Uno de los indicadores tradicionales para medir el grado de desarrollo de un país es la calidad de sus infraestructuras. La justificación es clara: tener buenas carreteras y rutas estratégicas, por ejemplo, ofrecerá mayores oportunidades para comerciar y exportar todo tipo de productos. Pero también, sin redes eléctricas adecuadas será imposible ofrecer servicios estables de electricidad a los ciudadanos, y menos aún, en zonas remotas.
Esta lógica evidencia las brechas en infraestructura que existen actualmente en América Latina en relación con las economías más avanzadas. Se estima que, para cerrarlas, la región deberá invertir anualmente 200.000 y 250.000 millones, lo que supone siete veces más de lo que invierte actualmente, y que permitiría construir carreteras, puertos y aeropuertos para promover el comercio dentro de la región y abrir sus mercados al comercio internacional.
Estas inversiones pueden encontrar en la digitalización a un nuevo aliado estratégico para acelerar su impacto en el desarrollo socioeconómico. De hecho, la digitalización de las infraestructuras puede suponer un atajo para evitar un rezago mayor, y para acelerar la recuperación económica tras la pandemia.
“América Latina necesita integrar en las infraestructuras existentes y las que están por construirse los desarrollos tecnológicos más recientes, como 5G, big data o interconexión de aparatos para el Internet de las Cosas. De todas formas, hasta la fecha, la región no ha desarrollado sustancialmente ninguno de estos aspectos”, dice Walter Cont, ejecutivo principal de la Vicepresidencia de Conocimiento de CAF.
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Entre los principales impedimentos para que las nuevas tecnologías no se estén integrando masivamente en la región, según un informe reciente de CAF, están la adaptación de las regulaciones a los nuevos formatos y usos tecnológicos. En otras palabras, los esquemas regulatorios aún requieren de actualizaciones para incorporar las nuevas tecnologías.
Las nuevas tecnologías establecen nuevos roles para agentes ya existentes en el mercado o plantean una redistribución de las actividades. Por ejemplo, asegura Cont, en energía eléctrica, los beneficios de la red eléctrica inteligente podrían aprovecharse mejor con una separación entre las operaciones de distribución y la comercialización.
A la ausencia de regulación eficiente se suman los riesgos asociados a las nuevas tecnologías, como la seguridad de la información, la transparencia de los sistemas de Inteligencia Artificial o la gestión de los datos. En este sentido, una tarea clave de los Estados será supervisar que los reguladores presten la debida atención a la seguridad de la información individual, a los problemas de ciberseguridad y bioseguridad, así como a la resiliencia de los sistemas eléctricos y de transporte, entre otros.
Los beneficios de digitalizar las infraestructuras impactan tanto en el alcance como en la calidad de los servicios. Algunas oportunidades concretas se encuentran en el sector eléctrico y en el de transporte urbano. En el primer caso, se han producido avances, por ejemplo, con la ampliación del parque de vehículos eléctrico o con el desarrollo de baterías que permiten almacenar electricidad. A medida que se implementan sistemas de medición avanzada, se automatizan componentes de la red y se incorporan dispositivos inteligentes, la red eléctrica tradicional se va transformado en una red eléctrica inteligente.
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En cuanto al transporte urbano, los avances digitales se han producido en un marco de movilidad sostenible. Destacan tecnologías que fomentan la utilización del transporte público o de caminatas, un mayor uso del servicio de transporte individual o compartido, la optimización de viajes y la micro-movilidad. Los sistemas de georreferenciación y de especificación general de alimentación del transporte público también contribuyen a la planificación del transporte masivo por parte de las autoridades locales.
Estos desarrollos aportan múltiples beneficios. Por ejemplo, en el sector eléctrico, mejora la confiabilidad, seguridad, ahorros y eficiencia del sistema, y tiene potencial para la administración de activos de la red, la integración del sistema con fuentes de energías renovables y la comunicación en tiempo real entre consumidores y empresas. Pero el avance en la región sigue siendo muy incipiente y heterogéneo.
La infraestructura no solo tiene el potencial de contribuir al crecimiento de la economía, a la competitividad de las empresas o a la integración del espacio nacional y regional, sino que también puede ayudar a la inclusión social y a la protección del medio ambiente, mejorando así la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras.
Robert Valls, ejecutivo principal de comunicación en CAF
Visiones del Desarrollo es una sección promovida por CAF -banco de desarrollo de América Latina- que analiza los principales temas del desarrollo de la región. Los artículos que contiene se publican simultáneamente en los principales medios de América Latina.
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