En Arauca, los cantos de los vaqueros resuenan por los extensos caminos del llano que se recorren a diario en los hatos ganaderos. Es una mañana calurosa en la finca Campoalegre, ubicada en las afueras de la capital de este departamento en Colombia, en donde algunos chigüires caminan por los campos y decenas de aves surcan el cielo.
La finca es de don Henry García, un viejo vaquero de cotizas y sombrero de cuero. Es uno de esos territorios en los que a diario sueñan con que Arauca no siga siendo vista como una zona de peligro como en tiempos de la guerrilla y los paramilitares, sino como un paraíso por descubrir. La de Henry es una las iniciativas que se unieron para intentar darle un cambio a lo que se conoce de Arauca como territorio acosado por la violencia, por lo que traza una ruta que le diga a Colombia que son música, fauna, atardeceres y gente que les da la mano con nobleza a sus camaritas (amigos).
A golpe de galope, don Henry dirige a los turistas, a quienes les va enseñando en ese inmenso llano la belleza de Arauca. Al adentrarse en la finca, el caballo en el que se pasea atraviesa lentamente pequeños cuerpos de agua formados en medio de bosques de guamos. Ahí aparece un cementerio en ruinas, donde se cuentan historias de ultratumba para que los visitantes se lleven algo de los mitos de Arauca. Mientras el sol arrecia en la finca, el camino a caballo continúa por una extensa sabana en la que se vislumbra una familia de venados a simple vista y las golondrinas se posan sobre los árboles y el cielo, marcando el comienzo del verano.
Al avanzar suena a lo lejos un sonido que va y vuelve en el llano, el retumbar del cacho de un toro es el llamado para que los vaqueros retornen al rancho, allí se tiene todo dispuesto para que el visitante viva un día como uno más de ellos. “Mi esperanza es que la gente pierda el miedo y venga tranquila. Quiero que ellos vivan la experiencia llanera, echarle maíz a la gallina, ordeñar las vacas, ver el inmenso campo”, cuenta don Henry.
Pueblo de cantos. Conscientes del potencial inexplorado en turismo de Arauca, ese recorrido a caballo también lo acompañan John Álvarez, Diego Pride y Vanesa Cifuentes, guías de observación de pájaros de Arauca Birding. Los jóvenes van al ritmo de don Henry y señalan con los binoculares ejemplares de algunas de las más de 400 especies de aves que se pueden encontrar en los llanos araucanos. En uno de los charcos aparecen unos imponentes corocoros, bebiendo agua y estirando sus largas alas rojizas para luego maravillar a los turistas que los ven alzar vuelo.
En la casa, durante un descanso, se encargan de “echar cachos” (cuentos llaneros). Luego se alista la cancha de bolas criollas, un juego tradicional de esa región. Al caer la tarde, de vuelta al casco urbano de Arauca, John dirige el grupo a Clarinetero, límite entre Colombia y Venezuela, para dar un paseo por un brazo del río que lleva el nombre del departamento y en donde se forma la isla Esperanza. La zona también es hábitat de delfines rosados. Son alrededor de tres horas de caminata por un bosque que bordea el río.
Estos jóvenes hacen realidad lo que para muchos era una aventura peligrosa por el temor a las FARC, que operaban en la zona pero, tras el proceso de paz, se atrevieron a gozar de la naturaleza de su departamento sin ningún tipo de dificultad.
Son decenas los cantos de aves que se van escuchando, y una bandada de pájaros picotea en el agua en busca de pescados para comer. El sonido de las gaviotas cuando se lanzan al río es uno de los que se escuchan, y al otro lado el copete rojizo de un pájaro carpintero en un árbol le da esplendor a Arauca. Garzas, águilas veraneras, monjitas, loros, mirlas, canarios, gabanes, hormigueros y araucos –el pájaro tradicional de la región– hacen del paseo un verdadero concierto en el recorrido.
Al día siguiente, los caminos de Arauca conducen hacia a Arauquita, una tierra cacaotera. Desde ese municipio se navega en canoa por el río durante15 minutos, hasta que unos inmensos bambúes dan la bienvenida a Kakaua. El proyecto de los profesores y esposos Gerardo Olave y Jazmín Comas exalta todas las formas de uso del cacao. “Somos un pueblo que quiere echar para adelante”, dice Gerardo al ofrecer una taza de chocolate, y comienza un recorrido por la finca cacaotera que busca fabricar con diferentes productos a base de este fruto. En un recorrido de dos horas se repasa el proceso productivo del cacao, la elaboración de dulces con el fruto y el aprovechamiento de residuos, con los que hacen artesanías.