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Cómo recordar a Ibsen Martínez

Dejó de beber, daba caminatas diarias y, en fin, adoptó una vida de extrema austeridad. «Sabía que el corazón le fallaría, pero no tan pronto. Tenía dos libros en mente. Uno de ellos en curso», dice un amigo
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En el año 2000, a propósito de la aparición de su novela “El mono aullador de los manglares” (Caracas, Grijalbo-Mondadori), que en dos meses agotó tres ediciones, entrevisté a Ibsen Martínez (Caracas, 20 de octubre de 1951).

«Si se llevara al cine su cine, ¿cómo empezaría la película y cuál sería la escena cumbre?», le pregunté.

«Una comedia costumbrista, eso sería mi vida», respondió. «Dirigida por Román Chalbaud y protagonizada por un Joe Pesci hispanohablante. La secuencia de títulos de la película comenzaría en un aula de clases, durante un examen de reparación. La cámara me descubre al final del salón, escuchando con audífonos un radio transistor que trasmite la Serie Mundial Baltimore-Dodgers, a mediados de los años 60. Willy Davies comete su legendario tercer error al campo y yo lo transmito con júbilo al resto de la clase y me expulsan en la creencia de que estoy ‘soplando’: repito el cuarto año de bachillerato. En la secuencia final, genuina escena cumbre, despierto de mi locura, recupero el juicio, perdono a todos mis enemigos y muero para congoja infinita de mi fiel Sancho Panza y mi sobrina».

Ahora lamento no haberle preguntado quién era -¿es?- su fiel Sancho Panza, si es que lo tuvo. La sobrina existe y en este momento debe estar concentrada en las diligencias funerarias, que en Caracas son tan difíciles como las de la vida. Es posible que su hijo, residenciado en Galicia, no pueda viajar para ponerse al frente de las últimas gestiones de su padre, porque podría carecer de pasaporte y de permiso en su trabajo, o temer quedarse varado en Caracas quién sabe por cuánto tiempo, si prospera la rabieta de Jorge Rodríguez, quien ha pedido romper relaciones con España porque el Congreso de este país acordó pedirle al Gobierno español que reconozca a González Urrutia como presidente electo de Venezuela.

La soledad del maltratador

Será un funeral escuálido, eso seguro. Lo deduzco por la respuesta a mi encuesta a distintos escritores y editores que tuvieron relación con Ibsen Martínez. Solo uno respondió a mi requerimiento. Nelson Rivera, editor de Papel Literario, suplemento de El Nacional: «De Ibsen recordaré al conversador de inteligencia deslumbrante, al dramaturgo y al articulista excepcional: creó un estilo que lo diferenciaba incluso de sus maestros. Persona compleja, solo en los últimos meses hablaba de sus asuntos personales. Siempre prefirió que la amistad fuese campo de las ideas, las anécdotas cargadas de simbolismo, los hechos de la historia venezolana. Le gustaban las exquisiteces literarias. Autores poco divulgados, las coincidencias y los hechos emblemáticos».

Y otra persona, que pidió no revelar su identidad: «Le escribí por WhatsApp hace unos meses, cuando se le vino el mundo encima. Lo hice porque lo apreciaba y porque me pareció injusto el linchamiento de que fue víctima cuando se supo que había maltratado a algunas de sus compañeras sentimentales. Una falta muy grave, pero sin duda menos que asesinar o secuestrar; y vemos a la sociedad venezolana -o, al menos, parte de ella- muy congraciada con exguerrilleros o exmilitantes de organizaciones violentas, que asesinaron, secuestraron y robaron. Gente que se la pasa pidiendo diálogo con el régimen de Nicolás Maduro, culpable de todos los crímenes imaginables, le cayó encima a Ibsen como si eso fuera lo único que había hecho en su vida».

La lapidación a la que hace referencia el declarante que pide su nombre en resguardo se puso en marcha a partir de la publicación, en diciembre de 2023, de un reportaje en el diario El País, de Madrid, referido a la denuncia anónima de una antigua pareja de Martínez respecto de los brutales abusos que este le había infligido. La nota traía una entrevista con el perpetrador, que reconocía sus culpas y admitía esperar la condena pública: “Esta interpelación de la prensa era inescapable. Iba a ocurrir. No te voy a decir la pendejada de que te agradezco [la llamada]. Pero genera un gran alivio en mí. Un gran alivio […] Y yo me imagino que tiene que ver con la edad, cuando ya no te puedes engañar: estás solo, huevón, porque eres un maltratador”.

La confesión de soledad y la autodenigración no fueron suficientes. De inmediato, El País, donde había mantenido una columna de 2014 a 2023 lo “desincorporó de su plantilla”, y lo mismo hizo la publicación literaria colombiana El Malpensante, cuyo consejo editorial integraba. Solo le quedaron los ingresos por sus colaboraciones en la revista mexicana Letras Libres, no suficientes para pagar el apartamento donde vivía en Bogotá. Sin anunciarlo, en marzo regresó Caracas y se instaló en el apartamento del hijo que hora vive en España.

Al llegar fue al médico, quien tras confirmarle lo delicado de su salud, le puso un tratamiento y una estricta dieta, que el intelectual acató. Dejó de beber, daba caminatas diarias y, en fin, adoptó una vida de extrema austeridad. «Sabía que el corazón le fallaría, pero no tan pronto. Tenía dos libros en mente. Uno de ellos en curso», dice un amigo.

