El pasado mes de septiembre, el gobierno británico volvió obligatorio el aprendizaje sobre control coercitivo en la escuela.
La diferencia entre una relación sana y una abusiva no siempre es obvia, especialmente cuando el impacto duradero no es tan visible como una cicatriz, pero puede ser igual de dañino.
Cuando Sarah* tenía casi 16 años, comenzó a acercarse a un chico en su clase, llamado Zach. Después de hablar durante unas semanas, él la invitó a ir a un concierto.
Al principio estaba nerviosa porque no estaba acostumbrada a salir sola, así que preguntó si sus amigos también podían ir.
«Quiero que estemos nosotros solos», recuerda que le dijo. «Esta es una oportunidad única para que estemos juntos».
A Sarah realmente le estaba empezando a gustar Zach y como él siguió invitándola a hacer cosas, solo ellos dos, ella sabía que él sentía lo mismo.
Así que, aunque tenía miedo de caminar sola de noche, estaba dispuesta a pasar tiempo con él.
Unos meses después eran oficialmente pareja.
Antes de ir juntos a una fiesta, Sarah se estaba probando ropa y él le dijo: «eso es demasiado revelador». Confiando en la opinión de Zach, Sarah optó por un vestido diferente.
Cuando Sarah hablaba con otros chicos en su clase, Zach comenzó a decir que estaba tratando de ponerlo celoso. «¿Por qué sino estarías hablando con él?»
Ella estaba segura de que era una charla inocente, pero tal vez él tenía razón si eso le hacía sentir así, pensó.
Zach comenzó a experimentar con drogas, tomando drogas de clase A con regularidad.
Entonces Sarah le dijo que estaba preocupada por él. «Deja de ser tan controladora», le respondió.
Cada vez que ella hablaba del tema, Zach la acusaba de tratar de controlarlo.
Una noche buscó en Google: «¿Soy una persona controladora?»
Cuanto más tiempo pasaba Sarah con Zach, menos veía a sus amigos. Zach dijo que eso era normal al comienzo de una nueva relación. «De todos modos, no me gustaban tus amigos», señaló.
Los resultados de sus exámenes de preparatoria llegaron rápidamente. Zach obtuvo dos A y una B, Sarah obtuvo una A y dos B.
«Sabes, eso se esperaba», indicó él.
Sarah ingresó a la universidad que había elegido, mientras que Zach decidió volver a tomar algunos exámenes.
«No te vayas, ¿por qué querrías dejarme aquí?», le preguntó.
Él insistía cada vez más para que Sarah no fuera a la universidad, y le decía que no tenía sentido que fuera.
«Es una pérdida de dinero. Yo voy a ser el sostén de la familia, no podría vivir conmigo mismo de otra manera», le decía.
Sarah, que ahora tiene 23 años, dice que los primeros años de su relación «no fueron malos».
«Lo que quiero decir es que el principio no fue tan malo como lo que pasó después».
¿Qué es el control coercitivo?
El control coercitivo a menudo no se puede limitar a un evento en una relación, sino que es la acumulación de palabras, comportamientos y amenazas que humillan, aíslan y controlan a las víctimas, dejándolas sin libertad y con muy poco de «ellos mismos».
Las víctimas describen haber experimentado abuso emocional a medida que su sentido de autoconfianza y autonomía era desmembrado, hasta que la única ‘normalidad’ que conocen es el abusador.
La naturaleza del control coercitivo significa que poder ver el patrón de abuso por sí mismo puede ser increíblemente difícil y, en algunos casos, casi imposible.
Entonces, ¿cómo sabes cuándo los celosos y los pegajosos se vuelven controladores y coercitivos? ¿Y cuándo se convierte eso en un delito?
«Dijo que podía romperme el cuello si quisiera»
Para crear conciencia sobre todas las formas de abuso, el gobierno británico hizo obligatoria la «educación para las relaciones» en las escuelas, que entró en vigor en septiembre de 2020.
El plan de estudios incluye enseñar a los estudiantes a identificar el abuso financiero, emocional y físico en las relaciones de adolescentes y adultos.
Sarah dice que esto es algo que le hubiera gustado saber antes de su relación con Zach.
Para ella, «eres hermosa» pronto se convirtió en «tienes suerte de que esté contigo porque nadie más te iba a querer».
Levantarse de la cama y vestirse requería una aprobación detallada de Zach sobre el atuendo.
«Realmente me convenció de que estaba mal que no le mostrara lo que iba a vestir».
Y no volvió a ver a sus amigos después de que su novio les enviara un mensaje en secreto diciendo: «Por cierto, Sarah te odia y habla de ti a tus espaldas».
Zach solía decir que no tenía dinero para comer ni para vivir, por lo que Sarah dice que constantemente le enviaba grandes sumas de dinero. Pero agrega que después la castigaba.
«Lo estás haciendo para hacerme sentir mal conmigo mismo», le decía.
En la universidad, si quería salir por la noche, Zach le indicaba que no podía ir y le repetía que si lo hacía «un extraño la violaría y drogaría» y que le causaría a él demasiada preocupación e insomnio.
Si ella salía, lo cual era raro, se veía abrumada con mensajes y llamadas preguntando dónde estaba y qué estaba haciendo.
