Al igual que en Estados Unidos, la edad de los candidatos se viene convirtiendo en un tema relevante en la campaña presidencial venezolana. A diferencia del país norteamericano, sin embargo, esta vez no existen cuestionamientos sobre la capacidad cognitiva de un contendor sino que Nicolás Maduro utilizó este factor para arremeter contra Edmundo González Urrutia, la mayor opción opositora para este 28 de julio.
“Hay un viejo decrépito que quiere tomar el poder en Venezuela, es el viejo decrépito del capitalismo salvaje”, dijo Maduro el sábado durante un evento electoral celebrado en Lara, una embestida más dentro de la campaña de ofensas y ataques verbales que el chavismo ha institucionalizado durante el proceso en curso.
Otro de los términos que tanto Maduro como su cúpula han repetido en campaña es el de los “gallos patarucos”, un término coloquial para referirse a alguien cobarde y que, según el líder chavista de 61 años de edad, le calza a todos sus adversarios.
González Urrutia, de 74 años de edad, ha preferido responder a dichos ataques con la promesa de que “vamos a construir un país donde el presidente no insulte”. En un acto al que lo acompañó la líder opositora María Corina Machado, el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) agradeció a los ciudadanos por la “acogida de esta tarde”, y les reiteró su invitación a votar el domingo 28, cuando asegura que va “a ganar”.
Pero ¿por qué durante las últimas semanas el chavismo ha tomado una postura mucho más agresiva frente a la oposición?
El rival inesperado de Maduro
El aparato chavista no esperaba que González Urrutia consiguiera el apoyo popular que según la mayoría de encuestas viene logrando. Analistas consultados la semana pasada por El Comercio coincidían en que el candidato de la PUD aventaja por entre 20% y 35% al oficialismo para los comicios del 28 de julio.
Esto demostraría no solo que el apoyo hacia la inhabilitada María Corina Machado se mantendría intacto y se habría conseguido orientar de forma inequívoca hacia González Urrutia, sino también que el chavismo estaría viendo temblar el apoyo de sus bases por primera vez en los últimos 25 años.
Los mítines celebrados la semana pasada en Caracas parecen confirmar esta tendencia. Los eventos de la oposición y del oficialismo fueron dos caras de la moneda con González Urrutia convocando a una movilización que no se veía desde aquella que acompañaba a Juan Guaidó en 2019 frente a un chavismo limitado a sus partidarios más radicales.
«El régimen sigue jugando al miedo»
En consecuencia, desde el régimen buscarían mostrar a Maduro como alguien mucho más activo que su contrincante. La estrategia, sin embargo, le podría costar caro pues este tipo de agresiones verbales directas violarían las normas del Consejo Nacional Electoral (CNE) en las que se prohíbe el intercambio de términos despectivos entre candidatos.
Pese a ello, es prácticamente imposible que el órgano electoral, tantas veces señalado de estar al servicio del régimen, vaya a sancionar a Maduro.
Igual de improbable resulta entre las filas opositoras la idea de que el chavismo no vaya a realizar un último intento por entorpecer el proceso electoral o alterar los resultados de las votaciones. La semana pasada, el doctor en ciencias políticas y experto en opinión pública José Vicente Carrasquero consideraba “ridículo o estúpido” cualquier intento del chavismo por detener a González Urrutia o a María Corina, pero advertía que “el régimen sigue jugando al miedo”.
Otra muestra de la desesperación del chavismo es cómo figuras como Diosdado Cabello, Vladimir Padrino o Jorge Rodríguez insisten en que Maduro es la única vía para conseguir la paz en Venezuela, escapar de las sanciones internacionales y “acabar con la corrupción y la desidia”, aunque esto último ataque justamente a su propio régimen que ha estado en control del país desde comienzos de este siglo.
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