El gran escritor

El reportaje de El País, por cierto, descartó mi testimonio. Para mi sorpresa, su autor me convocó para conversar porque, al investigar en Internet acerca de Martínez y su conducta abusiva, había topado con una entrevista que yo le hice en el año 2000, para la revista Gatopardo, donde le pregunté de qué se arrepentía. Y él respondió: «De haber sido durante años un maltratador doméstico y no haber hecho nada al respecto».

El entrevistador comentó que cómo era posible que alguien así tuviera tanto prestigio, no solo en Venezuela sino en toda la Hispanidad. Supuse que ayudaba el hecho de que Martínez no había sido objeto de ninguna denuncia, ni pública ni anónima (para ese momento, el reportaje estaba en fase de investigación, no se había publicado), pero afirmé, sin vacilación, que Ibsen Martínez, además de abyecto maltratador, y persona muy difícil de tratar, pedante; a veces, pomposo; agresivo, impertinente, inestable; maledicente, acomplejado, despreciativo… había sido el mejor columnista de su generación y de varias más. Un articulista deslumbrante, buen novelista y más que interesante dramaturgo. Era un escritor con una obra acabada, importante, relevante y de gran conexión con los lectores.

También destaqué que una semblanza de Ibsen Martínez no quedaría completa si no se exponía el hecho de que no había albergado ni un instante de duda con respecto a Hugo Chávez y su nefasto proyecto; y que, ya en 1998, mientras muchos se deshacían en zalemas y carantoñas con el golpista del 92, devenido candidato presidencial por la fuerza de los hechos, Ibsen Martínez escribió que sí, que el felón esgrimía asuntos de “insoslayable actualidad”, para luego destrozarlo diciendo que lo hacía “con manifiesta insuficiencia argumental, propia de un boxeador callejero…”.

Esto fue de lo más venial que le enrostró. Por 25 años, Ibsen Martínez se mantuvo señalando los crímenes, mentiras, manipulaciones y ridiculeces del régimen chavista. Y es un hecho, que traté de hacerle ver al mencionado periodista, que, aún así, Chávez cada cierto tiempo le hacía carantoñas en sus interminables alocuciones televisivas; y que, sistemáticamente, Martínez lo mandaba al carajo.

«Ibsen Martínez…Hoy en El Nacional… Es en verdad humor del bueno, humor fino…», dijo Chavez en la emisión de Aló Presidente N° 82. Y en un “programa especial : «… Ibsen Martínez. Ibsen, yo sé que tú no vas a creer en esto, estoy seguro que no porque eres un hombre inteligente, muy crítico y muy inteligente…». La respuesta del interpelado fue la indiferencia y la persistencia en su varapalo en la cara del autócrata, al que calificaba de “provinciano, ignorantón y mostrenco”. Muy pocos tuvieron esta presencia de ánimo y esta coherencia.

¿Es verdad que Ibsen Martínez golpeó mujeres y que muchas veces se erigió en juez del prójimo? Una gran verdad. Lo primero, lo reconoció en la entrevista en El País, de diciembre de 2023; y lo segundo, lo concedió en una entrevista de octubre de 2023, a propósito de su novela “Oil Story”, donde dijo: “Ahora me tomo con más compasión las posiciones ajenas, ya no me mueven a sátira…”. Pero también es verdad que llevó a cotas muy altas el español de Venezuela y que mantuvo una conducta ciudadana valiente, que, por cierto, le valió el exilio, cuando le dedicó uno de sus venablos a alias Pollo Carvajal, a quien definía como “tenebroso personaje de la picaresca bolivariana” y fue objeto de una demanda penal por difamación. Se fue de Venezuela, pero no se calló ni se hizo el desentendido. Hasta el último día Ibsen Martínez hizo lo que sabía hacer como nadie, asediar al poderoso y echarle en cara sus delitos. Esto también es verdad.

Mientras escribo, me responde una de las personas a quienes pedí una valoración de la figura de Ibsen Martínez. Se trata del intelectual mexicano Enrique Krauze, director de Letras Libres, quien se ha enterado de su muerte por mi requerimiento. Responde entre sollozos.

«Me estremece de dolor la muerte de Ibsen Martínez -confiesa Krauze-. Él me decía “maestro” y yo, a él, “hermano”, desde mis visitas a Caracas. Ibsen fue mi guía, mi Virgilio, en Caracas, fue quien me presentó a Teodoro Petkoff, pero, sobre todo, quien me presentó la realidad profunda, social, cultural, de ese país entrañable para mí. Ibsen era un novelista, un guionista, un hombre sensible, un poeta. Era una persona por cuyos orígenes uno podía explicarse las vicisitudes de Venezuela; y fue, como Petkoff, un joven de izquierda, idealista, que evolucionó a la democracia. Era un admirable escritor, manejaba con inmensa fluidez la literatura y el pensamiento de habla inglesa. Fue tratado injustamente por el tribunal de la Inquisición, que se ha instaurado en el mundo para definir quiénes son culpables y no merecen más que el ostracismo. Lo aislaron miserable, criminalmente. Me enorgullece que haya estado en Letras Libres. Lo recordaré siempre».

«Entiendo –sigue Krauze- que murió del corazón. Debe habérsele reventado de albergar tanto dolor por Venezuela, tanta esperanza en el levantamiento cívico, electoral, democrático, pacífico del doliente pueblo venezolano; y finalmente, ver lo que todos vemos, que la noche no termina, aunque el alba de la mañana apunta en el horizonte. La muerte de Ibsen es un incentivo más para acompañar la liberación del pueblo venezolano».

@MilagrosSocorro

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