Muchos suelen alardear de ser perfeccionistas. Pero nuevas investigaciones muestran que la gente prefiere a los colegas que tienen expectativas realistas.
Cuando escuchas la palabra «perfeccionista», puede que te venga inmediatamente a la mente alguna persona en particular: un jefe, un colega o incluso un amigo del trabajo cuyos estándares tienen muy poco que ver con la realidad.
Ellos esperan lo imposible de ellos mismos o de los demás, dedican horas y horas a hacer cambios invisibles que solo ellos ven, y luego llegan al final de la semana totalmente agotados.
Esta gente suele promocionar este rasgo, anunciando con vehemencia: «Soy un poco perfeccionista».
Es una especie de alarde y una forma de diferenciarse a sí mismos como empleados estrella. Después de todo, ¿quién no querría contratar a alguien que se esfuerza por alcanzar la perfección?
Puede que la respuesta no sea un «si» contundente. Cada vez más, estudios muestran que el perfeccionismo no es una característica profesional que necesariamente debamos promocionar.
De hecho, puede afectar negativamente el ambiente de trabajo, alienar a los colegas y dificultar el entendimiento dentro de un equipo.
Más que nada en el trabajo
Investigaciones llevadas a cabo por los psicólogos Emily Kleszewski y Kathleen Otto, de la Universidad de Marburgo, en Alemania, muestran que los perfeccionistas podrían estar lejos de ser los compañeros ideales, o incluso preferidos, para trabajar.
«Si los colegas pudieran elegir entre trabajar con un perfeccionista o un no perfeccionista», dice Kleszewski, «siempre preferirán al no perfeccionista, a la persona con expectativas realistas para ellos y también para el equipo».
Y mientras que el perfeccionismo puede impregnar cada aspecto de la vida de una persona, abunda en contextos profesionales, agrega.
«Si le preguntas a la gente en qué dominio es perfeccionista, la respuesta más frecuente es en el trabajo».
Las investigaciones han tendido a centrarse en los resultados de los perfeccionistas, más que en el efecto que pueden tener sobre el ambiente laboral o las relaciones interpersonales.
Pero este es un tema que vale la pena investigar, afirma Kleszewski: «Sabemos por investigaciones previas, que el buen ambiente en un equipo es importante para la salud mental en el trabajo».
Perfeccionismo en aumento
El momento para estas investigaciones es oportuno: hay evidencia de que el perfeccionismo está en aumento.
Un análisis de 2018 de los investigadores británicos Andrew Hill y Thomas Curran investigó las respuestas de más de 40.000 estudiantes universitarios a un cuestionario sobre la «escala de perfeccionismo», entre 1986 y 2015.
Los resultados fueron claros: los jóvenes son más proclives a ser perfeccionistas que sus predecesores.
Estudiantes universitarios graduados recientemente -ya sean millenials o generación Z- perciben que los otros esperan más de ellos, a la par que tienen más expectativas sobre sí mismos y quienes los rodean.
¿Tiene algo bueno ser perfeccionista?
Antes de alrededor de 1910, la palabra perfeccionismo se usaba generalmente para describir un punto de vista teológico de nicho.
En el siglo pasado, se utilizaba para describir a una persona con una visión del mundo particular: alguien que evitaba los errores o en una cruzada personal por la perfección.
En un principio, muchos psicólogos veían al perfeccionismo como algo completamente negativo y profundamente neurótico.
En 1950, la psicoanalista alemana Karen Horney describió a los perfeccionistas como personas aterrorizadas por la «tiranía del debería» (el sentir que ellos «deberían» ser una cantidad de ideales contradictorios, capaces de resolver cualquier problema, completar tareas imposibles y demás).
Decirle a un paciente que ellos esperaban demasiado de sí mismos no solía dar resultado, escribió Horney.
«(El paciente) normalmente añadía, explícita o implícitamente, que era mejor esperar demasiado de uno mismo que demasiado poco».
Desde entonces, la opinión académica se ha vuelto un poco más conciliatoria.
