Llegar hasta Koyosan, situado en las frondosas montañas de la prefectura de Wakayama, en la región centro-sur del Japón, no es tarea fácil. El visitante ha de viajar durante horas tomando pequeños trenes o autobuses que lo pasean por pueblos dignos de una película medieval, dado que los veloces trenes balas no llegan hasta allí.Al transitar por las sinuosas vías que llevan hasta este bucólico paraje, uno se da cuenta de lo perdido que está este rincón situado a 800 metros de altura, y que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde hace más de 10 años.Cuentan los que allí habitan que, en lo más profundo del monte, alejado del mundanal ruido y las distracciones banales, se encuentra meditando Kukai, el monje que hace 1.200 años erigió al lugar como núcleo del budismo Shingon de Japón.Como peregrino. Koyasan es, desde hace siglos, un destino de peregrinación para los devotos budistas y más recientemente una de las apuestas preferidas por los aficionados al excursionismo.»Aunque en la actualidad recibe la visita de unos 15 millones de personas anualmente, el acceso estuvo vetado a la mujeres en toda la zona hasta el año 1873″, explica Kiyomi Soeda, de 95 años, madre de la actual cabeza visible y director en funciones de Koyasan.Lo cuenta ante la atenta mirada de un grupo de turistas foráneos, en el perfecto inglés que estudio antes de la Segunda Guerra Mundial y con el que se ha forjado una excelente reputación de hospitalidad en el templo Rengejo-in, regentado por su hijo.En Koyasan las veladas se aderezan con exquisito sake acompañado de verduras encurtidas y legumbres fruto de la tierra adyacente, y un delicioso tofu al que hace años decidieron hacer menos sabroso «para evitar que su sabor distrajera a los monjes», comenta la anciana, divertida.Y es que la magia de este recóndito monte reside en la necesidad de pernoctar en los templos, que abrieron sus puertas tiempo atrás a los peregrinos. En la actualidad, 52 de los 117 templos de Koyasan ofrecen esta posibilidad.En ellos los monjes todavía meditan al alba y al anochecer y llevan a cabo ceremonias de purificación a través del fuego en la noche, escenas de las que el viajero puede ser testigo.NúclSituado entre los bosques de los montes Kii, en cuyo territorio también se encuentran la insigne ruta del Kumano Kodo, el equivalente nipón al Camino de Santiago, Koyasan fue erigido como un lugar de retiro y entrenamiento en el que los monjes pudieran meditaran lejos de las distracciones de la entonces capital, Kioto.Fundado en el año 816 -aunque Kukai obtuvo el permiso para utilizar los terrenos un año antes-, Koyasan cuenta con dos áreas principales. La primera de ellas es el Danjo Garan, donde se alza una icónica pagoda roja de 48,5 metros de altura erigida como símbolo del centro principal de entrenamiento de los monjes.En su interior, un enorme buda vairocana dorado preside la estancia, rodeado por otros cuatro budas, así como coloridas flores e imágenes. ?Fue en esta figura en la que Kukai centró la doctrina esotérica que trajo desde China?, explica con solemnidad el monje Ryusho Soeda, cabeza visible de Koyasan.Soeda heredó de su padre la dirección del Templo Kongobu, el templo principal donde originalmente residía el heredero de Kukai, y en el que actualmente tienen lugar diversas ceremonias y eventos.En la entrada todavía pueden verse los abrevaderos que utilizaban los caballos de los grandes señores y nobles feudales, y tras su ornamentada puerta de cedro se encuentra el jardín de rocas más grande de Japón, de 2.349 metros cuadrados, el jardín Banryutei.El segundo lugar sagrado de Koyasan es el denominado «Okunoin», el santuario interior, donde Kukai, conocido también por el nombre póstumo de Kobo Daishi, «está vivo y sigue meditando en su interior, a pesar de su muerte», apostilla Soeda.Es por esto que cada día los eremitas le ofrecen dos comidas acompañadas de mantras que pueden oírse, incluso cuando uno se adentra en la base del templo, donde decenas de farolillos iluminan la estancia y centenares reposan velando al monje en su meditación.Dos kilómetros separan la entrada de este santuario, el camino más solemne del monte y cementerio más grande de Japón, en el que se alzan cedros milenarios y más de 200.000 sepulcros y lápidas en su descanso eterno.Origen sintoísta. A pesar de ser un importante centro budista, en Koyasan se alzan también santuarios sintoístas. ?De hecho, fueron las deidades de esta religión autóctona quienes guiaron a Kukai hasta el místico monte?, explica Kouichi Niu, sacerdote del santuario Niutsuhime, situado a los pies del monte.Según la historia fundacional de Koyasan, la diosa Niutsuhime, protectora del santuario, guió a Kukai en su búsqueda del sitio idóneo para construir su templo, uniendo para siempre la tradición sintoísta y la budista.El contraste entre sus estructuras rojo vermellón y el intenso verdor de la vegetación que lo envuelve, es un preludio de lo que el viajero encontrará en lo alto de Koyasan, un refugio al que acudir para desconectar del frenético ritmo de vida actual y respirar el ambiente de meditación en comunión con la naturaleza que perdura a través de los siglos.
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