Él es de origen africano; ella, de América, y aunque son de distinta especie, se llevan de lo mejor y disfrutan de una vida sin problemas en uno de los paraísos de Honduras en el Caribe.Juancho es un hipopótamo que ya pesa más de una tonelada y Paquita una tapir con la mitad de los kilos de su ?amigo?, quien para estar con ella fuera del agua, cruza la laguna artificial en la que vive en el parque San Ignacio, uno de los principales sitios turísticos en el sector de Masca, departamento de Cortés (Norte).Los turistas que llegan al parque ecológico de San Ignacio, en la comunidad de Masca, a pocos metros de la playa, salen encantados por esa relación entre Juancho y Paquita, quienes quizá si fueran humanos no se llevarían tan bien.A Juancho le bastan los llamados de Modesto Ayala, responsable de la alimentación de las 72 especies de animales que tiene San Ignacio, para nadar hasta la otra orilla donde Paquita está siendo alimentada con frutas como sandía y cambures, entre otras.Ayala comentó que los dos animales tienen unos cinco años y que llegaron muy pequeños al parque de San Ignacio, cuyo propietario es Salomón López, quien se regocija por el ejemplo de amistad entre dos animales que son diferentes en todo.El hipopótamo es por naturaleza agresivo, mientras que el tapir es más dócil, pero eso no marca nada entre Juancho y Paquita, que también por ratos comparten a placer la laguna, en la que no hay espacio para nadie más.Los dos animales llegaron hace cinco años, siendo unos cachorros, al parque ecológico de San Ignacio, pero resulta que desde entonces el hipopótamo ?se encariñó con Paquita?, al grado de rechazar al tapir macho que también vive en el lugar, fuera del alcance de Juancho porque ?no tolera su cercanía?, recordó López.Si los turistas se acercan demasiado a la pareja de animales cuando están fuera del agua, Juancho los aleja sin complicarse, comienzan a expulsar heces fecales que esparce como parabrisas con su corta cola, lo que también causa hilaridad entre los turistas que observan la escena un poco más alejados.Pancho y Paquita son parte de las 72 especies de animales, entre mamíferos, aves y serpientes que viven en San Ignacio, un parque que tiene una extensión de alrededor de 40 hectáreas, dijo su propietario.Loros, un pavo real, patos, avestruces, jaguares, cocodrilos, caballos pony, pumas, un león africano y monos, entre otros animales, son parte del atractivo de San Ignacio, que además dispone de siete piscinas, cuatro para niños y tres para adultos, con agua fresca y cristalina que baja de una vertiente y circula permanentemente.?El concepto del parque es familiar, lo abrimos para que los padres vinieran con sus hijos a compartir este rincón de la naturaleza que tenemos en San Ignacio?, explicó Salomón López, quien personalmente y con sus empleados atienden a los turistas.Un estanque con peces es otro sitio en el que niños y adultos, caña en mano, disfrutan pescando especies nativas.El recorrido por el parque se puede hacer a pie o colgados de canastas aéreas sobre un riel tiradas por un tractor.El parque de San Ignacio comenzó a operar en 2004, pero la afluencia de visitantes se redujo sustancialmente en 2009 tras el golpe de Estado del 28 de junio de ese año al entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya, recordó López, quien heredó de sus familiares un predio que adquirieron hace más de 50 años.Más tarde, algunas publicaciones de prensa destacaron la belleza de San Ignacio y los turistas volvieron a visitarlo con más frecuencia, señaló su propietario, de 75 años.La abundante vegetación natural y la reforestación de algunas zonas con diversos tipos de plantas y árboles hacen de San Ignacio un sitio muy agradable y fresco, que además tiene a pocos metros las playas del Caribe.Masca es una comunidad negra a orilla de la playa en la que el turista también disfruta de la gastronomía de los pueblos negros de Honduras, a base de pescado y mariscos, preparados con plátano, yuca y coco.Camino a Masca, antes de llegar a San Ignacio, está situado el municipio de Omoa, cuyo principal atractivo es la Fortaleza de San Fernando de Omoa, cuya construcción fue autorizada en 1759 por el rey Fernando VI de España, según apuntes históricos.La imponente fortaleza, que fue terminada hacia 1775 y es la más grande construida en Centroamérica durante la Colonia, fue un importante bastión defensivo de la Corona española.Omoa es una parada obligatoria para que el turista se encuentre con parte del pasado colonial de Honduras.