Paraíso de hippies y de refinados viajeros. Es la naturaleza generosa y su patrimonio; es la cultura de su gente y una costa de playas de arena dorada y suave, bañadas por un mar cristalino que se mueve tranquilo y a veces furioso entre el verde y el azul.
Oaxaca es todo eso y más, y no está llena de turistas como tantos destinos de México. Y termina siendo mucho más económica e interesante. Un lugar donde siempre es verano y a donde llegan las ballenas, desde la fría Alaska, a aparearse en estas cálidas aguas entre diciembre y marzo.
Pero, antes de partir para la costa, vale la pena dedicarle mínimo dos días a la ciudad capital, bella y gloriosa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987. Cargada de historia, de coloridas casonas con fachadas coloniales, de iglesias, mercados populares, arte y cultura.
En el centro histórico se visitan iglesias y plazas y el paseo lo puede terminar poniendose mágico en la mezcalería El Cortijo. Porque el mezcal no emborracha: lo pone a uno mágico, dicen aquí. Oaxaca es la cuna del mezcal, bebida ancestral extraída de la planta de magüey, parecida al tequila pero mucho más artesanal. Otro día se puede dedicar a la zona arqueológica de Monte Albán y caminar en medio de esas pirámides milenarias que fueron hogar del legendario pueblo guerrero zapoteca.
Mezcal y surf. Ya en la costa oaxaqueña, hay varios planes en Puerto Escondido, pueblo de pescadores que se empezó a volver famoso en los años setenta, cuando llegaron los primeros viajeros; sobre todo hippies y aventureros.
Hay que recorrer las bahías y playas en una lancha y ver tortugas y delfines en el mar. Tomar una clase o un curso de surf. Visitar una mezcalería y un cultivo de café. Caminar por las calles de La Rinconada, repleta de cafés y restaurantes donde preparan lo mejor de la comida local y de la cocina internacional.
Playa Zicatela es dueña de unas olas bravas y altísimas, verdaderas paredes de cristal por donde se deslizan surfistas de todo el mundo. Este es un pueblo de surfistas. Y el plan es ese: verlos desafiando una de las olas más famosas del mundo para la práctica de este deporte.
Contemplar y nada más. Sería una imprudencia meterse al mar. Para eso hay otras playas de aguas tranquilas: Puerto Angelito, Manzanillo y Carrizalillo.
Recomendado el Almoraduz como uno de los mejores restaurantes del mundo. El café debe ser en El Cafecito. Y hay que ir al Espadín, ubicado en la terraza del restaurante del hotel Villas Carrizalillo, en la cima de un acantilado y dueño de una de las mejores vistas de las bahías de Puerto Escondido y de este rincón del Pacífico.
Otro plan es ir a liberar tortugas recién nacidas en la bahía Bacocho. También vale la pena ir a la laguna de Manialtepec a contemplar el plancton bioluminiscente: esos microorganismos que pintan de luces el agua en las noches.
Vida sencilla. Mazunte esrá ubicado a 69 kilómetros de distancia de Puerto Escondido. Pueblito de pescadores, sin muchas pretensiones ni mayor infraestructura. Y ese es su encanto: la vida sencilla y tranquila. Ostenta una bellísima playa de un kilómetro de extensión, donde reina un ambiente relajado y muy hippie.
Hay bares, hostales para mochileros y tiendas de recuerdos donde llaman la atención los cosméticos naturales elaborados por las mujeres del pueblo. También hay hoteles boutique y spa empotrados en el acantilado como Zoa y Casa de Miel, con una vista privilegiada del Pacífico.
El atardecer en Mazunte hay que verlo en Punta Cometa (o Cerro Sagrado), la montaña más alta de la región.
RECUADRO
Mundo perfecto
Huatulco es la joya de la corona de la Costa de Oaxaca. Es un mundo ideal. Perfecto. Una ciudad de avenidas amplias y sin tráfico, siempre mirando al mar, en medio de un Parque Nacional Natural.
Son sus parques, malecones y senderos para hacer ejercicio. Son sus montañas, ríos y cascadas. Pero tanta belleza no es casualidad. Huatulco es un Centro Integralmente Planeado, que como lo sugiere su nombre, fue diseñado por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo como un destino turístico sobre un sencillo pueblo de pescadores. Así como Cancún, Los Cabos o Ixtapa-Zihuatanejo.
Por eso se explica que sea el lugar, de toda la costa, que concentra la mejor infraestructura turística y la más variada y sofisticada oferta hotelera: 150 hoteles de todas las categorías y 5.000 habitaciones. Pero no solo eso: es un destino que se esfuerza por la sostenibilidad y porque su impacto en los ecosistemas sea mínimo.