Daniel Ángel Luzardo Guarecuco tenía tres años cuando entendió el significado del arte. Mientras sus compañeritos de kinder apenas podían sostener un color y darle forma a lo que arroja la imaginación a tan corta edad, una casa, un árbol, un sol y un carro hicieron de él un artista en potencia, según su maestra. De su hoja sobresalían líneas, trazos y rellenos perfectos; combinaciones y matices de colores dignos de cualquier estudiante de artes plásticas.
Aquello fue el inicio de lo que hoy es el sueño hecho realidad de un «chamito de pueblo que salió del Venezuela en busca de mejores oportunidades».Un chamito con título de ingeniero mecánico que le daba seguridad y estabilidad económica, familiar y social.
Hoy con 31 años de edad, el nacido en Ciudad Ojeda, la tercera ciudad más grande del estado Zulia, detrás de Maracaibo y Cabimas, tiene el panorama claro: nació para dibujar, pero con un fin más permanente y significativo que sobre el papel.
La piel de sus clientes es un pergamino que sirve para narrar sus sensaciones: dolor, alegría, tristeza, duelo, amor. Y eso, para él, es la responsabilidad más valiosa que existe.
Nace Daniluz Tattoo
«Siempre fui el dibujante del salón, pero también lo era en la casa», recordó Daniel Luzardo acerca de sus inicios en el dibujo. «Al parecer, lo heredé de mi padre», señaló. «Cuando me veían pintando, me regalaban blocks, cuadernos, hojas, creyones de cera o temperas. Mi familia sabía que estaba haciendo ‘algo bueno’ y yo también».
Reconoce su talento pero no es ególatra. Está seguro de que Dios lo bendijo con un don al que está sacándole mucho provecho.
«Estudié ingeniería mecánica porque era lo que se suponía me ayudaría a sacar adelante a mi familia. Vendía retratos a carboncillo para costearme los estudios. De hecho, comencé a ahorrar desde los 11 con cada dibujo que hacía. Sin embargo, no me sirvió de mucho porque, a pesar del título, no podía conseguir trabajo en Venezuela. Es ahí cuando mi verdadera vocación toma las riendas».
Su madre y sus mejores amigos lo convencieron de que dibujando podría llegar lejos. Con eso en mente, comenzó a tatuar.
Fue su propio maestro. «Soy autodidacta porque no tuve más opción. El dinero no me alcanzaba para irme a otras ciudades a estudiar o hacer seminarios. Además, Ciudad Ojeda no es un pueblo donde el hacer tatuajes se enseñe. Tampoco hay el interés por el oficio».
«Conmigo, todo fue ensayo, práctica, visualización y error», subrayó. «Estudié mucho las imágenes de otros tatuadores. Porque de algo sí estaba seguro, lo que yo quería era dibujar lo mismo que en mis blocks, pero en la piel. Quería hacer realismo», puntualizó. «Me tocó aprender con piel de cerdo (la más parecida a la humana en textura), también con pieles sintéticas; practiqué hasta con naranjas, pero fue un amigo llamado Sebastián quien me permitió tatuar por primera vez en él. Le hice su nombre, no fue el mejor del mundo, pero para mí significó todo».
De esa manera, poco a poco, fue tatuando a los amigos de su ciudad, pero le quedó pequeña. «Intenté en Maracaibo y también pasó lo mismo», repuntó. Su hambre por aprender más, no se saciaba. Se pasaba horas buscando y revisando imágenes de tatuajes en internet, perfeccionando su técnica. «Fue cuando comencé a seguir la carrera de tatuadores venezolanos fuera del país, como Yomico Moreno (el mejor del mundo según él); ellos eran como los pilares de todos los nuevos que estábamos aún en Venezuela».
Un camino difícil que valió la pena
Daniel Luzardo salió de Venezuela en 2015. Con sus pocas herramientas a cuestas y una maleta que seguía llenándose de aprendizajes y expectativas. Su primer destino fue Curazao. Buscó trabajo y siguió practicando sin tutor, gurú o guía. Su camino era solo y así le gustaba.
