Se describe como un estado mental de calidez, de profundo apego emocional y compasión por y entre personas que comparten lazos comunes y el deseo que nace de hacer algo por el otro.
Es “jeong”, un concepto que ha sido una parte integral de la cultura y sociedad de Corea del Sur por más de 2.000 años.
Con seguridad, muchas personas han sentido algo similar, particularmente los que pertenecen a culturas no occidentales o que todavía no están tan consumidas por el mundo industrializado. Pero no es un concepto fácil de describir verbalmente.
“Es algo que no aprendes. Está enraizado y viene de vivir la experiencia. Puedes aprender las reglas, pero es más intuitivo que cualquier otra cosa”, dice a BBC News Mundo la doctora Jihee Cho, psicóloga con práctica en Nueva York y cofundadora de Mind in Motion Psychological Therapy (que traduce terapia psicológica de la mente en movimiento).
Aunque reconoce que hay actitudes parecidas a jeong que otras culturas practican, el concepto es único, exclusivamente coreano, basado en la idea de una responsabilidad social colectiva.
El Ministerio de Cultura, Deporte y Turismo de Corea del Sur lo describe así: “Un sentimiento cálido de amor, afinidad, compasión y vínculo entre personas que comparten un lazo emocional y psicológico”.
Sin embargo, la doctora Cho añade que no es solo entre personas. “Puede ser un lazo con objetos, lugares, mascotas. Cualquier cosa con la que puedes desarrollar un vínculo”.
Jihee Cho nació en Corea del Sur, donde se crió y vivió hasta los 13 años. Su familia llevaba viviendo 30 años en el mismo vecindario. Era una comunidad donde todo el mundo se conocía, no solo las familias que vivían allí, sino los dueños de los negocios y las tiendas, los salones y los restaurantes.
“Me preguntaban cómo estaba, cómo me estaba yendo en la escuela. Todos sabían que mi madre trabajaba y si yo necesitaba algo, me lo daban sin tener que pagarlo. El saber sin pensarlo dos veces que mis padres pagarían después, es parte de ese sentimiento de familiaridad”, explica De jeong.
En la cultura coreana, a las personas que son allegadas las llaman “tíos y tías”. También, cuando se refieren a sus madres no dicen “mi mamá”, sino “nuestra mamá”.
Después de mudarse a Estados Unidos, donde estudió, sacó un doctorado y abrió su práctica en Nueva York, Cho no olvidó la práctica de jeong, particularmente en la gran ciudad donde la sociedad es cada vez más fragmentada e individualista.
Desde un comienzo se mantuvo cercana a dos o tres familias con las que pasó tiempo. Se veían en la iglesia y hacían actividades juntas. Varias mujeres quedaron embarazadas al mismo tiempo y compartieron sus experiencias. “El parto y todo. A través de nuestras experiencias mutuas conocemos mucho sobre nosotras mismas y nuestras familias”, dijo.
Más que simple bondad
Hace dos años, su padre murió repentinamente durante la pandemia y tuvo que viajar de urgencia a Corea del Sur. Fue un momento crítico en el que sus amigas volvieron a manifestar la actitud de jeong.
“Sin necesitar mayor explicación, ellas se involucraron inmediatamente en la situación. Una de mis amigas preparó desayunos para mi bebé, otra familia trajo cosas a mi esposo que podría necesitar, vinieron los fines de semana a acompañarlo. Ese es un ejemplo de cómo se practica”, dice.
Podría verse como un acto de simple bondad, pero la doctora Cho afirma que es más el saber intuitivamente lo que una persona podría necesitar en momentos difíciles. Eso va más allá de ser un buen vecino o ser solidario, es realmente preocuparse por la otra persona.
“Es un compromiso activo, una interacción genuina continua. Una curiosidad sincera por el bienestar de alguien”, añade.
Pero no se expresa únicamente en momentos de dificultad. Puede también suceder en momentos positivos, de alegría. “Si alguien recibe buenas noticias, nos sentimos también felices por eso. Participamos colectivamente”.
Sacrificio colectivo
Esa idea de colectividad es la base de jeong, que puede extenderse más allá del ámbito familiar y comunal, hasta el lugar del trabajo y la identidad de nación.
En cuanto a esta última, la doctora Cho recuerda dos eventos contundentes para Corea del Norte ocurridos en 1998.
Uno de ellos fue la profunda crisis financiera por la que pasó el país cuando enfrentó el pago de una deuda de miles de millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional.