Equilibrio complejo
De un lado, el perfeccionismo parece estar estrechamente vinculado a problemas de salud mental, como la depresión, la ansiedad y los trastornos alimentarios.
Hablando profesionalmente, puede equivaler al agotamiento y al estrés, ya que esperar lo imposible puede significar prepararse para el fracaso.
Por otro lado, se ha descubierto que los perfeccionistas se sienten más motivados y son más concienzudos que sus pares no perfeccionistas, rasgos que son altamente deseables en un empleado.
En el mejor de los casos, los perfeccionistas canalizan con éxito sus altos estándares para hacer un gran trabajo, mientras que son menos severos consigo mismos y los demás cuando las cosas no salen a la perfección.
Pero ese equilibrio no es siempre fácil de alcanzar. En el estudio de Kleszewski y Otto, se les pidió a los perfeccionistas y a los no perfeccionistas que clasificaran a los posibles colegas por conveniencia y que describieran sus experiencias de llevarse bien con otros en el trabajo.
Los perfeccionistas fueron descritos como personas muy capaces, pero difíciles para trabajar con ellos, mientras que los no perfeccionistas se ubicaron en el rango más alto por sus aptitudes sociales, y por la cantidad de gente que quería trabajar con ellos, incluso aunque no fueran considerados igual de competentes.
Los perfeccionistas parecen notar cierta frialdad por parte de sus colegas: el estudio mostró que muchos decían sentirse excluidos o alejados de las dinámicas del grupo.
Abordajes diferentes
Últimamente, la mayoría de los investigadores concuerdan con que el perfeccionismo viene en muchas formas, y algunas podrían ser más dañinas que otras.
Una definición muy aceptada divide a los perfeccionistas en tres grupos.
Puedes ser un «perfeccionista orientado a ti mismo», que se fijas estándares altos solo para sí mismo; un «perfeccionista condicionado por la sociedad», que cree que la aceptación de los demás depende de su propia perfección; o un «perfeccionista orientado a los demás», que espera perfección en quienes lo rodean.
Cada tipo tiene sus fortalezas y debilidades, y algunos son más dañinos para la dinámica grupal que otros.
El estudio de Kleszewski y Otto muestra que los perfeccionistas que limitan la búsqueda de excelencia a su propio trabajo son más fáciles para trabajar que los que esperan mucho de los demás.
Al final, da igual
Un amplio metaanálisis de 30 años de estudios, llevado a cabo por el Instituto de Tecnología de Georgia, exploró otro sistema muy usado de clasificación que se basa en la «búsqueda de excelencia» o en «evitar el fracaso».
El primer tipo de perfeccionista está obsesionado en alcanzar estándares excesivamente altos. El segundo en no cometer errores.
Mientras que los dos grupos muestran algunas desventajas de ser perfeccionistas, incluyendo el trabajo excesivo, ansiedad y agotamiento, estos problemas son particularmente marcados en los perfeccionistas que «evitan el fracaso».
Incluso aunque los perfeccionistas puedan ser colegas poco deseables, para sorpresa de la investigadora Dana Harari, quien trabajó en el metaanálisis, no hay una relación entre el perfeccionismo y el desempeño laboral para ningún grupo.
«Para mí, lo más importante que deja en claro esta investigación es la relación nula entre el perfeccionismo y el desempeño», dice Harari.
«No es positiva, no es negativa, es simplemente nula».
Puede que tu colega perfeccionista se esté preparando para fracasar, sobre todo cuando se trata de llevarse bien con los demás.
Investigaciones encontraron que al poner todos sus esfuerzos en una tarea, pueden, sin darse cuenta, ignorar a otros en el camino, o no notar la importancia de mantener relaciones positivas con sus colegas.
La gente que lidia con perfeccionistas, debe alentarlos a invertir menos en su trabajo y más en su propio bienestar.
Y si estás leyendo esto con sensación de culpa por tu propio comportamiento en el lugar de trabajo, no te hostigues. Después de todo, nadie es perfecto.
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