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Se deben corregir los errores energéticos de Europa

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Los europeos por fin tienen un momento de respiro con respecto a pagar precios altísimos por el gas. Gracias a la disminución de la demanda por parte de los hogares y del sector industrial (baja impulsada por los esfuerzos de ahorro de energía y un invierno más suave de lo habitual) acoplada con el incremento de fuentes alternativas (como la eólica y la nuclear), los precios del gas han caído a niveles que no se vieron desde antes de que Rusia invadiera Ucrania el pasado mes de febrero. Pero los precios podrían volver a subir, y los gobiernos deberían permitir que esto ocurra.

En toda la Unión Europea, la generación de electricidad y el gas están indisolublemente unidos. El gas es el combustible más flexible para las centrales térmicas, lo que lo hace indispensable en las horas pico. Pero no es particularmente eficiente. De hecho, el gas necesita al menos dos megavatios hora de contenido calorífico para producir un megavatio (MWh) de electricidad.

El año pasado, cuando casi la mitad de los reactores nucleares de Francia fueron desconectados, se perdieron más de 50 teravatios hora (TWh) de energía nuclear. Para compensar el déficit, habría sido necesario importar una cantidad de gas natural adicional equivalente al valor de 100 TWh. Ya que los precios de gas estaban en promedio en más de 100 euros (106 dólares) por MWh (esto debido en parte a la pérdida de energía nuclear), el costo implícito fue de más de 10.000 millones de euros. Una de las razones clave para el reciente descenso de los precios del gas es que se han reiniciado algunos reactores nucleares franceses.

Sin embargo, lo que tiene mayor importancia es que los precios de la electricidad están bajando gracias al llamado sistema de orden de mérito de Europa, mediante el cual el precio de la electricidad es determinado por la fuente más cara. Por supuesto, la fijación de precios según el costo marginal también fue la razón por la cual los precios mayoristas de la electricidad aumentaron considerablemente en Europa después de que comenzara la guerra, en tanto que se mantuvieron constantes en Estados Unidos. Pero esos precios altos no fueron algo malo: incentivaron a los usuarios a consumir menos, reduciéndose así la necesidad de importar gas. El problema es que sólo los precios al por mayor, es decir aquellos precios pagados por el sector industrial y los servicios públicos, están determinados por el sistema de orden de mérito. Las tarifas minoristas a menudo están fuertemente reguladas, lo que genera grandes discrepancias de precios entre países.

En Alemania e Italia, países donde los costos de la electricidad han estado regulados con menos fuerza, los precios minoristas han llegado a aproximadamente duplicarse desde el comienzo la guerra, según datos del Household Energy Price Index. En Francia, por el contrario, el gobierno ha decretado que los precios minoristas deben permanecer esencialmente constantes, y en España los subsidios han provocado que los precios pagados por los hogares disminuyan, a pesar del aumento de costos provocado por la guerra.

Los esfuerzos de los gobiernos por proteger a los hogares y a las empresas del impacto de los costos más elevados tienen beneficios obvios, como por ejemplo la mitigación de las presiones inflacionarias, por lo que la inflación general es mucho más baja en Francia y España que en Alemania e Italia. Pero los costos económicos indirectos son considerablemente mayores, empezando por el costo que significa la eliminación del incentivo para ahorrar energía. (Los topes de precios aplicados al gas se basan en una lógica similar y tienen el mismo efecto indeseable).

Además, los subsidios elevan la deuda pública, algo que ni Francia ni España pueden darse el lujo de hacer, dado que ambos países enfrentan ya niveles de endeudamiento sin precedentes. Los esfuerzos por aliviar las presiones de los precios también contribuyeron a los recientes problemas nucleares de Francia. La productora de energía nuclear Electricité de France sufrió enormes pérdidas el año pasado, luego de que el gobierno la obligara a vender una parte significativa de su producción a precios por debajo del costo.

Pero Francia y España no se conforman con mantener bajos los precios minoristas, sino que ahora están ejerciendo presión para abolir el sistema de orden de mérito a nivel de la UE. Se quejan de que la fijación de precios según el costo marginal mantiene altos los precios de la electricidad en tanto que los del gas continúen siendo altos, incluso si aumenta la proporción de energías renovables de bajo costo. Estos países argumentan que los consumidores deberían cosechar los beneficios de las inversiones en energías renovables.

El problema con esta postura populista, la cual también ha sido adoptada por la Comisión Europea, es que ignora la importante función que cumplen los precios altos de la energía con respecto a reducir la demanda de gas e impulsar la inversión en energías renovables. Existen otras formas de apoyar el poder adquisitivo de los hogares.

Sí, es verdad que el sistema de mérito de Europa tendrá que ser repensado cuando las energías renovables de costo marginal cero desplacen a todos los combustibles fósiles. Pero este sistema es el sistema ideal para la transición a emisiones netas cero. Esa transición llevará demasiado tiempo como para que los países puedan darse el lujo de continuar otorgando subsidios, especialmente si no se permite que los precios aumenten lo suficiente como para estimular la inversión necesaria.

Desafortunadamente, esta situación podría presentarse, debido a que en la UE la calidad de la formulación de políticas está decayendo. La Comisión solía ser un bastión contra los intentos de los Estados miembros de lanzar intervenciones en sus economías por motivos políticos. Ahora parece haber abandonado este papel, no solo con respecto a las políticas energéticas, sino también a la hora de limitar las ayudas estatales.

Lo antedicho encaja con la autopercepción de la Comisión, que se ve como un organismo “geopolítico”. Pero incluso desde una perspectiva geopolítica, los esfuerzos por controlar los precios del gas y la electricidad no tienen sentido. A medida que aumenten los costos de las intervenciones estatales en el mercado energético, decaerá la posición geopolítica de la UE. 

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

Daniel Gros es miembro de la junta directiva y miembro distinguido del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS).

Copyright: Project Syndicate, 2023.

www.project-syndicate.org

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