Si Lemuel Gulliver, el personaje de Los viajes de Gulliver del escritor irlandés Jonathan Swift, se parase en el cerro El Borrego se imaginaría otra vez en Liliput, la extraña isla donde todo lo que habita es miniatura. En este cerro fronterizo con Honduras se encuentra uno de los paisajes más curiosos de El Salvador: el bosque enano de robles, ubicado en el área protegida La Ermita, en Joateca, Morazán.
Originalmente un roble, de la familia Quercus, en condiciones normales, crece entre 10 y 25 metros, pero en esta zona el árbol no pasa de los 2 metros. Los biólogos que han estudiado esta zona han concluido que el suelo rocoso, el viento y el clima han sido factores claves para que se desarrollen de este tamaño.
El bosque, que abarca una manzana de las 243 hectáreas del área natural protegida, posee alrededor de 2.000 árboles, muchos de ellos centenarios. El roble es un árbol bastante longevo y se han encontrado algunos en otras partes del mundo que rozan los 1.000 años de edad.
En la región, no solo el roble posee características de enanismo, también se encuentran dos especies más: el jiote enano y el agave. El primero, también conocido como guantutuluco o jiote bonsái, es de la familia Burseraceae, que en condiciones normales crece hasta 15 metros de altura, pero en la zona del río Sapo, entre Arambala y Joateca, no pasa de metro y medio. El agave, de la misma familia del maguey, crece en similares condiciones.
La importancia de esta área natural protegida no solo radica en el bosque, sino en la biodiversidad de la zona en el tema de fauna en peligro de extinción. En el lugar, los guardabosques y biólogos han divisado pumas, nutrias de agua, búhos virginianus y el rey zope, todos en índices alarmantes de extinción.