especie de bandos: «Nos enreda pensar que hay buenos o malos, y no hay tal cosa; somos todos al final humanos».
Para la gestora social de Medellín, Diana Osorio, quien puso en marcha esta iniciativa con los miembros del Esmad bajo la campaña #TodosSomosUno, este ejercicio ha encajado con el momento actual, pero la idea es hacerlo con diferentes grupos poblacionales como parte un trabajo de educación para la paz en la ciudad que permita el manejo de emociones y la resolución de conflictos.
«Son semillas que queremos sembrar para que ellos busquen otras formas de manejar sus emociones y le den trámite a los conflictos de una manera no violenta», dijo la gestora, responsable también de la creación de la Secretaría de la No-Violencia.