Iconos de Atenas hay muchos. La Acrópolis con el Partenón vigilando la ciudad desde las alturas, el búho de Atenea o la plaza Syntagma. Pero para aquellos que han paseado por sus calles hay un elemento imprescindible, presente en todos los barrios: el quiosco.Los quioscos griegos, llamados perípteros por los templos griegos rodeados de columnas, son una constante en las aceras de la ciudad. Construidos a principios del siglo XIX para asegurar trabajo a los heridos de guerra, al día de hoy son como pequeños mini-mercados donde uno puedo encontrar periódicos, tabaco, bebidas, helados, chucherías… Pero también, dependiendo de la zona, souvenirs, maletas o libros de segunda mano.Este elemento imprescindible del paisaje de este país está en peligro. Según la Asociación de Tenderos de Quioscos de Atenas, en 2010 había 1.100 quioscos en la ciudad de los que ya solo quedan 650.La crisis en la que está inmerso el país, la bajada en las ventas de periódicos y el aumento en los impuestos sobre el tabaco han reducido drásticamente los beneficios de los quioscos.?El tabaco antes nos daba un margen de beneficio del 6 %, ahora apenas un 2 %, mientras la venta de prensa, que nos ofrecía un margen de beneficio mayor (10 %) ha caído dramáticamente en los últimos años? explica Zeódoros Malios, presidente de la Asociación de Tenderos de Quioscos de Atenas.Además, la capacidad de consumo de los vecinos se ha reducido, por lo que venden menos dulces o helados, precisamente los productos que mayor beneficio les dan.Efthymios, de 26 años, lleva siete trabajando como tendero en un quiosco en la plaza de Omonia, en el centro de Atenas. Él y dos compañeros se turnan para que esté abierto 24 horas al día. Hoy está haciendo el turno de tarde, de 3:00 pm a 11:00 pm, pero casi siempre le toca hacer el turno de noche porque boxea.?Hay muchos robos y amenazas. Si te sacan un cuchillo tienes la obligación de llamar a la policía pero entre que vienen, si no te defiendes, te han robado tres veces, así que cojo una barra de metal y salgo#.En un día pueden facturan entre 2.000 y 2.500 euros, lo que les deja unos ingresos brutos de 1.000 euros. ?De ahí hay que pagar a los empleados, la seguridad social, gastos municipales…? cuenta Efthymios. Aunque solo es un empleado, habla del quiosco como si fuera suyo. Él cobra 495 euros, que es el salario mínimo neto para mayores de 25 años en Grecia.Efthymios está preocupado porque desde hace algún tiempo está permitida la venta de tabaco en supermercados y aunque todavía no es el punto de compra principal, teme que la gente acabe dándole la espalda a los quioscos.Aunque el margen de beneficio en la venta de cigarrillos es menor en los últimos años, sigue siendo el producto más vendido y ?casi siempre, cuando alguien compra tabaco se lleva otras cosas?, explica Efthymios.Para competir con las grandes superficies y el resto de comercios, muchos perípteros se han especializado según la zona y el tipo de cliente.En Athinás por ejemplo, una calle llena de ferreterías, tiendas de maletas y donde se encuentra el mercado central, varios quioscos venden, además de los productos básicos que tienen todos, herramientas, linternas, bolsas de viaje o incluso cinturones.?Mi quiosco está en Dionysíu Areopagitu, al pie de la Acrópolis, y hago unos 2.500 euros al día. La facturación depende también mucho de la capacidad del tendero para localizar las necesidades del mercado local?, cuenta Malios, cuyos clientes son normalmente turistas y, por lo tanto, junto a las neveras con refrescos, vende mapas de la ciudad, postales e imanes con forma de Partenón.Hasta su liberalización en 2012 los quioscos estaban manos exclusivamente de veteranos de guerra discapacitados o de sus descendientes.Desde entonces cada vez que muere un dueño, el períptero pasa a ser propiedad del municipio, que se encarga de subastar 70 % y reservar 30 % a discapacitados y familias numerosas con ingresos bajos.Obtener la licencia de un períptero es complicado y requiere una gran inversión, aunque el beneficio que se obtiene es cada vez menor.Los quiosqueros de Atenas, testigos de los secretos de los vecinos en épocas en los que eran los únicos con teléfono, lo que los convirtió en los confidentes por antonomasia de la policía, han visto pasar desde su ventanilla el auge y caída de la ciudad. Ahora luchan por sobrevivir.
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