Un proyecto faraónico para recuperar el turismo. Así se podría se definir al megamuseo que espera inaugurar el gobierno egipcio antes de fin de año, con una inversión que llega a un millardo de dólares. Una vez inaugurado, el Gran Museo Egipcio no solo reunirá la mayor colección de piezas del Antiguo Egipto sino que también se convertirá en el museo arqueológico más grande del mundo.
Su ubicación además será mucho más que privilegiada. Se levantará en un terreno de 50 hectáreas a menos de dos kilómetros de las pirámides de Keops, Kefrén y Mecerinos, en la ciudad de Giza, apenas a 30 minutos en auto del centro de El Cairo.
El costo del proyecto había sido estimado en 550 millones de dólares, pero así como se dilataron los plazos de apertura también creció la inversión. Hoy se calcula que cuando el proyecto abra en diciembre de 2018, el desembolso total habrá trepado a un millardo de dólares. Parte de los fondos fueron aportados por el gobierno japonés.
Mausoleo intacto. El gran atractivo serán las más de 100.000 piezas de toda la historia egipcia, incluida la colección completa del ajuar funerario de Tutankamón. Se trata de 5.000 piezas, de las que dos tercios hasta ahora no habían sido exhibidas ante el gran público, trasladadas desde salas de todo el país.
Tutankamón fue un faraón sin mayor trascendencia, que gobernó Egipto apenas nueve años –entre
1335 y 1327 a.C.– y murió a los 19 años de edad. Sin embargo, su mausoleo quedó a salvo de los saqueadores y permaneció intacto hasta su descubrimiento en 1922.
Para llevar adelante el proyecto, el estudio irlandés Heneghan Peng Architects diseñó un edificio en forma de triángulo biselado –que imita las figuras icónicas de las construcciones de la época de los faraones– y la fachada estará hecha de piedra de alabastro.
En la entrada del museo ya se montó una colosal estatua del faraón Ramsés II, que pesa 83 toneladas y tiene 11 metros de altura y 3.000 años de antigüedad. “Será un museo completamente diferente a cualquier otro que muestra las colecciones del Antiguo Egipto, porque ofrecerá un contexto general de la cultura egipcia, no solo piezas individuales”, explicó Tarek Tawfik, director del instituto.
Además de reunir a la mayor colección del Antiguo Egipto, el museo también busca convertirse en un pilar de atracción, que incluirá un centro de convenciones para 1.200 personas, un instituto de formación para la conservación de piezas y un área de entretenimiento que reunirá un polo gastronómico con 8 restaurantes, centro comercial y hotel boutique.
Un camino accidentado. El proyecto data de 2002, cuando Hosni Mubarak era presidente y parecía irreal que el país se convertiría en blanco del terrorismo islámico. Sin embargo, la accidentada vida política egipcia –que incluyó el movimiento de la primavera árabe, la destitución de Mubarak, el triunfo electoral de los Hermanos Musulmanes y su posterior caída por un golpe liderado por el actual presidente Abdul Fatah al Sisi– se hicieron sentir.
La industria turística confía en que la apertura del nuevo museo funcione como un imán para recuperar a los viajeros perdidos a manos de otros destinos considerados (un poco) menos inseguros. La tarea de recuperar la confianza no parece sencilla después de la sucesión de golpes que significó la explosión de un avión sobre el desierto del Sinaí con 224 pasajeros rusos, el asesinato de 8 turistas mexicanos confundidos con terroristas en 2015 o la más reciente explosión de una bomba que provocó la muerte de más de 300 fieles en una mezquita.
La llamada industria sin chimeneas empezó a dar señales de recuperación. En los primeros siete meses de 2017 el ingreso de turistas extranjeros a Egipto pegó un salto de 150% y los empresarios del rubro se muestran un poco más confiados.
“Queremos mostrar que se puede visitar Egipto. Hoy no hay razones para no venir porque los problemas de violencia están circunscritos a la zona del norte del Sinaí”, asegura Karim El Minabawy, presidente de Emeco Travel, una de las operadoras más importantes del país.
Un recorrido por Egipto permite ratificar el optimismo de los operadores locales. Más allá de los severos controles en aeropuertos y hoteles internacionales, la vida en la capital y otros destinos como Asuán o Alejandría no da señales de inseguridad. Las calles están llenas de gente a toda hora –en
especial después de las 6:00 pm– y el mayor peligro que enfrenta el turista en El Cairo es cruzar una calle: casi no hay semáforos y los cornetazos son la forma en que los cairotas dirimen quién tiene derecho de paso.