Nieva en la estación del Ferrocarril Austral Fueguino, en la ciudad de Ushuaia. Los copos blancos, ligeros, se derriten con el vapor de la locomotora que está por partir. El silbato anuncia la salida de la formación con cinco vagones hacia el Parque Nacional Tierra del Fuego. En una hora, el tren llegará a destino: el parque del fin del mundo.
La formación de trocha angosta avanza a tranco lento. Adelante se vislumbra el río Pipo. Detrás queda la estación con otra locomotora importada de Inglaterra que parece una réplica del Orient Express.
El tren se desplaza casi a paso de hombre sobre las vías estrechas por la ladera occidental del Monte Susana y atraviesa el Cañadón del Toro. Está repleto de turistas extranjeros. Viajeros que combinan la visita a Ushuaia, la capital más austral del continente americano, con una excursión aún más exótica a la Antártida, distante a solo mil kilómetros de esta ciudad.
Antes de llegar al parque, el tren se detiene en la estación Macarena. Los pasajeros pueden descender y abrirse paso entre los copos de nieve hacia la cascada de deshielo que lleva el mismo nombre: una cortina de agua cristalina que cae desde la Cordillera de los Andes.
Veinte minutos más tarde, todos vuelven a sus asientos en el Ferrocarril Austral Fueguino. Atrás queda la cascada y el camino se trasforma en un frondoso bosque de lengas, ñires y cohiues. Las primeras hojas amarillas destiñen el verde intenso del follaje. En pocos días las lengas y los ñires estarán rojos, ocres o naranjas. Solo los coihues quedarán verdes, cuando llegue la nieve más pesada.
Diferentes dificultades. Ya dentro del parque Tierra del Fuego, es difícil creer que hasta aquí llega la ruta nacional 3, que nace en Buenos Aires y termina en la bahía Lapataia, a 3.079 kilómetros. Este parque, único en Argentina, combina bosque, montaña y costa de mar en cerca de 68.000 hectáreas. Solo 3% está abierto al público. Es un parque escondido en el extremo suroeste de Tierra del Fuego, pegado al límite con Chile, en una franja que abarca desde la Sierra de Injoo Goiyin, al norte del lago Fagnano, hasta la costa del Canal de Beagle.
Un territorio especial para el turismo aventura, donde se puede pasear en canoa o en kayak por lagos y ríos. O internarse en el bosque dentro de la montaña: hay más de una decena de senderos para caminar o andar en bicicletas, bien señalizados, con diversas áreas para acampar.
Algunos de los senderos, donde el silencio es solo interrumpido por el toc toc de los pájaros carpinteros, terminan en el inicio de Chile, como por ejemplo el sendero denominado Hito XXIV. Esta es una senda de tres kilómetros y medios por la costa del lago Roca o Acigami, que es compartido por los dos países. Recorre una pica que culmina en una construcción de hierro tipo torre, instalada por el gobierno argentino para marcar el límite territorial.
Otra senda extensa es la del cerro Guanaco, que sale desde el hito XXIV y tras cuatro horas de caminar (con dificultad alta), permite disfrutar de una vista amplia de la cordillera. El sendero Pampa Alta, en cambio, tiene menor dificultad. Demanda una caminata de una hora hasta alcanzar una vista del río Pipo.
Y la Costera, de dificultad media, se extiende por ocho kilómetros desde la ensenada Zarategui, hasta el cruce del lago Acigami. El viajero recorrerá playas, bosques y montañas a lo largo del camino que demanda tres horas y media de caminata. Parte junto a la costa del canal de Beagle, donde hay otra curiosidad: la última estafeta postal del Correo Argentino. El camino tiene escaleras naturales que se forman entre arroyos y montañas cubiertas por un bosque espeso donde crecen castaños y calafates. En las lengas y los ñires crecen pequeños hongos de color amarillo, conocidos aquí como el pan del indio, o llao llao, que fue un alimento para los yamanes, habitantes primitivos de estas tierras. En el interior de este sendero ahora crecen pequeñas fresas silvestres, o fresas de Magallanes, de un sabor dulce y fresco, más intenso que los frutos más grandes que se encuentran en la Patagonia Norte.
RECUADRO
Más de cerca
Pese a que el parque es visitado por más de 300.000 turistas cada año, la extensión es tan grande que permite un contacto íntimo con la naturaleza.
No hay centros comerciales ni wifi en esta área protegida.