Una de las rutas montañosas más visitadas en República Checa tiene desde hace unos años el atractivo adicional de las cervezas artesanales creadas en un entorno de Bohemia, conocido por su excelente agua.
Cada junio se inaugura la temporada de la Ruta de la Cerveza, un recorrido de 33 kilómetros por la cresta de los Montes Gigantes del norte de Bohemia, en la frontera con Polonia, que tiene como gran aliciente degustar estas bebidas artesanas.
Los amantes de la montaña y la cerveza pueden iniciar su recorrido en Pec pod Snezkou, localidad 180 kilómetros al noreste de Praga. Uno de los hitos de esta ruta es Snezka, el pico más alto del país con 1.603 metros de altura.
Son seis las cerveceras artesanales checas que han apostado por producir el líquido dorado en esta región montañosa, conocida por la calidad de sus aguas, en un esfuerzo colectivo que nació hace un lustro. Esta bebida forma parte de la cultura de un país que cuenta hoy con unas 350 cerveceras registradas, pero el sector debe adaptarse a las tendencias turísticas.
En un turismo de montaña cada vez más asequible, combinado además con una atractiva oferta de salud y bienestar, la cerveza como producto gourmet es un claro valor añadido.
Marcas locales como Medved, Hendrych, Fries Andula, Parohac, Trautenberk y Snezka son cada vez más conocidas gracias a la Ruta de la Cerveza, aunque sus artífices declaran que no hay ambición de salir del perímetro de esta región.
“El agua es de aquí, de Snezka, y tiene calidad para los lactantes. Eso es la base. Hoy se puede procesar el agua, pero este torrente natural de agua blanda la hace excelente”, señala Jan Kylberger, maestro cervecero.
Formado en la empresa Pilsen Urquell y con una larga experiencia en Suiza, Kylberger produce cuatro cervezas tradicionales y una especial en sus modernas instalaciones, con capacidad para 2.000 hectolitros por año.
“Los checos son tradicionales y la que más consumen es la lager de 12% (el porcentaje de malta sobre agua), aunque también les gustan las novedades, como probar la cerveza de trigo, las de fermentación alta (ale) e incluso la indian pale ale”, precisa Kylberger.
“En invierno tuvimos una lager navideña, oscura y muy fuerte tipo bock; en la primavera, cerveza de trigo; y ahora una summer ale, de 11%, una ligera ideal para una terraza al sol”, añade el maestro.
Bono. Radek Ort, gerente de Bouda Máma, donde está enclavada la cervecería Pecký pivovar, asegura que 60% de los clientes repiten, en parte atraídos por las cervezas que se hacen aquí, ya que es el segundo atractivo más importante del lugar, después de las instalaciones dedicadas a bienestar y salud.
En el caso de consumir al menos dos cervezas en cuatro de estos seis establecimientos hermanados en la Ruta, se gana un destapador, y si se consumen dos cervezas en cada uno de los seis, se entra en un concurso por una cerveza adicional.
Las cotas de estas 6 cerveceras artesanales, donde el embotellado se hace a mano, oscilan entre 865 metros de altitud de Pecky pivovar, y 1.410 metros de Lucni Bouda, que produce Parohac, y que tiene la distinción de ser la cervecería a mayor altura de este rincón de Europa.
Los 33 kilómetros de la ruta se pueden hacer en varios días pernoctando o bien en lugares rústicos con esterilla aislante y saco de dormir, o en habitaciones de hasta tres estrellas.
Cada temporada recalan en Lucni Bouda, uno de los lugares más idílicos del circuito, 400.000 visitantes, dice Stanislav Benes, propietario del establecimiento.
Lucni Bouda, que en la época del nazismo era un centro de capacitación de radiotelegrafistas, recuerda por fuera a los refugios de alta montaña y hace poco fue remodelado con 160 habitaciones. Aquí se cuece la cerveza a 94°C, para luego dejarla fermentar en sus sótanos a 2,5°C, y parte de la producción se destina a los baños de cerveza, otro de los servicios cada vez más requeridos. “En verano no nos damos abasto