Luego de su paso por la isla, donde tatuó muy poco pero que le sirvió para irse forjando como profesional, se marchó a Panamá, donde participó en algunas Expo Tattoo que lo ayudaron a crecer en reconocimiento. No obstante, gracias a un grupo de colombianos, se dio cuenta de que algo no andaba bien con su trabajo.
«Les gustaron mis retratos, pero me hicieron ver que la máquina, tintas y pocos accesorios que usaba estaban desalineados con el propósito del realismo como tatuaje. Gracias a ellos, conocí, de cierta manera, la evolución en mi trabajo», señaló. Lo llevaron a Colombia, más específicamente a Barranquilla, y después del apoyo que le prestaron, pudo trabajar mucho más y ganarse un lugar en una convención de tatuajes de la región. Eso fue en 2017.
Al corto tiempo, decidió mudarse a Argentina, país que entiende al tatuador y su arte como ningún otro en Latinoamérica. «Allí me dieron la primera oportunidad de hacer lo mío’ sin chistar».
“Confiaron ciegamente en lo que tenía que ofrecerles. Nadie dudó de mi talento y lo agradecí mucho”
Lastimosamente, en su afán por profesionalizarse, perdió un estudio debido a malos entendidos con un socio. Luego de esto, se fue a Suecia, donde le prometieron trabajar legalmente por 5 años. «Quería la estabilidad que siempre busqué desde que salí de Venezuela. Estar legal era prioridad si quería tatuar en el exterior», recordó. Eso tampoco resultó, el estudio al que llegaría era de personas poco confiables.
El siguiente destino fue Barcelona. «Me enamoré completamente a pesar de haber estado un buen tiempo sin poder tatuar. Contra todo pronóstico, no obstante, abrí mi estudio, pero llegó el covid y eso nos golpeó mucho siendo inmigrantes». Así que, junto a su actual esposa, partieron a Estados Unidos luego de la pandemia y se instalaron en Los Angeles, lugar donde creció inmensamente gracias a Ganga Tattoo. «Me labré el nombre que tengo hoy día entre la gente, pero más entre artistas y atletas reconocidos».
El realismo de Daniel Luzardo
Los tatuajes realistas siguen la misma lógica del movimiento artístico llamado Realismo: el objetivo es expresar la realidad de los personajes/escenas/situaciones en la piel, prestando atención especial a los pequeños detalles que pueden pasar inadvertidos ante ojos inexpertos.
«Como pinto desde niño, es la técnica que tengo más presente. Define lo que soy como artista», expresó Luzardo. «Dicen que es la más difícil en ejecución; que si tatuamos realismo podemos hacer todos los estilos, pero no creo. Los tatuajes fine line, tradicionales, tribales, góticos, mangas, los black work o black out, entre otros, necesitan su tiempo y su espacio también».
“Repito: el tatuaje es un arte”
Para Luzardo, el sombreado en el realismo es el factor clave que determina la ilusión de realidad de los diseños, pues la expresión de las sombras y la luz es lo primero que capta el ojo humano en la vida real.
Además, en muchos estilos de tatuajes, algunos detalles (como el pelo de humanos o animales, la tela de la ropa, las texturas de la tierra, entre otros) pueden ignorarse para favorecer la apariencia gráfica, pero para los tatuajes de estilo realista es importante plasmar estos detalles con el fin de favorecer el resultado final.
El kit del tatuador
¿Qué necesita Daniel Luzardo para tatuar? «Lo esencial pero que, hace algunos años, me costó tanto conseguir». Una máquina para tatuar de bobina o rotativa; máquina para relleno, color y sombras; fuente de poder con pedal ideal para cada máquina de tatuajes; agujas o cartuchos de varias tipos y medidas; tintas por lo menos los colores primarios, negros y grises; esterilizador ultrasonido para los utensilios; hojas de papel transfer manual o de impresora (para dibujar); envases contenedores de tinta de acero o desechables; botella rociadora en spray y materiales consumibles como: guantes, algodón, rollo film, vaselina, funda protectora de cable clip cord, gomas elásticas, entre otros. Eso como base.
El estilo realista es uno de los más recientes por una razón: el avance de la tecnología. Agujas más esbeltas y de menor grosor permiten que los artistas sean capaces de expresar detalles que serían casi imposibles de plasmar con agujas tradicionales. Esto, a su vez, es lo que ha dado paso a la especialización de artistas en este estilo.
