¡Guau! Esta es la expresión que escucho con más frecuencia cada vez que muestro la imagen.
Es el dibujo de tonalidades lilas y rosadas que ves arriba con un pene y un clítoris lado a lado.
Desde que empecé a investigar para escribir esta nota lo tengo guardado en mi teléfono y, de tanto en tanto, aprovecho la oportunidad de mostrarlo para observar la reacción de mis interlocutores.
No importa el nivel de educación, el acceso a la información, las creencias religiosas o la profesión, tampoco si quien lo mira es hombre o mujer.
La gran mayoría desconoce lo que la imagen deja en evidencia: que al menos en forma, ambos órganos tienen una semejanza asombrosa.
Esta falta de conocimiento es comprensible.
Mientras que la información sobre los genitales masculinos abunda, el clítoris (del griego kleitoris, que significa «pequeño monte») ha aparecido y desaparecido de la literatura médica a lo largo de la historia.
Y no fue sino hasta 2005 que resurgió con ímpetu de la mano de la uróloga australiana Helen O’ Connell, quien describió por primera vez la anatomía completa de este órgano, así como su relación con estructuras adyacentes como la uretra, la vagina y las glándulas vestibulares.
A falta de material de estudio adecuado sobre el clítoris, O’Donnell se abocó a investigarlo minuciosamente —diseccionando cadáveres, con imágenes de resonancia magnética en mujeres vivas y estudios citológicos de tejidos— para descubrir que lo que está a la vista es apenas una ínfima parte: alrededor del 90% de la estructura de este órgano femenino se encuentra dentro del cuerpo.
Estructura
«La puntita que vemos, que es lo que siempre se ha creído que es el clítoris, es en realidad la punta del iceberg», le explica a BBC Mundo la psicóloga y sexóloga vasca Laura Morán, autora de «Orgas(mitos)», un libro que busca disipar la desinformación y los mitos alrededor de la sexualidad humana.
«Eso es el glande del clítoris (situado donde se unen los labios menores y escondido bajo un capuchón) y el resto es un órgano interno», agrega.
Fuera del campo visual, el clítoris se extiende por debajo de la piel.
Su tallo tiene una forma cilíndrica compuesta por dos cuerpos cavernosos unidos que se extienden hacia el hueco púbico.
En su extremo están las raíces —unas bandas delgadas de tejido eréctil— que van desde el tallo, a lo largo de los huesos que forman el pubis, y envuelven la uretra y la vagina.
Al lado de cada una de las raíces se encuentra otra región de tejido eréctil que se conoce como bulbos del clítoris, que están por detrás de las paredes vaginales.
«La pared vaginal es, de hecho, el clítoris», le dijo O’Connell a la BBC en 2006.
Similitudes y diferencias
Por sus similitudes, para entender la forma del clítoris resulta muy útil esta comparación con el pene.
Son lo que se conoce como órganos homólogos: tienen el mismo origen, son similares en su estructura interna, aunque pueden tener funciones diferentes.
De una punta a la otra, el órgano femenino tiene un tamaño promedio de unos 10 centímetros, y al igual que el pene, el tejido que lo conforma es esponjoso, eréctil. Es decir, se abulta y crece con la excitación por el flujo de sangre.
«Algunos se refieren al clítoris como un pene interno, pero otros dirán que el pene es solo un clítoris externo. Esa es la forma en la que me gusta explicarlo a mí», le dice a BBC Mundo Laurie Mintz, psicóloga, terapeuta sexual y autora de Becoming Cliterate, un libro que expone el contexto cultural que ayuda a perpetuar la brecha entre el placer que experimentan hombres y mujeres.
Algo que los diferencia —además de la relación externo/interno— es que el pene tiene una doble función: es parte del proceso de reproducción sexual y del sistema urinario.
El clítoris, en cambio, tiene una sola: es el único órgano del cuerpo humano cuya única función es proporcionar placer.
El clítoris tiene alrededor de 8.000 terminaciones nerviosas. El órgano masculino, entre 4.000 y 6.000.
Es la zona del cuerpo más densamente poblada de terminaciones nerviosas, explica Mintz.
«Imagina todos los nervios de la punta del pene, pero en una superficie del tamaño de la goma de borrar de un lápiz», dice a modo de ilustración.
Mismo origen
La razón por la que clítoris y el pene tienen tantas semejanzas es que se forman a partir de un mismo tubérculo genital durante el desarrollo embrionario en el útero materno.
Sólo se diferencian a partir de la sexta o séptima semana, cuando los embriones comienzan a expresar sus cromosomas sexuales.
A partir de allí, la liberación de testosterona en los embriones XY dará lugar a la formación de los órganos sexuales masculinos, mientras que la falta de esta hormona sexual en los embriones XX dará lugar a la formación de los órganos sexuales femeninos.
En un caso crecerán hacia afuera, y en el otro, hacia adentro.
Desconocimiento
El desconocimiento de la anatomía y función del clítoris —que tanto Morán como Mintz achacan en parte al espíritu machista o al patriarcado y a la devaluación del placer sexual femenino— tiene un impacto directo en la práctica médica, pero además afecta, y de forma profunda, la vida sexual de las mujeres.
«Las priva de placer», sentencia Morán. «Es como si te dieran un coche pero no sabes usarlo, y entonces no puedes disfrutarlo».
«Esa ignorancia nos hace sentir frustradas, porque claro, nos dan ese coche y nos dicen que hay que usarlo. Pero tiene que ser como en el porno tradicional o en las películas románticas, y ahí no se ve estimulación del clítoris».
«Siempre hay penetración, y la penetración por sí misma no es la técnica que mejor estimula el clítoris. No es facilitadora de orgasmos».
Por otro lado, comenta Morán, «las mujeres que han descubierto a través de la autoexploración que la estimulación del clítoris les proporciona placer y orgasmos, categorizan a estos como de peor calidad».
«De hecho algunas mujeres me dicen sí, tengo orgasmos, pero solo si me estimulo con la mano, como si tuvieran un defecto de fábrica».
«No solo no saben que el clítoris está ahí, sino que tampoco saben que ese es el órgano más fácil para tener un orgasmo», asegura Morán.
El poder de las palabras
Mintz coincide en que esta brecha en el placer está vinculada a la falta de conocimiento de las mujeres sobre su propia anatomía.
«Lamentablemente, muchas mujeres incluso hoy día ni siquiera conocen el poder de la parte del clítoris que pueden ver y tocar, o lo relegan como algo insignificante», explica.
Pero la sexóloga considera también que «el lenguaje que usamos en nuestra cultura refleja y perpetúa» esta situación.
«Llamamos a todo lo que sucede antes (del coito) juego previo, como si fueran los preliminares al evento principal, a pesar de que este es el tipo de actividad con más probabilidades de llevar a la mayoría de las mujeres a alcanzar el orgasmo», asevera Mintz.
Cambiar este panorama requiere educación sexual, señala la autora.
Hace falta «enseñar sobre placer sexual y consentimiento, como en Holanda, donde gracias a ello hay menos agresiones sexuales y hay una brecha orgásmica mucho más pequeña que en ningún otro país».
La educación es un elemento clave también para Morán.
«Aprender para que es cada órgano, lo que podemos conseguir con ellos, y cómo nos gusta que nos estimulen, es algo que nos va a liberar a todos».
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