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Hermandad

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Por PATRICIA  VEGA

Los encuentros que marcan nuestras vidas son inesperados y sencillos.  Como conozco a la escritora y periodista venezolana Carol Prunhuber un poco más que ustedes me permití escribir unas breves líneas, bajo el título “Hermandad”, para dar mis razones del porqué la aprecio y admiro tanto.

Cuando nos conocimos, por medio de una maestra que tenemos en común, allá por los años noventa, no era muy frecuente el que nos refiriéramos a nuestras historias personales. Así que el ir descubriendo cada vez mayores coincidencias fue producto de un largo proceso.  Recuerdo que lo primero que me impresionó gratamente fueron su gran educación y cultura; así como su fina manera de tratar a las personas.  Luego me llegaron los primeros datos: Carol había estudiado literatura tanto en Caracas como en París, y su tesis doctoral, la cual versó sobre el escritor y compositor uruguayo Felisberto Hernández, se había convertido en libro. “Nada mal”, pensé. Más adelante supe que también había ejercido el periodismo como corresponsal, en París y Madrid, para varios diarios y revistas venezolanas.

Con posterioridad me enteré de que en 1985 había viajado al Kurdistán con el propósito de realizar un documental para la televisión francesa sobre la lucha independentista de los kurdos en Irán. Pocos periodistas —y en particular periodistas mujeres— se han adentrado en esa zona de guerra, para recoger testimonios de primera mano sobre la lucha de los kurdos por conseguir su libertad y conservar tanto su cultura como su identidad a pesar de la opresión histórica que han y continúan sufriendo. Desde entonces, una de los empeños a los que se ha entregado Carol Prunhuber ha sido el de documentar, denunciar y difundir la causa del pueblo kurdo, quienes en gran cantidad se han visto obligados a huir y a vivir en el exilio.

Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando supe que Prunhuber había escrito un libro sobre la lucha de los kurdos y, en particular, sobre su líder, Abdul Rahmán Ghasemlú, asesinado en Viena el 13 de julio de 1989, y que, por la falta de interés editorial en el tema, dicho libro tuvo que dormir el sueño de los justos arrumbado durante muchos años en un cajón. Sin embargo, como esa historia estaba destinada a ver la luz, Carol me confió la primera revisión de manuscrito para hacerle algunas sugerencias antes de que apareciera en su primera versión en español como Pasión y muerte de Rahamán el kurdo. Nunca he olvidado y siempre agradeceré su gesto de confianza. Esa lectura previa fue mi gran oportunidad para adentrarme en la forma en la que Prunhuber ejerce el periodismo: su cuidado al investigar, recabar y verificar la información; la manera en la que engarza los testimonios y la minuciosidad con la que relata los acontecimientos. Y, por si fuera poco, comprobé su disposición para “arriesgar el pellejo” cuando fue necesario y todo por dar a conocer una causa que consideró justa y que le ganó el sobrenombre de “hermana de los kurdos”.

Me he detenido en esta historia porque, sin siquiera imaginarlo, la experiencia kurda en la que Prunhuber lleva casi 30 años sumergida ha sido su preparación humana y profesional para ocuparse periodísticamente de la situación de opresión y violencia que viven sus hermanos venezolanos  a través de su dramática crónica Sangre y asfalto, 135 días en las calles de Venezuela, en la que puntualmente Carol vuelve a registrar, documentar y denunciar a un régimen dictatorial que cada vez tiene menos legitimidad tanto a nivel interno como en el terreno internacional.

A partir de marzo de 2017 Carol Prunhuber empezó a reunir las imágenes y los testimonios de las marchas de protesta de sus compatriotas que circulaban de manera cotidiana en la prensa y en las redes sociales. Fue así como pudo documentar que la primera víctima civil de la dictadura madurista durante esas protestas fue Jairo Ortiz, un estudiante de 20 años que murió asesinado, el 6 de abril de 2017, por un policía que le disparó al pecho. Y el número de muertos durante las protestas continuó aumentando hasta sumar 127 víctimas civiles, asesinadas por los cuerpos represivos del régimen venezolano. De cada una de esas víctimas, Carol ofrece fichas con el nombre, la fotografía —cuando la hay—, la edad, el lugar de la agresión, la causa de la muerte, el nombre del presunto homicida y su situación legal.

Es el impresionante colofón de una crónica que registra de manera puntual y detallada las protestas que tuvieron lugar en Venezuela, entre abril y agosto de 2017.  Además de contener gráficas y datos estadísticos, Sangre y asfalto… también incluye fichas de los fotógrafos que documentaron gráficamente los hechos de esos días de manera fehaciente e incuestionable.

Debo admitir que el periodismo, en general, está de capa caída. La tergiversación de los hechos —las llamadas noticias falsas o fake news— y la venta mercenaria al mejor postor de sus espacios informativos y de opinión han convertido en vergüenza lo que antes era un orgullo profesional. Pero existen casos como el de la periodista Carol Prunhuber, que me hermanan y me permiten recuperar la esperanza en que pervivirá un periodismo que, al tiempo que contradiga las historias oficiales —esas que se escriben desde el poder de los tiranos que buscan justificar su existencia y permanencia en el poder— esté realizado con el rigor y los estándares éticos que exige el propio oficio periodístico. Testimonios que constituyen un legado para las generaciones futuras y se convertirán en expedientes contundentes para el tribunal de la Historia.

Un último apunte: una de las primeras lectoras de Sangre y asfalto, 135 días en las calles de Venezuela en México, Consuelo Sáizar (1), admirada por el ensamble coral de este libro, en donde son las voces ciudadanas quienes construyen línea a línea el testimonio colectivo, le comentó a su autora que su libro es el equivalente venezolano de La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska.

Yo agregaría que esta brillante comparación —considerando las diferencias y similitudes de cada caso— avizora la importancia que ya tiene y seguirá adquiriendo el libro de Carol Prunhuber.


* Sangre y asfalto, 135 días en las calles de Venezuela. Carol Prunhuber. Editorial Kalathos. España, 2018.


  1. Consuelo Sáizar es expresidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México y exdirectora general del Fondo de Cultura Económica, la editorial estatal más importante de América Latina.

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