El gobierno inició una gran campaña mediática pidiendo a sus ciudadanos que donaran sus artículos de oro para recolectar suficiente metal precioso que les ayudara a pagar la deuda. Miles se acercaron a entregar sus anillos, collares, relojes y demás prendas.
“¿Quién haría eso? ¿Por qué donarías tu oro que es tu propio recurso?”, se pregunta. “Pero ese fue un momento grandioso. Un movimiento de sacrificio nacional con el que se superó la dificultad económica”.
Diez años antes, hubo otro momento de “jeong nacional”, que fue la postulación de Seúl como sede de los Juegos Olímpicos. Los surcoreanos debieron desarrollarse mucho y trabajar fuertemente para cumplir esa meta.
“Pero no era la meta del país”, insiste la doctora Cho, “era la meta de todos porque todos compartimos en nuestro apego a la nación”.
Contra el aislamiento de la gran ciudad
La psicóloga se especializa en depresión, ansiedad y relaciones personales. Son aspectos de la salud mental que se ven afectados por la vida en Nueva York, donde tiene su consultorio.
La ciudad puede ser muy aislante, comenta, y si las personas no salen de su burbuja se vuelve muy difícil crear y mantener relaciones. Muchos de sus pacientes pueden estar deprimidos y empiezan a ensimismarse. Ahí es cuando la doctora Cho aplica el concepto de jeong.
“Parte de mi trabajo como terapeuta no es decirles qué deben hacer, sino guiarlos para que encuentren un punto de partida hacia lo que pueden hacer”, explica. “Hablamos de la manera en que pueden crear sus propias comunidades, encontrar personas afines y desarrollar relaciones”.
Esa implementación de jeong es un pequeño inicio. En realidad hay que compartirlo sin esperar nada a cambio y no dejar pasar la ocasión de practicarlo. “Así que atrévete, dale una oportunidad, trata de conocer a la persona, sal a almorzar, envía un texto preguntando cómo está y mira si se quieren encontrar más”, propone a sus pacientes.
Mientras dice que quien ofrece jeong se beneficia más que quien lo recibe, la doctora advierte que tiene que ser mutuamente aceptado. Demasiado jeong unilateral puede dañar la relación.
“La persona que recibe demasiado jeong puede sentirse abrumada. Tiene que haber un equilibrio intuitivo con la persona con la que lo estás compartiendo”.
Aunque un concepto tan profundamente personal no se puede medir científicamente, hay muchas expresiones en la lengua surcoreana que le dan un valor al concepto.
“Decir que no tienes jeong significa que no tienes aprecio por alguien”, dice la psicóloga. “Al empezar una relación estas ‘cultivando’ jeong, pero si empieza a flaquear estás ‘retirando’ jeong”.
Jeong a la latina
A pesar de esta tradición milenaria, la Corea del Sur moderna se ha convertido en una sociedad altamente competitiva, donde sus ciudadanos viven bajo una constante presión para superarse, lograr las mejores calificaciones académicas y los mejores puestos de trabajo a como dé lugar.
Como resultado de ello, la población está sobrecargada de trabajo, estresada y privada de sueño. Esto ha conducido a una epidemia de adicción a estimulantes y hasta de suicidios.
“Lo que he notado con el paso del tiempo es que el individualismo se ha estado imponiendo”, supone la doctora Cho. “En épocas anteriores había más tendencia a la colectividad. Ahora, posiblemente con la globalización, Internet, nos estamos volviendo más egoístas”.
Curiosamente, mientras el nivel de jeong puede estar reduciéndose en su país natal, la terapeuta ha identificado un sentimiento parecido entre otras comunidades migrantes en Nueva York, particularmente la latina.
“Los latinos son colectivos, tienden a vivir en los mismos lugares”, expresa. “En mi experiencia con mis clientes latinos, veo que ellos también tienden a llamar a las personas a las que se sienten cercanas ‘tío’ o ‘tía’. Algunas veces es difícil saber sin son en efecto familia o allegados”.
Como ejemplo, la doctora Cho recuerda a una paciente que llegaba a las sesiones acompañada de su abuela. Cuando se iniciaba la sesión, la mujer mayor regresaba otra vez para saber si tenía hambre.
“Esa es una manera de expresar jeong. No sé si existe una palabra así en la comunidad latina, pero es muy parecido”, concluye.
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