Estados Unidos vive un inusual proceso de transición entre dos gobiernos, marcado por la negativa del actual presidente, Donald Trump, a reconocer la victoria de su rival, el demócrata Joe Biden, en las elecciones del 3 de noviembre.
El presidente electo denuncia que su equipo no está recibiendo la información que necesita para una entrega de poder sin sobresaltos, mientras que el todavía mandatario comparte en redes sociales videos de sus logros y acusaciones, sin fundamento, de fraude electoral.
En este contexto, una de las actividades que ha emprendido Trump, y que sí es común en los últimos días de mandato de un presidente, es la concesión de indultos o conmutaciones de sentencias.
La semana pasada, en vísperas de Navidad, el mandatario anunció estos actos de clemencia para decenas de personas, entre las que destacan varios de sus aliados más cercanos, como Roger Stone o Paul Manafort.
Se prevé que de aquí al 20 de enero, fecha en la que Joe Biden asume el poder, se produzcan nuevos indultos.
Y hay quienes se preguntan si Trump optará por otorgarse a sí mismo un perdón presidencial preventivo para protegerse de cualquier proceso en su contra una vez deje el cargo y pierda la inmunidad que actualmente lo ampara.
Esta concesión sería una medida sin precedentes, pero ¿puede hacerlo?
Terreno inexplorado
«No lo sé, nadie lo sabe, nunca se ha intentado», responde Steven B. Duke, profesor de Derecho en la Universidad de Yale, en entrevista con BBC Mundo.
«No creo que lo vaya a hacer, honestamente. Si se perdona, virtualmente estará reconociendo que cometió un crimen federal», añade.
Como apunta el académico, ningún presidente se ha autoperdonado y, por lo tanto, no ha habido un caso que le haya dado a la Corte Suprema ocasión de pronunciarse sobre la cuestión.
En ausencia de precedentes, los teóricos remiten a la Constitución de Estados Unidos para intentar llegar a una conclusión.
En el artículo II, la Constitución le otorga al presidente el poder de «conceder indultos y perdones para delitos contra Estados Unidos, excepto en casos de impeachment (juicio político)».
Interpretaciones contrapuestas
Los expertos que creen que el presidente sí se puede perdonar apuntan que el texto constitucional está escrito de forma amplia y no contiene ninguna excepción explícita que impida el uso o abuso de ese poder.
El hecho de que los fundadores hicieran una excepción específica para los casos de impeachment, alegan, implica que no quisieron incluir ninguna otra salvedad.
Esta opinión la defendió en 2018 Andrew C. McCarthy, miembro del conservador National Review Institute y exasistente del fiscal del distrito sur de Nueva York, a propósito de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
Según McCarthy, los llamados padres de la Constitución sabían que estaban permitiendo el autoperdón presidencial cuando escribieron el texto.
«Si hubieran querido evitar que un presidente pudiera bloquear su persecución federal, al igual que se esforzaron en evitarlo con respecto a su propio impeachment, lo habrían hecho», argumentó.
El propio Trump tuiteó en 2018 que tenía el derecho absoluto a perdonarse a sí mismo, aunque añadió que no tendría por qué usarlo ya que no había cometido ningún delito.
Del otro lado, algunos académicos arguyen que la palabra «conceder u otorgar» se debe interpretar como un acto en el que una persona le da algo a otra, por lo que un presidente no podría otorgarse un perdón a sí mismo.
En este punto incide Asha Rangappa, abogada, exagente del FBI y profesora en la Universidad de Yale.
«Si un presidente puede o no perdonarse a sí mismo es, técnicamente, una cuestión legal abierta, pero la historia y los orígenes de este poder -que procede del derecho divino de los reyes- sugiere que necesita un otorgante y un beneficiario», le dice Rangappa a BBC Mundo.
«Y, en términos prácticos, permitir a un presidente autoperdonarse lo colocaría por encima de la ley, lo cual es inconsistente con el deber presidencial de ‘ocuparse de que las leyes sean ejecutadas fielmente’ y la intención de los autores de la Constitución, que quisieron diseñar un gobierno basado en el imperio de la ley».
¿Un perdón preventivo?
