El viaje del presidente de Rusia, Vladimir Putin, a Corea del Norte y a Vietnam ha dejado una estampa de reminiscencias soviéticas que a pocos se les ha pasado por alto.
La visita de Estado del mandatario ruso a sus homólogos norcoreano (Kim Jong-un) y vietnamita (To Lam), tenía un claro tufillo de Guerra Fría que no por resultar anacrónico y grotesco causa menos preocupación a la comunidad internacional.
Cierto es que en lugar de la bandera roja con la hoz y el martillo de la Unión Soviética, la bandera que ondeaba junto a la norcoreana en Pyongyang o la vietnamita en Hanói era la tricolor zarista.
Sin embargo, el régimen de Putin ha sabido vincular la vieja enseña monárquica rusa al régimen personalista que encabeza, donde la nostalgia al imperio de los zares se mezcla en una maniobra forzada pero efectiva con el estalinismo soviético.
El viaje tenía un claro objetivo por parte de Rusia: recuperar las alianzas soviéticas del pasado que permitan romper el aislamiento de Moscú tras la invasión de Ucrania.
Pero tenía otro objetivo, también claro: pescar en los caladeros de armas de potencias aliadas de Rusia que permita al Kremlin mantener de forma indefinida el esfuerzo militar en Ucrania.
El pacto firmado entre Rusia y Corea del Norte
Así se explica el pacto de defensa mutua firmado en Pyongyang entre Putin y Kim Jong-un, que prevé la posibilidad de entregar armas rusas al régimen norcoreano, sin descartar armas nucleares, según se desprende de las palabras del mismo presidente ruso.
El acuerdo firmado entre Rusia y Corea del Norte abarca también pactos de colaboración en ámbitos diversos, como la sanidad, la educación o la energía (incluido el desarrollo de proyectos de energía nuclear para uso civil).
Pero es la parte de cooperación en Defensa lo que ha despertado las suspicacias de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón.
Seúl no tardó en contestar anunciando que, si se consuma la entrega de armas rusas a Pyongyang, Seúl levantaría, por su parte, la prohibición a exportar armas a países en guerra, lo que permitiría armar a las fuerzas ucranianas con el poderoso arsenal surcoreano.
Tampoco Putin tardó, a su vez, en contestar a las autoridades surcoreanas afirmando que, si Corea del Sur envía armas a Ucrania, adoptaría medidas «que no gustarán a las autoridades surcoreanas». En definitiva, diplomacia y dialéctica de la Guerra Fría.
Menos trascendente pero más simbólica fue la visita de Putin a Vietnam. En Hanói no hubo pactos defensivos que implicara la entrega de armas, pero la imagen de Putin junto con el presidente To Lam ante un busto en bronce de Ho Chi Minh ha levantado más de una ceja.
Vietnam
Estados Unidos prácticamente mostró una mayor contrariedad por la presencia de Putin en Vietnam que en Corea del Norte.
El motivo es sencillo. En los últimos años Vietnam había iniciado un proceso de aperturismo en lo económico para expandirse comercialmente en los mercados internacionales y adoptar acuerdos de intercambio comercial con Estados Unidos y otros países occidentales.
¿Implica esto un giro de la postura vietnamita en ese ámbito? Probablemente Vietnam trate de acercarse a todas las ascuas, y se deja cortejar tanto por rusos como estadounidenses. Pero también es poco probable que adopte una postura abiertamente hostil hacia Estados Unidos.
En cualquier caso, los viajes de Putin esta semana por Corea del Norte y Vietnam han dejado una estampa soviética inédita en décadas que retrotrae a una geopolítica que parecía ya olvidada y que Putin quiere resucitar.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional