Quizás vivir sin electricidad y sin tecnología en pleno siglo XXI podrá parecer algo descabellado, incluso inimaginable. ¿Pero cambiaría su opinión si en plena urbe se consigue con una población que todavía se transporta en carretas y no utiliza smartphones?
Los amish, una comunidad que por sus creencias cristianas se ven obligados a vivir de esta forma, se concentran en poblados abiertos que cualquier turista puede visitar. Una de ellas es la comunidad de Lancaster, ubicada en Pensilvania, la más antigua, extensa e interesante de Estados Unidos, con hombres y niños vestidos como si estuvieran aún en el siglo XVIII, a caballo y en carretas vendiendo recuerdos, comidas y bebidas típicas de esta curiosa localidad.
Lo primero que se tiene que visitar al llegar a Lancaster es la granja Museo Amish, un sitio atrapado en el tiempo donde se puede ver y sentir por algunos minutos como es ser uno de ellos. En la casa principal de la granja, lugar que tiempo atrás ocupó una de las primeras familias amish en Pensilvania, se aprecian vestimentas, juguetes y utensilios tradicionales, el salón para el carruaje y, en vez de interruptores y luminarias con bombillos, lámparas de velas y de aceite.
Pero lo más llamativo es el salón de actos fúnebres ubicado en el segundo piso de la casa. Es un cuarto decorado con muebles sencillos de madera y una urna de color negro arrimada hacia la pared. Está junto a las habitaciones que la familia solía ocupar en la temporada de verano, algo que puede sonar un poco insólito y tenebroso.
Al salir de la casa principal los visitantes observarán la vieja ferretería amish, todavía con algunas herramientas antiguas y productos que se obtenían con ellas, como herraduras, picos, palas, ruedas de carretas. Más interesante es descubrir que estas herramientas todavía son utilizadas en el presente por los amish.
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Las opciones
Para conocer la comunidad amish de Lancaster se puede optar por varios paquetes turísticos que tienen un valor de 10 a 15 dólares para los adultos y 6 a 9 dólares para los niños y personas de la tercera edad. Estos paquetes contienen desde la entrada a la Granja Museo Amish con algún guía, hasta un recorrido en autobús, o incluso en carreta como todo un amish, por calles sin alambrado eléctrico y con personas, vestidas fuera de esta época, a pie o a caballo, de cuando en cuando tapándose un poco para no ser fotografiados.
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Paseo en autobús
El tour en autobús suele ser bastante entretenido, ya que mientras se recorre el pueblo, el guía señala y explica lo más interesante del lugar. El transporte hace de dos a cuatro paradas por los diferentes comercios amish, así como por los lugares más significativos como la escuela y la iglesia, aunque solo se pasa cerca porque no está permitido entrar.
Los visitantes se sorprenden cuando en la primera parada un niño risueño les ofrece a la venta limonada y algunas otras bebidas, así como también recuerdos, mientras su padre da la bienvenida. Lo curioso es que el pequeño pregunta de dónde provienen los integrantes y mientras cada uno apunta su gentilicio, el joven muestra una mezcla de asombro y confusión. La explicación es que a los amish solo se les permite estudiar hasta 8° grado y no cursan la materia de Geografía.
La segunda parada del recorrido está junto a una casa. Es una pequeña mesa con algunas figuras artesanales bajo un letrero que dice: “Si se lleva algo, deposite lo que cuesta en la caja”. Cuando parte el autobús, los viajeros logran ver a niños que salen de la vivienda a recoger el fruto de su trabajo, depositado en aquella pequeña caja.
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En carreta
Otra manera de hacer el recorrido es algo más “hollywoodense”, y es como las películas suelen retratar la vida de esta comunidad: lentamente sobre una carreta. Mientras se hace el paseo se ven los autos pasar de largo, mientras se vive la experiencia de ese pasar relajado y atemporal en las calles del pueblo.
Las paradas aquí son más selectivas, porque las carretas se pueden alquilar para un grupo muy reducido de personas.
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