María Cabarcas sintió un desespero repentino. Retenida en un centro de migrantes en Texas, lloraba sin motivo. Al día siguiente le dijeron que su hijo, que había cruzado con ella a Estados Unidos desde México y la esperaba afuera, había muerto embestido por una camioneta en Brownsville.
El domingo, una veintena de personas, varias de ellas migrantes venezolanos, se encontraban en una parada de buses en la ciudad texana cuando un residente local los atropelló. Ocho fallecieron.
María, venezolana de 43 años de edad, hace más de una semana que llegó a Texas con toda su familia después de atravesar el Río Bravo desde la ciudad mexicana de Matamoros. Apenas pisaron suelo estadounidense, se entregaron a la patrulla fronteriza.
Su esposo Wilmer Colina, de 40 años de edad, y su hijo Enyerbeth Cabarcas, de 23 años, fueron llevados a un centro de detención a una hora en bus de Brownsville. Ella y sus dos hijas, una de ellas menor de edad, fueron enviadas a otro, para mujeres, cerca de Eagle Pass, 500 km al norte.
Desde entonces, María no volvió a saber de su hijo.
Su marido cuenta que al ser detenido le tomaron las huellas dactilares y muestras de ADN, y después le entregaron una orden para presentarse ante un juez unos días más tarde. Luego, como ha estado ocurriendo en las últimas dos semanas con los migrantes hombres, la policía de fronteras lo transportó en un bus a Brownsville.
Su hijastro Enyerbeth fue liberado después en la misma ciudad, pero no se encontraron. Mientras Wilmer dormía a la intemperie en los alrededores de la estación de buses, el muchacho se quedó en el refugio Ozanam, un lugar de acogida para personas sin hogar apartado del centro.
«Estar conmigo siempre»
Cientos de migrantes, la mayoría venezolanos, aguardan en Brownsville a sus familiares detenidos al cruzar la frontera, para seguir luego rumbo a otras partes de Estados Unidos. Ellos esperaban por María, quien finalmente fue liberada el domingo.
Al salir, le entregaron sus pertenencias y su celular. Allí fue que recibió la noticia del atropello. Un conocido, también migrante, le dijo que había visto a su hijo en el accidente.
«Me enviaron imágenes donde él está tirado allí», cuenta a la AFP María. Pero aún no tiene información oficial de su deceso.
Dice que un día antes de la tragedia, le llegaron señales de que algo podía estar pasando. «Una señora (que estaba en el centro de detención) me oró, me dijo que le entregara la vida de mi hijo a Dios y yo no entendía por qué», le contó en un audio de WhatsApp a su esposo.
Finalmente el lunes, gracias a ayuda humanitaria, María pudo tomar un bus hacia Brownsville junto con sus dos hijas, y encontrarse con Wilmer.
El objetivo de Enyerbeth era llegar a Chicago, donde reside el hermano de su padrastro, quien los apoya financieramente en el viaje. «Él soñaba con comprarme una casa y comprarse un carro para trabajar, estar conmigo siempre, ayudarme», dice María.
Ambiente de tensión en Brownsville
La policía de Brownsville anunció el lunes cargos de homicidio involuntario contra George Álvarez, el hombre de 34 años de edad con antecedentes penales que presuntamente estrelló su camioneta contra una multitud cerca del refugio Ozanam, dejando al menos ocho muertos y una decena de heridos, algunos en estado crítico.
Las autoridades investigaban lo ocurrido, sin descartar ningún motivo para el incidente.
Un sobreviviente comentó a la AFP que antes de arrollar a las personas en la acera, el chofer los insultó.
El ambiente de tensión se mantiene en Brownsville. El lunes, un hombre armado identificado como Joseph Serino llegó en su auto hasta el refugio Ozanam e intentó entrar, pero los vigilantes no se lo permitieron. Luego lo detuvieron, informó la policía.
Para disipar temores, una iglesia local organizó el lunes en la tarde un encuentro con migrantes. Allí, canciones populares de Venezuela sirvieron de catarsis para decenas de migrantes que las entonaban con una voz que parecía venir de las entrañas.
Sentado en una banca azul, a Wilmer la angustia le estruja las cuerdas vocales y le cuesta hablar. María insiste en que deben seguir: «Trabajar y luchar por el sueño que mi hijo venía a cumplir. En su memoria», dice.
Mientras, en los parlantes del evento se escuchaba: «Y si un día tengo que naufragar y el tifón rompe mis velas, enterrad mi cuerpo cerca del mar, en Venezuela».
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