Detrás del mausoleo de Lenin se encuentra la necrópolis del Kremlin, donde yace embalsamado Stalin y está la urna con los restos de Gagarin, lugar que se ha convertido en objeto de peregrinación en el centenario de la Revolución.
“Estuve aquí de niño, pero apenas me acuerdo de nada. He vuelto para ver si Lenin ha cambiado mucho”, señaló Vitali, un estudiante oriundo de Siberia que recorrió más de 6.000 kilómetros para visitar el mausoleo.
La visita al edificio de mármol situado en la Plaza Roja apenas dura medio minuto, ya que los guardias no quieren aglomeraciones en torno a la momia del fundador de la URSS, además de que está prohibido sacar fotos.
“¡Silencio!”, grita con voz atronadora el guardia situado a la entrada de la cámara mortuoria en la que se encuentra Lenin, que yace inerte como si acabara de morir con su inconfundible calva y barba intactas.
Un peruano le ignora y entona emocionado la Internacional, aunque su atrevimiento no le cuesta más que una pequeña reprimenda y las sonrisas del resto de visitantes.
Algunos no pueden reprimir una mueca de desaprobación ante la exhibición de un cuerpo embalsamado, aunque trajeado, para el disfrute de millones de turistas.
“Ni que estuviéramos en Egipto. Estamos rodeados de momias”, añade Vitali.
Y es que esa no es la única momia de la necrópolis. Entre 1953 y 1961 Lenin tuvo un compañero de mausoleo, Iósif Stalin, que fue retirado sólo después de que Nikita Jruschov condenara el culto a la personalidad en el famoso XX congreso del partido.
Ahora, los restos de Stalin se encuentran bajo tierra detrás del mausoleo y protegidos por una hilera de abetos, por lo que no puede ser visto desde el empedrado de la plaza.
Es fácil encontrar su tumba, ya que, además de estar presidida por su inconfundible busto, es la que tiene más flores rojas a sus pies.
Llama la atención su nariz, ya que fue rota durante la fiebre antisoviética de la «perestroika» (reestructuración) y ha sido pegada, operación estética que, por lo visto, no fue muy exitosa.
Los turistas, entre los que figuraban bastantes latinoamericanos, se arremolinan en torno a la estatua para sacarle fotos con sus teléfonos, aunque lo hacen con una mezcla de veneración e incredulidad.
No lejos del hombre que dirigió la URSS con puño de hierro durante más de un cuarto de siglo se encuentran otros tres dirigentes soviéticos: Brezhnev, Andrópov y Chernenko.
Chernenko fue el último en ser enterrado en ese lugar en 1985, ya que el legendario Míster Net, Andréi Gromiko, dejó bien claro en su manifiesto que quería ser sepultado en un cementerio.
“»Es algo anacrónico, pero muy interesante. Me picaba la curiosidad. Ahora entiendo por qué (Vladimir) Putin no quiere retirar la momia”, asegura Richard, un turista británico, sobre los llamamientos a que Lenin sea enterrado como dictan los cánones.
Se echa en falta a Nikita Jruschov, pero es que el tercer mandatario en la historia de la URSS fue depuesto del cargo y murió siendo un ciudadano común y corriente, por lo que fue enterrado en el cementerio de personajes ilustres de Novodevichi.
No lejos de Stalin se encuentran otros históricos líderes revolucionarios o altos cargos del Estado soviético como Kalinin, Kírov o Sverdlov, que dieron nombre a regiones como el enclave de Kaliningrado o la región Sverdlovsk, capital de los Urales.
También figura el vilipendiado Félix Dzerzhinski, el fundador de la temible Cheka, precursora del KGB, que sorprendentemente también tiene ramos a los pies de su busto fácilmente reconocible por su perilla.
En las murallas del Kremlin se encuentran las urnas con las cenizas de personajes históricos, como Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia; Máximo Gorki, el escritor del régimen, o el legendario general Gueorgui Zhúkov, héroe en la Segunda Guerra Mundial.
También se pueden encontrar placas con los nombres de la amante de Lenin, Iness Armand, y John Reed, el estadounidense que fue testigo de primera mano de la Revolución Bolchevique y que, tras escribir Diez días que conmovieron al mundo, murió en Moscú en 1920.
La necrópolis incluye urnas con famosos aviadores, cosmonautas, científicos y dirigentes comunistas extranjeros, además de fosas comunes con revolucionarios.
Nadie espera que el último dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, sea enterrado detrás del mausoleo, más aún cuando su esposa, Raísa, yace en Novodevichi, pero quién sabe qué pasará cuando le llegue el turno al actual presidente, Vladímir Putin.