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El espíritu barroco de Olomouc

por Avatar EL NACIONAL WEB

Olomouc es una de las ciudades más tradicionales de República Checa y el corazón barroco de la región de Moravia, pero también es uno de los hitos jóvenes del país: tiene casi 100.000 habitantes, a los que se suman unos 25.000 estudiantes que, desde luego, se hacen notar en sus calles llenas de tesoros arquitectónicos y grafitis.

Apenas se llega a Olomouc, la carta de presentación que se repite es que aquí tienen la agrupación de esculturas y monumentos barrocos más importantes de Europa central. Sobre todo si a lo que se ve le suma lo que puede encontrar en localidades cercanas, como Kromeriz, una ciudad pequeña que vale la pena visitar aunque sea solo para recorrer su Palacio Arzobispal, el cual tiene unos salones realmente versallescos, una biblioteca donde dan ganas de instalarse a vivir y una impresionante colección de monedas históricas de plata, que lamentablemente solo se abre para visitas “especiales”.

Pero en Olomouc, otro tesoro no barroco también llama la atención: la Catedral de San Wenceslao, que es una muestra de neogótico aunque partió siendo (a comienzos del siglo XII) un edificio románico. Lo que no ha cambiado desde el medioevo son sus tres torres, entre las cuales se cuenta la segunda eclesiástica más alta de República Checa.

Loštice es otro escape cercano a Olomouc. Una localidad pequeñísima, un pueblito de toques (y olores) rurales y tradiciones que se mantienen. Entre ellas, la que explica la visita: sus quesitos curados, llamados Olomoucké tvarůžky, y que son particulares por dos cosas: su forma (pequeñas circunferencias amarillentas, con un círculo al medio; como si fueran donas aplastadas) y su intenso olor. 

La Basílica de la Visitación de la Virgen María es un espectáculo por dentro y por fuera. Por dentro, claro, por sus ornamentos. Sobre todo, por lo que hay en el cielo: unos frescos, obra de Jan Krystof Handke, que podrían dejarlo con tortícolis si trata de recorrer cada uno de sus detalles. Por fuera, por la vista: frente a la basílica se extienden unas arboledas y un césped que parecen más dibujados que verdaderos. Por eso, no es raro que haya casi más gente afuera que adentro haciendo picnics o usando el entorno o sus amplias escalinatas como locación para una sesión de fotos de moda.

La Basílica está sobre la colina de Svatý Kopecek, a unos 5 kilómetros de Olomouc, luego de cruzar un puente sobre el río Morava. De hecho, este lugar es parte de una ruta de peregrinación, que algunos visitantes no religiosos recorren igual, agregándole una escala en el zoológico local, donde hay un mirador que tiene buena panorámica hacia esta iglesia y la ciudad.

El hito esencial de Olomouc son sus plazas alta (Horní námestí) y baja (Dolní námestí), que en realidad son como una gran explanada algo inclinada, interrumpida por algunos edificios como el Ayuntamiento, donde es frecuente que se amontonen los turistas por su reloj, uno astronómico cuyo origen se remonta al siglo XIV, pero que en el XX, durante la dictadura comunista, fue “restaurado” siguiendo los principios del Realismo Socialista. Por eso, aquí, en vez de figuras tradicionales, lo que se ven en los mosaicos que decoran el reloj y en las figurillas que desfilan cuando da las campanadas son obreros, científicos, estudiantes y otros íconos revolucionarios. No es todo lo que atrae a estas plazas, claro, que además están llenas de bares e hitos como la preciosa columna de la Santísima Trinidad. Pero es cosa de alejarse un poco, al laberinto de calles alrededor, para encontrar verdaderas galerías de grafitis de extraordinario nivel. Y más bares, libres de turistas.


Música y vino

A principios de octubre, Olomouc tiene dos tradicionales eventos que permiten vivir la ciudad de otra manera: el festival del vino (entre el 6 y el 7), y el otoñal de música sagrada, especialmente atractivo porque incluye conciertos en varios de los templos más tradicionales (desde hoy al 10 de octubre).

Más información en Tourism.Olomouc.eu y CzechTourism.com


Una apuesta segura

Entrée tiene menos de dos años, pero se las ha arreglado para hacerse su espacio propio en un enorme complejo turístico lleno de luces, que tiene como hito principal el casino de juegos GoGames, pero que además cuenta con hotel propio (Theatre) y hasta spa (Scene Wellness). En ese entorno, el proyecto que encabeza el chef Premek Forejt es una experiencia desde que se entra: a ratos, más parece tienda de diseño que restaurante porque cada pieza de decoración y amoblado responde al concepto moderno de este cocinero que, a diferencia de los chefs rockeros, podría hacerse pasar por un DJ islandés o algo así. Pero lo importante en Entrée está en los platos, que se pueden ver a medida que los preparan ahí mismo: tras una especie de mostrador, la cocina, con los hombres y mujeres de blanco deslizándose entre plato y plato como en un cuidadoso ballet. Aquí hay ingredientes locales, recetas de apariencia simple y preparación compleja, cocteles de autor, donde se puede dar crédito al currículum del chef, lleno de premios.