Es importante destacar que las técnicas básicas para tatuar se aplican para lograr un estilo deseado y no al revés. «Los estilos dependen de la técnica, pero la técnica es independiente y puede ser utilizada en distintos modelos y diseños», aclaró el artista.
Para tatuar prefiere los grises o el llamado black and grey: color negro diluido en agua. «Le agregué un adicional de color gris. Ya había varios tatuadores en el mundo haciéndolo. A mí me toco aprender viéndolo en imágenes y practicándolo», dijo. De hecho, su mejor trabajo hasta la fecha está hecho con esa combinación. «Es la cara de una chica con pecas. Es el tatuaje que catapultó mi carrera».
Opina que el peor lugar para tatuar es el cuello. «Sin duda alguna. Es una piel muy delicada y sensible. Duele horrores. En mi caso, no puedo hacer ni de cerca un trabajo como los acostumbrados en el realismo», describió. La más idónea, por otro lado, es alguna de las piernas (o ambas) y el antebrazo. «Permiten que destaque desde el color hasta el más ínfimo detalle».
Cuenta que una sesión de trabajo puede llevarle al menos 8 horas ininterrumpidas, donde ir al baño es la única opción para detenerse. Sin embargo, dice que es imposible hacer un tatuaje en una sesión. «Prefiero dividir el tiempo. Desde que empecé a hacerlo, en 2 o 3 sesiones, el resultado cambió para mejor. Tenemos una única tarea con el cliente: que su tatuaje quede perfecto y eso se logra explicándole la situación. Debe tenerse paciencia porque lo vale».
2023, welcome to Miami
Nunca se acostumbró a la acelerada vida de LA, en Hollywood, así que decidió este año mudarse a Miami, lugar que, junto al equipo de Inked NY, su actual sponsor, le abrió las puertas para seguir evolucionando como tatuador. «Están principalmente en Nueva York y conmigo abrirán próximamente en South Beach», manifestó Luzardo.
De esta manera, el tatuador que fue discriminado en un principio por no tener tatuajes (cosa que ya cambió), es actualmente uno de los más solicitados en el gremio. Tener una cita en su estudio podría tomar entre 2 o 3 meses.
Actualmente, dejarse tatuar por Daniel Luzardo puede variar entre los 2.000 y 5.000 dólares. «Pero existe lugares como LA en donde se cobran desde los 5.000 en adelante, por ejemplo. En Nueva York es por hora y pueden comenzar desde los 2.000 dependiendo de la experiencia, el estilo y quién es el tatuador».
Por su silla han pasado Post Malone, Ozuna, Anthony Rhoades, Rvssian, OBJ, Lonzo Ball, Santi Ramos, Jonathan Perzley, Kevin Pierre-Louis y venezolanos como Ronald Borjas y Toma Papa.
El futuro de Daniel Luzardo
Nunca se ha tatuado a sí mismo, pero guarda una foto de su perro que espera tatuarse en su pierna en algún momento. Tampoco ha contabilizado la cantidad de tatuajes que ha hecho hasta la fecha, aunque reconoce que son miles. Lo que sí tiene claro es que quiere vivir la vida, en el aquí y ahora, junto a su esposa y sus dos hijos perrunos.
«Estoy viviendo la libertad que siempre quise estando en Venezuela; allá la tuve al tatuar – así haya sido poco- aquí la tengo porque puedo vivir plenamente de mi sueño», atajó.
Espera regresar al país. No conoce Caracas. «Regresaría para ver a mi familia y recorrer el país si pudiera… Pero no por ahora», reiteró.
Pronto espera participar en un show donde podrá tatuar famosos bajo anestesia. «Está en etapa de preproducción; va lento, pero es algo seguro», dijo. Además, tiene otro objetivo en mente: que el tatuaje sea estudiado como carrera en una universidad. «O al menos, que se vea como materia, digamos, en Historia del Arte. Sería maravilloso poder explicar la ciencia detrás de hacerlos. Es algo que puede cambiar la perspectiva del mundo», concluyó.