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Sexting: una práctica sana que no siempre sale bien

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Dos adultos, una conversación subida de tono y algunas fotos o videos íntimos son suficientes para que, por estos días de confinamiento, quienes se encuentran distanciados físicamente puedan divertirse y disfrutar sanamente de su sexualidad a través del sexting o cibersexo. Pero la experiencia, a veces, no es del todo placentera.

En ocasiones, una de las partes incumple el acuerdo, muchas veces tácito, otras explícito, de no publicar o compartir imágenes ni videos. Es allí cuando lo que empezó como una alternativa «segura» para disfrutar del sexo, se convierte en una pesadilla: las fotos terminan publicadas en redes sociales o en manos de terceros, como le ocurrió a Allyson, de 26 años de edad.

Hace poco más de un mes, recibió un mensaje que la desconcertó: «Hola, esto me llegó por un grupo de amigos», decía el chat. Al principio no entendía lo que pasaba, luego vino el miedo y, finalmente, el enojo: alguien había publicado sus nudes en un grupo de WhatsApp. «Ahí empezó mi temor de que las fotos pudieran llegar a más gente», recuerda Allyson.

Sin embargo, no dejó que el miedo la paralizara y decidió enfrentar la situación. «En total confianza envié una foto a un destinatario que consideraba conocido, y él decidió filtrarla (…) Esto es un tema serio en el cual, estoy segura, millones de mujeres en el mundo se han visto involucradas, y han sentido vergüenza y miedo. Pero hoy rompo de esta manera para que mis seguidores sepan que esto no se hace», escribió entonces en una publicación en su cuenta de Instagram. «Enviar un nude no nos hace putas, zorras o cualquier calificativo peyorativo, el único que merece un mal comentario es el que decide divulgar lo que, se supone, era una conversación de dos», agrega.

Así como Allyson algunas mujeres prefieren enfrentar la situación como, por ejemplo, hizo Stephanie, de 23 años de edad. Aunque de ella no se publicaron fotos en redes, recibió una amenaza de un desconocido, quien le pidió videos íntimos a cambio de no publicar unos supuestos nudes. Sin embargo, decidió tomar la justicia por sus propias manos y publicar un capture de la conversación con esta persona en Twitter. “Cuando subí los screenshots dejó de escribirme y nunca publicó nada”, cuenta.

Pero, al contrario de lo que hicieron Allyson y Stephanie, hay mujeres que prefieren esconderse, mantener un perfil bajo, ya sea por vergüenza o miedo, y dejar que el tiempo pase hasta que todos se olviden de las fotos. Fue la actitud asumida por Andrea, de 26 años de edad.

Hace siete años, en 2013, Andrea se enteró que alguien había filtrado unas fotos viejas de ella. En ese entonces estaba con su abuela y unas amigas en el carro camino a su casa, cuando una de ellas le dice: «Me siguió esta cuenta de Instagram» y le muestra una imagen de una chica sin ropa, sin saber que se trataba de ella. «Cuando vi la foto lo primero que pensé fue ‘Ay pobrecita’. Luego me quedé pensando en un suéter que aparecía en el fondo y le pedí el teléfono a mi amiga para verla otra vez y me di cuenta que era yo», cuenta.

Inmediatamente, Andrea llamó a sus amigos para pedirles que denunciaran la cuenta de Instagram y verificar si este perfil siguió a alguno de sus familiares. De esa época recuerda que no quería salir de su casa, incluso se pintó el cabello para lucir «diferente» y no ser reconocida. Sin embargo, luego de una semana todos se olvidaron de sus fotos porque habían publicado un video de una pareja teniendo sexo. «Todos dejaron de hablar de mí para empezar a hablar de ellos», dice.

Así como cada mujer enfrenta esta exposición de diferentes maneras, las consecuencias psicológicas que pudiera generar en ellas dependerá de la seguridad y estabilidad emocional de cada una, explica Andreína Pérez, psicólogo y terapeuta de pareja. «Si tenemos a una persona con autoestima bastante sana puede sentir, sencillamente, una satisfacción en el reconocimiento de sus cualidades. Pero cuando se trata de una persona con un autoestima disruptiva, con muchas inseguridades y temores puede generar un daño en su autoimagen y en su moral», señala.

La especialista agrega que la gravedad de estas consecuencias también dependerá del daño social que esta situación genere en el entorno de la persona afectada. «No es lo mismo que se filtre una foto entre mis amistades que en mi familia. Entonces, dependiendo de la gravedad del asunto, la persona debe buscar atención u orientación psicológica para saber cómo actuar y tener las herramientas para abordarla», indica Pérez.

«Si la situación la afectó de manera negativa, esto hará que se aleje de las personas que tengan características similares a la persona que le hizo daño y evite ese tipo de relaciones. También se puede cohibir y convertir en alguien introvertido, con más miedos e inseguridades», añade.

