L a Nasa estimu lará la competencia para construir aviones supersónicos comerciales, en una especie de carrera que recientemente ha comenzado con el fin de ocupar el camino que dejó despejado el Concorde, el cual hizo su último vuelo en noviembre de 2003. La agencia espacial de Estados Unidos contrató, recientemente, al grupo Lockheed Martin para que diseñe un prototipo de avión supersónico comercial que debe tener dos características fundamentales: ser silencioso y económicamente viable para el transporte de pasajeros. La empresa recibirá cerca de 20 millones de dólares a lo largo de 17 meses para realizar el diseño. Esta es la cuota inicial, porque construirlo implica ponerle más ceros a la derecha a ese cheque. «La Nasa trabaja duro para desarrollar aviones de transporte más e c ológ ic os, m á s seguros y más silenciosos, capaces también de volar más rápido», declaró el director de la agencia, Charles Bolden, al revelar el proyecto. Si van a ocupar el puesto del Concorde, un desarrollo anglofrancés, y del Túpolev Tu144, la versión soviética, tanto el proyecto de la Nasa como el de otras empresas privadas que trabajan en el asunto se tienen que concentrar en algunos puntos clave: ahorro de combustible, mantenimiento con costo similar al de las aeronaves comerciales convencionales, evitar al máximo el ruido que hacen al despegar y aterrizar, pero sobre todo el estallido sónico que producen al romper la barrera del sonido. Estos puntos tuvieron mucho que ver con la «muerte» del Concorde. El consumo de combustible para que sus potentes motores pudieran traspasar la barrera sónica y costos de mantenimiento para garantizar la seguridad a velocidades tan altas no resultó muy rentable e implicó un costo de boletos muy alto (alrededor de 7.000 dólares en 2003 para un viaje solo de ida Nueva York-Londres). Por el otro lado, el ruido que causaba hizo que en áreas continentales tuviera que volar por debajo de la velocidad del sonido, lo que para un avión de diseño supersónico es ineficiente, para luego, en mar abierto, alcanzar la máxima velocidad. Este problema lo llevó a hacer vuelos continentales entre ciudades costeras, lo que limitó las posibles rutas. De ahí el reto de los nuevos proyectos: hacerlos rentables. Hay dos escenarios que hacen pensar que se puede lograr. «Es indudable el incremento de viajeros en todo el mundo en los últimos 15 años. Existe mucha más gente de negocios que en los años setenta que viaja continuamente y estaría dispuesta a pagar un boleto en un avión supersónico por ahorro de tiempo», dice Julián Arenas, ingeniero aeroespacial. A esto hay que agregar que estos nuevos proyectos se están diseñando y desarrollando casi 50 años después del Concorde. «Hoy en día hay tecnología de control, de propulsión, nuevos materiales y conocimientos que permitirían mitigar los inconvenientes económicos y de ruido de los modelos anteriores», agrega.
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