Un hotel de lujo de la ciudad marroquí de Casablanca no consigue licencia para vender alcohol tras seis meses abierto debido a la cercanía de una mezquita, en aplicación de una ley de hace cincuenta años que aún rige en un país donde el turismo atrae a cinco millones de extranjeros al año.El hotel Four Seasons, que oferta sus habitaciones a partir de 300 euros la noche, abrió sus puertas en noviembre y fue oficialmente inaugurado en enero a bombo y platillo en presencia del propio ministro de Turismo, Lahcen Hadad.Sin embargo, todavía está batallando para conseguir la preciada licencia de venta de alcohol, que no obtiene ?sin que nos den razones concretas ni respuestas claras?, según dijo una portavoz del hotel.A título excepcional, el hotel ha conseguido ?licencias temporales? para servir alcohol en salones o lugares de recepción, mientras que el Four Seasons de Marrakech dispone sin ningún problema de su propia licencia sin restricciones.Ni el ministro Hadad -ni la Wilaya (gobierno civil) de Casablanca, ni tampoco el ministerio de Asuntos Islámicos han querido pronunciarse sobre un asunto delicado en el que se mezcla alcohol, religión, turismo e imagen del país.Los medios marroquíes que han alertado del caso han asegurado que la razón de la prohibición se debe a la cercanía de la mezquita Abdelaziz Al Saud, en aplicación de un decreto vigente desde 1967 que regula el comercio de bebidas alcohólicas.?Se prohíbe explotar un puesto de bebidas (alcohólicas) en las cercanías de edificios religiosos, cementerios, establecimientos militares, clínicos o escolares, y en general a proximidad de todo lugar donde se debe respeto y decencia?, reza el artículo 4 de aquella ley.La ?proximidad? no deja de ser un concepto interpretable: ?La distancia mínima que se tome en consideración será determinada por la autoridad administrativa local?, concluye el artículo del decreto.El hotel Four Seasons se encuentra en la ?Corniche? de Casablanca, el paseo marítimo donde se concentra el ocio y la vida nocturna de la ciudad, y se alza a solo 300 metros de la mezquita.Similar distancia a una mezquita tienen otros hoteles y restaurantes de todo el país, y en su caso no se aplica la ley, gracias precisamente a la vaguedad del artículo, que permite una buena dosis de interpretación y discrecionalidad.El decreto de 1967 contiene además un artículo que roza lo estrambótico, pues es violado a diario en todo el país sin que caiga ninguna consecuencia sobre el infractor.?Se prohíbe vender u ofrecer gratuitamente bebidas alcohólicas o alcoholizadas a los marroquíes musulmanes?, señala el artículo 28, que especifica que los infractores se arriesgan a penas de entre uno y seis meses de cárcel.Las infracciones a este artículo se ?perpetran? a diario en restaurantes, supermercados, bares y hasta en aeropuertos: musulmanes venden alcohol a musulmanes con toda normalidad sin que el artículo 28 se interponga entre ellos.Pero de algún modo, la ley pende cual espada de Damocles sobre los infractores, y a veces se utiliza como circunstancia agravante cuando concurren otros delitos.El Partido Justicia y Desarrollo, islamista y a la cabeza del gobierno marroquí, ha establecido algunas medidas contra el consumo de alcohol en el país, como la prohibición de su publicidad en los medios públicos.Asimismo, ha aumentado una y otra vez las tasas sobre las bebidas alcohólicas, lo que ha hecho subir considerablemente el precio de todas las bebidas espirituosas.Las tasas, eso sí, revierten en las finanzas públicas, y supusieron en 2012 unos ingresos de 1.200 millones de dirhams (unos 100 millones de euros). Otra de las paradojas del alcohol en un país musulmán.
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