Otro de los elementos que llama la atención en el debate sobre lo que puede hacer o no Trump es el uso del calificativo «preventivo» para habar del potencial autoperdón.
En Estados Unidos los perdones presidenciales se pueden otorgar antes de que haya cargos o una condena.
Así lo estableció la Corte Suprema en 1866 con un fallo en el que señaló que el poder del perdón «puede ser ejercido en cualquier momento después de la comisión del delito, antes incluso de que se adopten medidas legales, durante el proceso o después de la condena y el juicio».
Es inusual que un presidente emita un perdón preventivo antes de que se presenten cargos, pero hay ejemplos, el más famoso es el perdón de Gerald Ford a Richard Nixon en 1974 del que hablaremos a continuación.
Y en 1977, en su primer día en el cargo, Jimmy Carter perdonó a cientos de miles de hombres que habían eludido el reclutamiento para la guerra de Vietnam y permitió a muchos de ellos que habían huido a Canadá regresar a casa sin miedo a ser procesados.
Nixon como referente
Si bien en Estados Unidos no hay precedentes de un autoperdón presidencial preventivo, Trump no es el primero en considerar esta posibilidad.
Richard Nixon se lo planteó en 1974 en pleno escándalo del Watergate.
Aunque finalmente decidió no hacerlo, Nixon -que era abogado- pensaba que el autoperdón entraba dentro de sus poderes como presidente.
La Oficina de Asesoramiento Legal, dependiente del Departamento de Justicia, le contradijo al emitir un informe en el que decía: «Bajo la regla fundamental de que nadie puede ser juez en su propio caso, el presidente no puede perdonarse a sí mismo».
Nixon optó por dimitir y su sucesor, Gerald Ford, le concedió un perdón preventivo «por todos los crímenes federales que cometió o pudo haber cometido» durante su tiempo en el cargo. Con esto zanjó cualquier posibilidad de que fuera procesado.
Fuera del alcance del perdón
La palabra «federal» en el perdón de Ford a Nixon es esencial y afecta también al caso de Trump.
Y es que el perdón presidencial solo abarca delitos que caigan bajo ley federal y no aquellos que corresponda juzgar a los estados.
Aunque Trump no ha sido acusado formalmente de ningún delito, hay al menos dos investigaciones abiertas en manos de funcionarios de la ciudad de Nueva York.
Cyrus Vance, fiscal del distrito de Manhattan, y Letitia James, fiscal general de Nueva York, investigan conductas potencialmente criminales relacionadas con las prácticas empresariales de Trump antes de convertirse en presidente.
Cualquier acusación o condena que se derive de estas investigaciones, o de cualquier otra a nivel local o estatal, quedaría fuera del alcance del perdón presidencial.
En este sentido, Steven Duke opina que el autoperdón se puede convertir en un arma contra el propio Trump porque puede movilizar a los fiscales de los estados a buscar litigios contra él.
«En ese caso, casi seguro será procesado en el nivel estatal, quizá varias veces», señala el profesor de Yale.
Distintas opciones
Ante este panorama, ¿qué caminos le quedan a Trump para evitar un posible proceso judicial sin tener que perdonarse?
«No hay necesidad real de un autoperdón, porque lo natural para un presidente sería llegar a un acuerdo con su vicepresidente: el presidente renuncia y este promete perdonarlo al asumir temporalmente la presidencia», indica Mark Tushnet, profesor emérito de Derecho de la Universidad de Harvard .
«Esto podría, por supuesto, significar el final del futuro político del vicepresidente, pero en la situación actual el vicepresidente [Mike] Pence probablemente no tiene demasiado futuro político en cualquier caso», le dice Tushnet a BBC Mundo.
Para el profesor Duke, la mejor opción de Trump es no hacer nada al respecto porque ve improbable que el gobierno de Biden lo procese.
«En primer lugar, el nuevo gobierno tendrá mucha dificultad para procesarlo y conseguir que un jurado lo condene. Recordemos que Trump tiene más de 70 millones de seguidores», expone Duke.
«En segundo lugar», agrega, «Biden insiste en que quiere sanar las relaciones entre demócratas y republicanos para conseguir que se hagan cosas. Imputar a Trump no ayudaría a esa causa».
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