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Rusia más allá de los estadios

La gran sorpresa del Mundial de Fútbol no será el desempeño de ninguna selección nacional en particular, sino el descubrimiento que para muchos turistas significará este extenso país

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El estereotipo de que Rusia son solo fronteras cerradas, mafias y subdesarrollo puede que dé paso, para los turistas que llegarán a presenciar el Mundial de Fútbol, a una nueva imagen: un país dinámico, acogedor y con una enorme riqueza artística y natural.

Como anticipo, un recorrido por los principales atractivos de las 11 ciudades donde se disputará el campeonato, entre el 14 de junio y el 15 de julio.

Moscú. Aquí habrá partidos en dos estadios, el Luzhniki y el Spartak. La Plaza Roja, las iglesias ortodoxas y monasterios y una mezquita gigantesca son algunos de los muchos lugares para visitar. Tiene grandes museos, como la Galería Tretyakov y el Pushkin (de bellas artes), el de Historia de la Ciudad o el de la Cosmonáutica. Sus parques son enormes y un río no muy ancho, el Moskvá, la recorre con incontables zigzags. Los paseos en catamarán son los más atractivos para disfrutarla de una manera relajada y con una copa de vino en la mano.

San Petersburgo. Sobrevivió 872 días al bloqueo nazi de 1941 y pagó esa defensa con 1,2 millones de muertos. Hoy ofrece sus bellezas: canales, puentes, islas, palacios y refinada arquitectura. La línea italiana se impone en las iglesias. La excepción es la del Salvador sobre la Sangre Derramada, un clásico ejemplo de arquitectura religiosa rusa con el edificio coronado por múltiples y coloridas cúpulas “cebolla”. En junio se producen las noches blancas y el sol se oculta apenas un par de horas cerca de la medianoche.

Nizhni Novgorod. A 420 km de Moscú, aquí se desarrolló una de las escuelas iconográficas más antiguas de Rusia, que sigue la tradición del arte sacro bizantino. La catedral de Alexander Nevsky, con su enorme iconostasio, es un bello ejemplo de esa tradición. También se puede visitar la casa en la que estuvo confinado durante seis años el disidente Andrei Sajarov, que luego fue premio Nobel de la Paz.

Ekaterimburgo. A 1.600 km de Moscú, al pie de los montes Urales y en la ruta del Transiberiano. En esta ciudad, los bolcheviques fusilaron al zar Nicolás, la zarina Alejandra y sus cinco hijos. En el sitio del magnicidio hoy se levanta una iglesia que los recuerda como mártires de la fe. Y a 16 km de allí, en el bosque de Ganina Yama, un monasterio ortodoxo les rinde homenaje en el lugar donde estuvieron sepultados secretamente durante varias décadas. Es una ciudad apacible, con museos pequeños, llena de parques y una activa vida universitaria.

Kazan. Capital de Tatarstán, una de las 21 repúblicas que integran la Federación de Rusia, es una ciudad de más de 1.000 años, en la que confluyen las raíces eslavas de la región con la etnia y cultura tártara que llegó con los mongoles en las invasiones del medioevo. Uno de los edificios más destacados es la mezquita de Qul Sharif, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Es un popular destino de fin de semana de los moscovitas, ya que está a 800 kilómetros de Moscú.

Volgogrado. Se llamaba Stalingrado cuando fue arrasada por los bombardeos nazis de 1942 y 1943 en una batalla épica que terminó con un millón y medio de muertos. El memorial que recuerda a los caídos se emplaza en un parque de 26 hectáreas, en el que se ven fortificaciones en ruinas y estatuas que rinden homenaje a quienes frenaron con sus vidas el avance de los nazis. A 970 km de la capital rusa, tiene una atractiva costanera.

Rostov del Don. Siempre fue un activo puerto sobre el río Don y en su universidad estudiaron el escritor disidente Alexander Solzhenitsyn e Iván Pavlov, descubridor del reflejo condicionado en los perros. Se halla a 1.109 km de Moscú y es una ciudad con una dinámica actividad comercial. Entre los lugares para visitar se destaca el teatro Gorki, una obra maestra del constructivismo y joya de la arquitectura soviética.

Kaliningrado. Enclavada entre Polonia y Lituania, se halla sobre el mar Báltico, a dos horas de vuelo desde Moscú. Es una ciudad fortaleza, antigua capital de Prusia oriental, que se caracteriza por sus villas alemanas. Aquí el ruso es el idioma local desde hace tan solo 70 años, cuando dejó de llamarse Köninsberg y nació como Kaliningrado. Exhibe el principal museo naval de Rusia, la tumba del filósofo Immanuel Kant y uno de los órganos barrocos más grandes de Europa.

Sochi. Resort de invierno y de verano, tiene 100 km de pistas de esquí y más de 100 km de playas. Se ubica sobre el mar Negro, frente a Turquía; ofrece marinas para 300 yates y bulevares con palmeras. Hay dos experiencias imperdibles para los más aventureros: ir de copiloto en un F1 y recorrer el autódromo a más 300 km/h, y lanzarse en bungee desde un puente peatonal a más de 200 metros de altura. Se halla a 1.350 km al sureste de Moscú (2 horas 20 minutos de vuelo).

Samara. Ubicada en la margen izquierda del Volga, esta ciudad de más de un millón de habitantes fue el corazón de la industria de aviación y espacial en la época soviética. Desde 2007 existe un Museo Cósmico y en sus calles se emplazan monumentos al Ilyushin II, el avión militar más usado de la historia, y al cohete R7. A Samara se trasladó el gobierno soviético en 1941 cuando los nazis amenazaban con avanzar sobre Moscú. Aquí se le construyó a Stalin un búnker, que nunca utilizó pero que hoy se puede visitar.

Saransk. Se halla a 650 km de Moscú y es la capital de la república de Mordovia. Con dos idiomas propios y una población de origen finés, esta pequeña república tuvo un célebre gulag en la época de Stalin. En esta ciudad se pueden comprar camisolas blancas con dibujos simétricos bordados en rojo, diseños típicos de las etnias moksha y erzya originales de la región.

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