«Empecé a notar que mi vida estaba realmente restringida en la universidad», recuerda Sarah.
«Sentí que no podía unirme a actividades ni hacer amigos. Me di cuenta de que mis compañeros de piso pensaban que [nuestra relación] era extraña, porque siempre le pedía permiso, pero pensé que era normal».
«Él me convenció de que era normal».
Antes de que Sarah se diera cuenta, los desprecios que le dolían se convirtieron en temores por su seguridad.
El momento que más recuerda fue cuando Zach la visitó en la universidad.
Ella le había pagado para que fuera a verla y habían pasado el día juntos. Estaba acurrucada con Zach en la cama.
Entonces él le dijo: «Podría romperte el cuello ahora, si quisiera».
Sarah cuenta que la presión para hacer lo que él quería se filtró en las partes íntimas de su relación.
«Él hablaba mucho sobre la pornografía bastante gráfica y abusiva que veía».
«Tú no lo harías en el dormitorio, así que tengo que conseguirlo en otro lado», le decía.
Sarah temió por su vida en más de una ocasión.
Enojado, Zach aventaba sillas, rompía cosas y la amenazaba como si fuera tan normal como besarla.
«Si extendía la mano y lo tocaba para tratar de calmarlo, me empujaba», recuerda Sarah.
«No quería verlo más. Le tenía miedo».
Fue en su tercer año de universidad, cuando sus momentos de «libertad» se estaban agotando, cuando Sarah sintió que dejar a Zach era una opción.
El momento que, dice, se destaca, fue cuando su compañera de casa la sentó y le dijo que estaba realmente preocupada de que esa relación controladora arruinara su vida.
«Era muy infeliz y no me daba cuenta. Una relación no debería hacerte dudar de ti misma todos los días».
«Realmente pensé: ‘¿Quiero esto por el resto de mi vida?'»
Desafortunadamente, al igual que muchas relaciones abusivas, el abuso no paró cuando se acabó la relación.
¿Qué dice la ley en Reino Unido?
Dos mujeres son asesinadas cada semana como resultado de la violencia doméstica en este país.
Estos casos a veces están relacionados con el control coercitivo, según la experta en criminología, la doctora Jane Monckton Smith.
El control coercitivo se volvió ilegal en 2015 bajo el delito de «comportamiento controlador o coercitivo en una relación íntima o familiar».
Para traspasar el límite y convertirse en un delito, el control coercitivo debe hacer temer a alguien que se utilizará la violencia en su contra al menos en dos ocasiones; o causarle una alarma o angustia grave que tenga un efecto adverso sustancial en sus actividades cotidianas habituales.
Aunque se procesa principalmente junto con otros delitos como la violencia doméstica, cada vez llegan más casos individuales a los tribunales.
La abogada Clare Ciborowska le dijo a BBC Three que está viendo cada vez más casos de control coercitivo que involucran a jóvenes de 16 años o más.
«Cuando eres joven, nadie entra en una relación esperando que sea abusiva, pero cualquiera puede encontrarse en esa posición», explica.
«A veces, pueden comenzar a aparecer unos pequeños y sutiles signos, eso puede suceder durante un largo período de tiempo».
«Para entonces ya estás involucrada en la relación cuando las cosas empeoran. Por eso, es importante que los jóvenes sepan qué es el control coercitivo, puedan detectar las cosas desde el principio y se sientan capaces de hablar de ello».
En algunos casos, Ciborowska dice que el perpetrador evita la violencia física porque deja una marca obvia.
«Son bastante manipuladores y se aseguran de no cometer ningún delito físico, porque es mucho más difícil de detectar si se trata solo del aspecto del control coercitivo, aunque psicológicamente siga teniendo un efecto adverso enorme en la víctima».
Cuando Sarah viajó para romper con Zach, estaba aterrorizada.
«Me sentía muy responsable de su vida», señala.
Como no tenía idea de cómo tomaría él la ruptura, Sarah se lo dijo en la calle porque quería estar en público con otras personas alrededor, para que él no pudiera lastimarla.
Durante meses, después de haber roto con él, Zach continuó acosándola.
«Si no le respondía, me amenazaba con suicidarse».
Cuando bloqueó su número, Zach apareció en la puerta de su casa. Y en otra ocasión en casa de su madre.
«Me di cuenta de que no podría escapar por completo hasta que me mudé y él ya no sabía mi dirección».
Un año después de que se acabara esa experiencia, Sarah volvió a socializar, está en una relación feliz y, dice, está comenzando a sentirse ella misma nuevamente.
¿Estás experimentando control coercitivo?
Según una importante organización de ayuda de abuso doméstico, algunos ejemplos comunes de comportamiento coercitivo son:
- Aislarte de tus amigos y familiares
- Privarte de necesidades básicas, como alimentos
- Controlar tu tiempo
- Supervisarte a través de herramientas de comunicación en línea o software espía
- Tomar el control de aspectos de tu vida diaria, como adónde puedes ir, a quién puedes ver, qué puedes ponerte y cuándo puedes dormir
- Privarte del acceso a servicios de apoyo, como servicios médicos
- Despreciarte repetidamente, como decirte que no vales nada
- Humillarte, degradarte o deshumanizarte
- Controlar tus finanzas
- Amenazarte o intimidarte
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