Nicaragua tiene una puerta al interior de la Tierra, el único sitio en Centroamérica donde cualquier persona puede ver con facilidad un espectáculo natural incandescente y caminar sobre basalto, unas piedras similares al suelo del planeta Marte y de la Luna.
A tan solo 400 metros de profundidad, dentro del interior del cráter del volcán Masaya, ubicado en la vertiente del Pacífico de Nicaragua, a 23 kilómetros al sur de Managua, un pozo de lava borbotea, y cientos de turistas se asoman a observarlo, mientras retan el implacable olor a azufre.
“El volcán es una ventana hacia el interior del planeta, pocas veces se puede ver eso, no quiere decir que sea el único en el mundo, pero en Centroamérica no hay otro”, dice William Martínez, director general de Geología y Geofísica del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales.
Este coloso es uno de los pocos en todo el mundo cuyo acceso es directo hacia el borde del cráter desde donde se aprecia la lava, que fue objeto de codicias después del año 1529, cuando fray Blas del Castillo, un fraile dominico y naturalista español, bajó hasta el interior porque creía que la lava era oro o plata derretidos.
El volcán Masaya está constituido por cinco cráteres, entre ellos, el denominado cráter Santiago, que es el más grande y el que ha permanecido activo desde que se formó en 1853.
Sin embargo, toda el área del parque natural comprende cerca de 54 kilómetros cuadrados, rodeado por un bosque tropical seco que crece enano por el aire tóxico.
Como en Marte. Algo característico del volcán es que casi toda la superficie del parque está cubierta por rocas de minerales oscuros por erupciones pasadas y que son de tipo basalto, encontradas la mayor parte en fondos oceánicos, también se encuentra en las superficies de la Luna y de Marte, así como en algunos meteoritos, indica el experto.
El parque dentro de sus instalaciones destaca un museo vulcanológico desde donde se relata la historia y estructura de ese coloso. Además, se ofrecen visitas guiadas de día o de noche a uno de los miradores para observar la lava que se alimenta de un pequeño reservorio situado a un kilómetro de profundidad.
El vulcanólogo Armando Saballos explica que es posible observar la lava a tan poca profundidad gracias a un proceso cíclico, que es cuando el magma asciende y desciende cada cierto tiempo. De acuerdo con Saballos, desde 1999 hasta 2015, la lava no podía ser observada porque tenía un descenso; pero, desde hace tres años, hubo un ascenso de magma que se emplazó y permitió que en pleno apogeo cientos de visitantes lograran presenciar el espectáculo.
El último año, el parque turístico recibió la visita de 220.000 personas, entre nacionales y extranjeros, de acuerdo con datos oficiales.
Adaptados. Aunque el volcán tiene un segundo mirador bordeando el cráter, el público no puede acceder a él porque allí se dificulta la respiración debido al exceso de azufre en el aire. No obstante, pericos del Pacífico, murciélagos y buitres sí han logrado adaptarse para anidar en el interior de cráter con ese ambiente tóxico.
Probablemente el volcán Masaya y en especial, el cráter Santiago, ha sido el más estudiado de Centroamérica, según Martínez, dada su accesibilidad por estar en un área periurbana.
En ese sitio se han hecho estudios geológicos, geoquímicos y geofísicos, además de los sistemas de monitoreos permanentes, de las estaciones sísmicas, equipos para medir las emisiones de gases, cámaras web las 24 horas, entre otros.
RECUADRO
El dato
El Masaya es uno de los siete volcanes activos que hay en Nicaragua. En abril de 2012, el cráter Santiago tuvo su más reciente explosión, en la que arrojó material incandescente que provocó incendios en el bosque aledaño y causó el cierre temporal del parque.
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