Conectados a respiradores, un anciano y una mujer joven comparten la misma habitación de un hospital en Bagdad, la capital de Irak, un país donde pese a los estragos del coronavirus la gente sigue desconfiando de las vacunas.
Una vez dentro del departamento de cuidados intensivos del hospital Al Shifaa, convertido en un centro covid desde el comienzo de la pandemia, solo se oye el bip irregular de los monitores y las máquinas.
En este centro, que puede albergar hasta 175 pacientes, la mitad de las 40 camas de cuidados intensivos están ocupadas.
Un anciano y una mujer de unos veinte años comparten habitación, cada uno acompañado por un familiar con mascarilla y traje blanco.
En la habitación de al lado, un hombre de 60 años con asma, también con un respirador, se mueve inquieto y se quita la manta. «Dice que se está ahogando», explica un familiar antes de llamar a un médico.
«Más de 95% de los pacientes de covid-19 en cuidados intensivos no están vacunados», dijo a la AFP Ali Abdel Husein Kazem, subdirector del hospital.
Cuarta oleada en Irak
Los 40 millones de habitantes de Irak se enfrentan desde enero a una cuarta oleada de la epidemia, pero a pesar de los 1.400 centros de vacunación, las autoridades no logran superar el escepticismo generalizado.
Menos de 10 millones de personas han sido vacunadas, 25% de la población, según el portavoz del Ministerio de Sanidad, Seif Al Badr.
De ellos, menos de 7 millones han recibido dos dosis y menos de 100.000 han recibido la tercera.
En comparación, en el vecino Irán, 66% de los 83 millones de personas han recibido dos dosis.
Fase crítica
Además, como señala Mohamed Salih, director de cuidados intensivos de Al Shifaa, «la mayoría de los pacientes solo se trasladan al hospital tras llegar a una fase crítica».
Prefieren «quedarse en casa mucho tiempo» por los «rumores» que circulan por las redes sociales y que minimizan la gravedad del coronavirus o llaman a la desconfianza en la vacunación.
Según el médico, «90% de los pacientes tiene más de 60 años de edad» y «la mayoría padece enfermedades crónicas como diabetes, tensión arterial y enfermedades renales».
En sus rondas matutinas con su equipo, consulta las radiografías y da instrucciones, acompañado por médicos y enfermeras de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Desde noviembre, la ONG aporta su experiencia al centro. Además de la formación para «garantizar una atención duradera», el programa ofrece fisioterapia y apoyo psicológico.
Pero la lucha contra la desinformación es también una prioridad, afirma Daniel Uche, responsable del programa.
«La mayoría de las mujeres embarazadas que hemos admitido no se vacunan, temen el impacto en sus bebés», señala.
Rumores
La reticencia de los pacientes a ser hospitalizados se debe también a la mala reputación del sistema sanitario iraquí, lastrado por décadas de guerra y, sobre todo, por el embargo internacional.
«La gente tiene miedo de los hospitales por los rumores de que no se les va a proporcionar una atención adecuada», dice una enfermera que no quiso identificarse.
En 2021, dos incendios mortales en hospitales públicos con pocos meses de diferencia desataron la indignación cuando más de 80 personas murieron en una noche en un suburbio de Bagdad.
Las autoridades reconocen que hay muchos retos, empezando por el presupuesto sanitario, que no llega ni al 2% del gasto estatal.
«Para los gobiernos anteriores, la salud no era una prioridad», lamenta Seif Al Badr, pese a que «las infraestructuras sanitarias de algunas provincias han quedado completamente destruidas por la guerra contra el grupo Estado Islámico».
Pero hoy «tenemos miles de camas disponibles para las personas con dificultades respiratorias» y «también disponemos de los medicamentos y equipos necesarios, así como vacunas», afirma el portavoz del Ministerio de Sanidad.
En total, se han registrado oficialmente más de 2,2 millones de infecciones por covid-19 en Irak, incluidas más de 24.000 muertes.
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