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El héroe Abdala y la vacuna

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abdala

¡Y si insulta a los libres un tirano/ Veremos en el campo de batalla! / En la Nubia nacidos, por la Nubia/ Morir sabremos: hijos de la patria,/ Por ella moriremos, y el suspiro / Que de mis labios postrimeros salga, / Para Nubia será, que para Nubia / Nuestra fuerza y valor fueron creados.

Como todo lo que hacen los cubanos, el nombre del compuesto biológico que vendieron como vacuna fue tomado de un personaje de un poema dramático de José Martí. El poeta, admirado por todos en el mundo, le dio a Abdala todas las cualidades de un héroe cuya valentía y determinación lo llevó a levantarse contra un tirano (siempre hay uno). Y en verdad, si logran seguir vendiendo este fármaco y pasarlo como inmunización contra el covid-19, mucho tendrán que agradecerle, porque significa liquidez para las arcas de la dictadura que gobierna la isla.

Por supuesto que los primeros que “adquirieron” 12 millones de dosis fueron los del régimen venezolano, si es que no los obligaron a traerlas. Es como si los ratones de laboratorio les pagaran a los científicos locos para que hicieran pruebas con ellos. Aunque suene horrible, la Abdala y otras inmunizaciones que manejan los cubanos son simples “candidatos vacunales”. Incluso expertos opuestos a la dictadura abogan porque se publiquen las pruebas que se han hecho. “La ciencia se hace creíble con evidencia”, afirmó el científico cubano Amílcar Pérez Riverol en unas declaraciones recogidas por El Diario de Cuba en las que insta a entregar la data a la Organización Mundial de la Salud.

¿Y por qué esta reacción en la propia isla? Pues porque comenzaron a aplicar la Abdala y la Soberana a diestra y siniestra. No hay manera de saber a ciencia cierta los efectos que producen ni si son efectivas. Incluso hay denuncias de algunas personas fallecidas días después de recibirlas.

¿Qué esperan los venezolanos? ¿Que este régimen se comporte diferente? Si cada vez que se consigue un efecto secundario por las vacunas de los laboratorios internacionales reconocidos se arma un escándalo, los cubanos tienen la receta perfecta: no decir absolutamente nada, y de ese ejemplo se sirven los rojitos de tierra firme.

Por ese motivo hay que seguir haciendo presión. Porque seguramente Díaz-Canel ni ninguno de sus personeros se vacunó con la Abdala, para ellos sí hay de las buenas. Hay que hacer eco de las advertencias de la Academia venezolana, de la Organización Panamericana de la Salud, de la Federación Médica Venezolana, de las enfermeras y médicos que han levantado su voz para que nadie acepte una vacuna como si fuera un ratón de laboratorio.

Aquí los únicos beneficiados son los dictadores cubanos, que cobrarán aunque sea en gasolina esas dosis. Ya se aprestan otros gobiernos latinoamericanos a hacer negocio. No se trata de inmunizar al pueblo, para ellos se trata de una simple transacción comercial, y si en ello se va la vida de los venezolanos, eso no los ha detenido hasta ahora.

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