1. La experiencia comienza en tierra: antes de que se monten en el avión hay que explicarles (en palabras que vayan de acuerdo con su edad) que es un medio de transporte que va por el cielo, donde podrá conocer las nubes y estar cerca del sol. Yo particularmente me acostaba y nos poníamos a ver las nubes para buscarles formas, terminaba la actividad diciendo: “Cuando estemos en el avión vamos a ver muchas más y verás que parecen algodón”.
2. Los pasajeros: el molestar a alguien con el niño durante el viaje me daba mucha pena, por eso al subir al avión lo primero que hago es quitarle los zapatos y ponerlo en posición de indio (de loto) para que no patee el asiento de adelante. Otro problema es el llanto y descubrí que se debía a que se le tapaban los oídos y para eso había dos opciones: ponerle el chupón y, luego a medida que crece, masticar chicle. Ahora si el viaje es largo recomiendo empacar tablet, creyones, cuaderno para colorear, cartas y audífonos (en caso de que pueda ver una película) y sus juguetes favoritos (que se les van facilitando a medida que va necesitándolos).
3. Ser precavidos: no solo al volar, sino todo el tiempo. Hay que tener una muda adicional de ropa, pañales, cobijita, toallas húmedas y bolsas (para el vómito). Esto permitirá salir airoso de imprevistos.
4. Dormir: lo mejor es acostumbrarlos a dormir en determinados horarios, porque así no hay que gastar tanta energía en distraerlos. Eso sí, no olvide su almohadita o peluche favorito.
5. Ir al baño: remarcarles que deben ir al baño antes del despegue. La mayoría de las respuestas serán “no me hace falta”, pero en pocos minutos se convertirá en un “tengo que ir ya”. Lo ideal es que no beban mucho líquido o no pararán de ir al baño en todo el vuelo.
Y por último, para propiciar su buen humor, hay que vestirlos cómodos y llevarles unas galletas en caso de un “ataque de hambre” o que no les guste la comida del avión.