Allyson decidió no exponer al responsable de pasar sus nudes en redes sociales porque, asegura, es algo que va en contra de sus valores; sin embargo, en su post de Instagram muchos le pidieron que publicara el nombre del culpable. “El solo se disculpó y me juro que no fue él, fue un amigo al que le había enviado las fotos. Me pidió que no lo expusiera, que había leído mis redes y sabía que la gente lo pedía. Le dije: ‘Jamás haría eso porque sería ser igual que tú’”, cuenta.

Hay mujeres que no revelan el nombre del responsable de difundir sus fotos por miedo o vergüenza, afirma la especialista. “Cuando las personas son víctimas de violencia, física o psicológica, normalmente sienten temor, angustia y rechazo que como víctimas los hacen sentirse sumisos. Esa característica hace que las personas reaccionen de una manera distante y que busquen alejarse del que les hizo daño”, explica Pérez.

La especialista recomienda, antes de enviar un nude, evaluar si se está haciendo por satisfacción propia o por complacer a otro; de ser así no se estará convencido completamente y podría generar una sensación de remordimiento o inseguridad luego. “La autoestima se podría ver deteriorada porque está haciendo algo que va en contra de sus principios (…) Ahí es donde la persona no debe perder, dentro de la relación, su individualidad”, dice.

Pérez destaca la importancia de ser muy explícitos en cuanto a los acuerdos y límites que se deben imponer antes de intercambiar fotos íntimas. “No se puede mandar fotos con tanta libertad, hay que entender que esas imágenes se pueden filtrar, no por la pareja sino por alguien que hackeó alguna cuenta personal”, indica.

¿Y la justicia?

En Venezuela todavía no existe una ley tipificada para los delitos de acoso cibernéticos vinculados al género, específicamente relacionados con la publicación de fotos o videos íntimos. Sin embargo, dependiendo de cada caso, se puede apelar a algunos artículos, por ejemplo, de la Ley especial contra los delitos informáticos, el Código Penal o la Ley sobre el derecho a las mujeres de una vida libre de violencia, asegura Milagro Rengifo Rincones, abogada especialista en derecho penal y derechos humanos.

«Cuando vas al análisis estricto de la Ley sobre el derecho a las mujeres de una vida libre de violencia no existe el tipo penal específico determinado para esa exposición vinculada al género. Es decir, si bien existe, nombrado como forma de violencia, la violencia mediática y la violencia simbólica, no hay un elemento directo de la ley para advertir. Sin embargo, se tiene que acudir porque el funcionario policial, que puede recibir la denuncia, el funcionario del Ministerio Público, que tiene una unidad especializada de abordaje, están capacitados para ver ese tipo de situaciones», explica.

Rengifo Rincones señala que es necesario verificar a detalle cada caso porque, en ocasiones, este tipo de situaciones vienen acompañadas de amenazas previas, como le ocurrió a Stephanie. “Normalmente, es ‘si no haces esto, te voy a exponer’. Entonces, tienes el delito de amenaza configurado con la exposición, que sí está tipificado en la Ley especial contra los delitos informáticos, la cual es para todos los delitos relacionados con los medios y tecnologías de información”, dice.

La Ley especial contra los delitos informáticos surgió en 2001 por la necesidad de controlar los ilícitos relacionados con las tecnologías de información o medios digitales que se quedaban fuera del contexto, cuenta la abogada penalista. “Cuando haces el análisis de cada caso particular se puede verificar cómo lo hizo: se metió en la computadora de ella para sacar el video o las fotos, porque pudo pasar. Si fue así, tendrías un delito desarrollado en la Ley de delitos informáticos que se refiere a un acceso indebido con un agravante, desarrollado en ese mismo tipo de ley, que se llama acceso indebido o sabotaje a los sistemas protegidos”, señala.

En muchas ocasiones las víctimas, por desconocimiento, no denuncian estos casos: tanto las amenazas de publicación de fotos de íntimas como su difusión en redes sociales por parte de terceros. Rengifo Rincones asegura que todas las policías, estadales y municipales, tienen una unidad de atención a la víctima para las mujeres y de ilícitos informáticos. “Deben hacer la denuncia (…) también pueden acudir al Ministerio Público, donde delimitará si hay elementos de género o de delito común para designarlo a los fiscales especializados en ilícitos informáticos o de género. Cuando se dan ambos casos se asigna al fiscal especializado en defensa de los derechos de la mujer y él debe calificar el delito informático”, explica.

“Cuando haces la formulación de la denuncia eres las víctima y le corresponde al Estado determinar si lo que estás notificando es un delito o no (…) Si te sientes afectada en tu bien jurídico, en tus derechos particulares, que es la privacidad. Cuando se te viola la privacidad, el Estado está obligado a garantizar que eso no pase porque la privacidad es un derecho humano. Es decir, yo tengo derecho a mi información privada, eso está dentro de los principios constitucionales, y si se incumple el Estado está obligado a garantizar que eso no pase y si ocurre debe sancionar al que violó ese derecho”, agrega.

Por último, Rengifo Rincones añade que, además de las policías municipales y estadales, las denuncias se pueden realizar a través de las unidades especializadas del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc).

Más apoyo entre mujeres

Lamentablemente, cuando alguna foto de un desnudo o un video íntimo se hace público las mujeres son las más atacadas. “Puta”, “zorra”, “fácil” y demás calificativos peyorativos reciben las víctimas de este tipo de exposición. Esto se debe a que todavía existe una cultura machista predominante, tanto en Venezuela como en los demás países de la región. “Vivimos en una sociedad donde el machismo está muy intrínseco en nuestra cultura. Sin embargo, esto es algo que debemos ir deconstruyendo todos los días (…) Usar anteojos de género es lo que nos va a permitir analizar todas esas conductas machistas para poder detectarlas y evitarlas”, dice Victoria Romero, activista feminista, defensora de los derechos de las mujeres y creadora del Método Wom.

Romero explica que la sociedad educa a los hombres para que sean viriles, lo que se traduce en que mientras más mujeres tengan más varoniles son. Por su parte, a las mujeres siempre se les ha inculcado que deben ser “santas y puras” hasta el matrimonio, reprimiendo así su liberación sexual. Por esto, algunas sienten vergüenza cuando se publica alguna foto o video íntimo.

“Más que avergonzadas deberían sentirse molestas porque se estableció una situación de confianza entre dos personas, donde se compartieron fotos para el disfrute sexual de ambos y esta segunda persona tiene el deber de borrar las imágenes porque si las comparte se convierte en un delito (…) La sociedad siempre va a catalogar a las mujeres de putas cuando se difunde este tipo de contenido porque vivimos en una cultura patriarcal, donde los hombre sienten que, al enseñar o tener estas fotos, tienen mayor credibilidad entre sus pares”, afirma Romero.

Cuando ocurre este tipo de situaciones el apoyo, sobre todo entre mujeres, es fundamental. “Tenemos que apoyarnos en sororidad, esa palabra tan popular que usamos las feministas para tratar de establecer esa solidaridad entre nosotras para hacer frente a una esfera política y pública (…) Lo que se tendría que hacer en estos casos es buscar redes feministas o alguna ONG que pueda ofrecer una orientación, tanto legal como psicológica. Todo esto es sumamente importante para la prevención”, explica la activista que, a su vez, destaca un Manual de Sexting que creó la ONG Asuntos del Sur para que las mujeres puedan disfrutar de esta práctica de forma segura.

En julio, cuando se compartieron las fotos de Allyson, una de sus amigas, Rina Díaz, inició una campaña en redes sociales para apoyarla en ese momento difícil. “En nuestras historias de Instagram publicamos una imagen con los hashtags: ‘Los nudes que te mando no son para que los reenvíes’ y ‘Si se meten con una se meten con todas’, cuenta.

Díaz recuerda que, ella y otras amigas, quedaron en hacer la publicación a las 8:00 pm del día siguiente en el que Allyson contó lo que le había ocurrido. “La respuesta fue buenísima porque no solo éramos nosotras, sino que otras personas nos escribieron para unirse a la campaña, sin conocer Ally ni lo que le pasó, porque entienden que era algo inapropiado (…) Pero también se unieron hombres, quienes me contaron que han sido víctimas de esto”, comenta.

Sobre las razones por las que algunas personas, hombre o mujeres, publican las fotos o video íntimos que alguien les envió responde a lo que denominan “pornografía de la venganza”, que es considerado un delito en países como Reino Unido y Estados Unidos. “Hay personas que tienen intimidad con otro y luego, cuando termina la relación, por venganza, publican las fotos sin consentimiento del otro. Sin embargo, hay quienes lo hacen solo por entretenimiento o por fines lucrativos”, asegura Romero.

Actualmente, los medios informativos y de difusión desempeñan un rol indispensable en la concientización y visibilización de este tipo de violencia, señala la creadora del Método Wom, quien además destaca la importancia de educar a los hombre sobre este tipo de situaciones. “Es vital alertarlos y explicarles que hacer este tipo de acciones es una conducta totalmente machista y decirles que es un delito. Mientras más se masifique la información creo que los índices se reducirían muchísimo, aunque nuestro acceso a la justicia es difícil, nuestro derecho al debido proceso a veces se ve entorpecido y que muchos de los delitos quedan impunes, soy partidaria de que hay que denunciar”, afirma.

Después de la publicación de sus fotos, ni Allyson ni Andrea consideran que esa experiencia afectará sus vidas, más allá de un par de comentarios fuera de lugar. Ambas saben que son mucho más que solo “las chica de los nudes”. Aunque pasaron por una situación difícil, están dispuestas a disfrutar de su sexualidad y enviar de nuevo fotos, pero serán más precavidas. “Creo me llevará tiempo ser más atrevida en cuanto a sex chats, pero supongo pasará”, finaliza Allyson.

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